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NO ME DIGAS LA VERDAD Mi muy querida amiga Almudena: crees que van a poder ocuparse de esas tonterías? -¿Y yo tengo la culpa de no haber tenido más hermanos? -Yo lo que sé es que, como sigas así, no vas a poder terminar la carrera, porque te van a amargar más y más, y al final no podrás soportarlo. -¿Qué he de hacer entonces? -No es porque tenga experiencia ni nada de eso, tampoco me han contado casos como el tuyo para que sepa cómo los han solucionado, pero mi intuición me dice que, aunque parezca una perogrullada, debes estudiar más, quizá divertirme más, y pasar el mínimo tiempo posible en tu casa. Ahora sé que tu consejo exasperó aún más a mis padres, pero a mí me dio la vida porque me sentí más libre, e incluso he podido ser el que soy en la actualidad, de lo contrario, no hubiera podido ser médico en la vida, sino que estaría de oficinista por ahí en cualquier empresa. -Te voy a decir que lo había pensado, pero nunca se me habría ocurrido ponerlo en práctica si tú no me lo dices. Tú me das la fuerza necesaria y la resolución para hacerlo, hoy mismo no voy a ir a comer, te invito, aunque apenas tengo dinero, porque ellos no quieren darme para presionarme, a pesar de que les sobra, y lo que tienen no sé para qué lo quieren. -No, no debo abusar de ti si vas a pasar privaciones. -Me las arreglaré, buscaré otros medios de conseguir el dinero, no te preocupes. Tampoco vamos a ir a un sitio demasiado caro. Ya te he dicho en multitud de ocasiones que tú fuiste la última de la que me enamoré, ya no he tenido a más mujeres en el pensamiento y serás la última porque seguro que no tendré más. Nunca quise a nadie más después. Sin embargo, tú no me correspondías, estabas demasiado imbuida en tus libros. Creo que podíamos haber hecho una buena pareja en todo, algo me dice que sí. Lo que noto ahora es que no te aclaré mis sentimientos en su momento y por eso las cosas se van dejando y al final no terminan en nada. Aquel día que me viene a la memoria, terminamos por ir a comer juntos. Pero no nos fijamos en la comida, era de lo más normal. -¡Cómo sabe el profesor de Medicina..... ! -exclamaste llena de admiración. -Y parece que lo vive -recordando la cara que ponía durante todo el curso. -Cambiando de tema, ¿dónde vas a ir este verano? -¿Que donde voy a ir? ¿Crees que con lo que tengo en casa...? -Perdón, no lo había pensado, tienes razón, buena te ha tocado. Yo estoy pensando ya en la playa, donde vive una tía mía y nos ha invitado a mi hermana mayor y a mi a pasar un mes. -¿Que suerte? Nunca te he visto en bañador. -Vamos, vamos que me vas a hacer enrojecer. Además, puedes ver a un montón en las piscinas de aquí, solo te hace falta ir a una. Habíamos terminado los postres e ibamos a pedir un café. Al menos a mi se me había pasado las hora como si fueran minutos, y deseaba quedarme otros dos o tres minutos más contigo allí mismo con permiso de los camareros, que no lo creo que nos lo dieran. Entonces te confesé todo, me salían las palabras a borbotones, como nunca. Siempre me habían salido las ideas y los textos como por arte de magia, pero contigo me salían las palabras, y después de ti, nunca me volvieron a salir. -Quédate conmigo, pasaremos un verano muy bonito; solos aquí, libres de ataduras, un día yendo a un lado otro día a otro diferente, según nos vaya apeteciendo y nos llegue el dinero. Si te vas, tendrás que conocer a gente nueva y no habrá la confianza suficiente para decir que te apetece irte a casa, que te estas aburriendo, porque las alabanzas se dicen aunque no tengas ninguna confianza y acabes de conocer a la persona. -No quieras convencerme, ya está todo planeado. -Me quedaré solo, como abandonado, me gusta que estés a mi lado, me siento otra persona, no me acostumbraré a estar sin ti. -Solo será un mes, ya verás como se pasa enseguida, que no lo querría, lo digo por no tener que empezar otra vez el curso. -Lo que quiero es conocerte en vacaciones y cuando tenemos que hincar los codos, que ya he visto que se te da muy bien. Nos complementaremos, nos ayudaremos en todo habiéndonos conocido en todas las circunstancias, en lo bueno y en lo malo. -Eso me suena a algo.... -Es verdad, no lo he dicho con intención, porque solo me refería a las vacaciones, al descanso y al trabajo, al duro curso. Esperamos que nos sirvieran el café en silencio. Yo esperaba que reaccionaras con alguna decisión que me gustara, sin embargo, por encima del brazo del camarero vi que tu cara se ensombrecía, no sé qué pensamientos pasarían por tu cabeza, pero sabía que me afectaban directamente, y vi que tu cara no sonreía, sino que quedaba igual, no te producía ninguna emoción lo que te había propuesto. Yo sin embargo volvía a la carga porque me encontraba muy tranquilo y disfrutando de tu presencia, podría haber recitado las más bellas poesías sin que me temblara la voz, de la paz que me embargaba tu presencia. -No te digo bella por no mentir y herirme a mi mismo en mi corazón porque tu sobrepasas el concepto de belleza, y la tuya no se puede definir. -¿Cómo se te ocurren esas cosas? Yo soy igual que las demás. -Eso me confirma más en mis palabras. Hablábamos quedo, creo que había creado un clima de confesión en el que me encontraba a gusto, no sé si tu lo estarías, pero sorbiendo el café creía que sorbía, y me invadía después, toda la aureola que se había creado entre nosotros, y yo era tu, y tu eras yo, y allí solo había una persona y nadie más. Después de tanto tiempo creo captar los sentimientos de aquella vez, y que los expresé mejor en aquella ocasión porque tu estabas delante, y sin embargo ahora son un recuerdo y los escribo como si fuera algo plano, sin altibajos en el amor que sentía, amortiguados por el paso del tiempo, yo creo que muertos por ese deambular del tiempo, por eso suenan algo fúnebres en esta carta, pero debo sacarlos a la luz al igual que saco a la luz toda mi vida para que pueda continuarla por los derroteros que me he marcado y no salirme de ellos, porque yo dejo que me influyan los sucesos pasados pero no los presentes y los que aun han de venir. -La verdad es que yo me encuentro a gusto contigo, ¿pero no crees que lo principal son los estudios y que seamos médicos algún día? -Eso lo tengo en mi cabeza por encima de todo. -¿Entonces?, no entiendo el por qué de tus palabras. -¿Eres tan fría? Yo soy frío cuando se trata de trabajo o de estudio, pero cuando estás a mi lado, soy todo fuego, me provocas, me agitas, me conmueves, me revolucionas, me enfermas del corazón, me matas,.... -¡Pedro!, ¡qué cosas me dices!, me gustan tus palabras, si no fuera.... -¿Qué? -No me hagas hablar, hemos de concentrarnos en lo que nos interesa ahora, después se podrá pensar en lo demás. -¿Tienes dificultades?, ¿y quien no las tiene? Ya te he contado los problemas que tengo con mis padres, ese sí que es un problema grave, pero el del dinero,... ese lo resuelve el tiempo, y si no se puede ir a tomar un café o ir al cine un sábado se suple con un paseo por la Gran Vía y se acabó,... -No me digas que piensas solo en el dinero y de dónde saldrá... -Yo no te digo nada, sino que nuestro orden de prioridades debes saberlo. -Lo sé, puede haber dos a un mismo tiempo. El camarero se ponía detrás de nosotros como empujándonos a irnos, pero no pensábamos en naide más que en nosotros, no había nadie más en el mundo, y no quisimos pedir otra consumición porque hubiéramos dado pié a que dijera "vamos a cerrar", y entonces no habríamos tenido excusa y nos hubiéramos tenido que ir, y los dos estábamos a gusto en aquel lugar, tú escuchando lo que te decía, y aguantando mis embates, haciendote la dura y yo atacandote por todos lados. Muchas veces me he preguntado porqué no podía recordar las cosas que habíamos contemplado, lo que había ocurrido a nuestro alrededor, y es que me encontraba absorto por ti allí donde estuviera y nada existía excepto tu. Eres la mujer más fuerte que haya conocido nunca, por eso me gustabas, hubiéramos hecho una buena pareja, porque me empleé a fondo, utilicé toda mi artillería, y tú aguantabas el asedio sin apenas inmutarte. Luego he pensado si eras demasiado apasionada y no querías comprometerte, o de lo contrario hubieras claudicado de todo lo que tenías entre manos; sí, la medicina era lo más importante para ti en aquel tiempo y no la dejarías ni siquiera por mi. -¿Porqué me miras tan fijamente? -te dije cuando me di cuenta de tu profunda mirada y tu barbilla apoyada en tus manos juntas, en un gesto delicado como solías hacer tu. Estaba tan absorto en mis sentimientos interiores que no me había fijado en tu postura y en la hondura de tu mirada. -Miraba lo ciego que estas, en que te quiero decir que ya hablaremos de todo esto cuando terminamos nuestros estudios, y tu no me haces caso o no me entiendes; deseas ir por la vía rápida sin detenerte a pensar, y lo que te intento decir es que seamos buenos amigos como hasta ahora y no vayamos más allá en nuestros sentimientos. -¿Y te vas a ir a la playa? -Dejame ir a la playa. -Entonces nos olvidaremos. -Solo es un mes, y la carrera son seis años, nos quedan cinco aún. -Da igual, pero nos enfriaremos; esto es una negativa, la primera que es la que más duele, porque luego te acostumbras. -No se acaba el mundo, Pedro. Poco a poco iba abriendo los ojos y viendo que estábamos a punto de crear un conflicto en aquel restaurante con los camareros a punto de estallar porque querían dejar su trabajo: en otro lugar de inferior rango nos hubieran echado sin ningún miramiento, pero aquí debían aguantar el tipo hasta cierto punto que se acercaba enseguida. -Se acaba nuestra comida en el restaurante. ¡Digame qué le debo! -le espeté al camarero impaciente. Y salimos de allí recibiendo una bofetada de calor. Ya me pude fijar un poco más en otras sensaciones que no fuera la percepción de las tuyas solo, había amainado el hechizo de tu cuerpo sobre mi, y pude pensar que podríamos seguir la tarde en algún lugar más agradable, no en vano teníamos todo el verano libre de ataduras, y hasta nos ibamos a aburrir si no nos salía alguna actividad extra, y tu, seguro que habría días que te aburrirías en la playa, si no te llevabas algún libro que te interesara. -No apetece ir a mi casa para ver la cara de mis padres, ¿qué te parece otro café donde no nos estén mirando todo el tiempo a ver si terminamos? -De acuerdo; no tengo nada que hacer, ¿cuanto tiempo hace que no digo esta frase? -Aquí al lado hay una buena cafetería, y refrigerada, no necesitamos pasar mucho calor por la calle. Dijimos algunas tonterías juntos y nos reímos mientras entrábamos en el fresco local. Había bastante gente; me di cuenta porque aún no me habías hechizado de nuevo con tu mirada fija en mí. Solo cuando nos encontrábamos gente de frente eras como una boa constrictor. Bueno, se notaban las vacaciones en los demás también. Y tú no me hablaste de tu familia, se notaba que eras muy independiente o que ellos no te atosigaban, y de eso te tenía envidia. -Te diré una cosa, la veo como si ya la hubiéramos pasado: terminaremos la carrera los dos, y te propongo que nos asociemos y montemos algo grande, tú y yo, porque llegaremos lejos. Es por eso que no quiero perderte la pista, y si te vas... -Otra vez vas a sacar el mismo tema... -Está bien. Seguiré con el plano profesional: aquí la unión hace la fuerza, si estamos juntos llegaremos más lejos, ¿qué te parece? -Que está demasiado lejos ese día. No quiero pensar a tan largo plazo, es una tontería, las cosas se tuercen, cambian, evolucionan, y mejor que sea así, porque sería muy aburrido seguir con un plan trazado y no desviarse ni un milímetro, en las sorpresas que da la vida esta la salsa. -¿Has visto qué bueno está el café aquí?, lo hacen estupendamente, esto resucitaría a un muerto, y pienso en esos que tenemos que diseccionar,... que hasta huelen mal. -No cambies de tema, ¿o es que te he convencido? -Has supuesto mal, quería ganar tiempo para rebatir mejor tus razonamientos, que son buenos, de verdad. La salsa, como tú dices, la da las vueltas y los recovecos que tienes que hacer para ganar una meta, que siempre la tienes que tener en mente y no cambiarla nunca. ¿Es que no ves esto? -Lo veo a mi manera, la tuya no me convence por el simple hecho de que no hay demasiados caminos que te lleven a la meta, y el bueno solo es uno. -¿Es un sermón? Tú, por supuesto, contestaste que no, y no seguimos por aquel camino que no nos llevaba a ponernos de acuerdo. En aquella ocasión me di cuanta de lo conservadora que eras, que no te gustaban las innovaciones ni las aventuras; que de pequeña te habrían inculcado que había que seguir el camino recto, un concepto religioso que te obligaba a hacer lo que decía el Poder establecido, la Iglesia, y "La Sociedad". Esa canción la tenía yo bien aprendida, lo que ocurría era que no me convencía lo más mínimo, pero una sola diferencia de criterio no iba a empañar nuestra amistad, nuestra creciente atracción, y hasta me atrevería a decir que nuestro amor. Luego te pusiste a hablar de tu familia y a mi me gustaba escuchar historias de una familia como debe ser, y no algo anormal como era la mía, un engendro de familia y una pantomima. Y me gustaba escucharte como le gusta a un aventurero escuchar historias de una isla lejana, al viajero con unos paisajes de ensueño o al vividor con mujeres hermosas de ultramar, así me encontraba yo, con la boca abierta aunque tu no la vieras, con los ojos nublados por la película de maravillas que me contabas aunque no te dieras cuenta, y soñaba con el día que me integrara en ella, porque al fin conseguiría algo que había anhelado siempre. No eramos conscientes de las horas que consumíamos allí sentados en un rincón del café, sin que apenas se dieran cuenta los camareros y los clientes, yo solo me di cuenta cuando salimos y noté que la luz del casi atardecer, además del ambiente de gente por la calle para celebrar una tarde veraniega, lejos del horno de sus casas sin aislante térmico. Pero tu te irías de vacaciones a la playa y yo me quedaría castigado en la ciudad con el único aliciente de las piscinas y las calles vacías por el éxodo; y luego volviste y no fuiste la misma, y yo me quedé y no tuve que volver, pero de tanto anhelarte había caído en la fatiga; todos lo días con todas sus noches dando vueltas a lo mismo, girando en mi cabeza el último día que nos vimos en aquel restaurante y en aquella cafetería, porque antes de despedirnos, antes incluso de levantarnos de allí, volví a descargar todos mis sentimientos, como ultima tabla de salvación del naufrago. -¡Almudena! -exclamé en un momento que había decaído nuestra conversación, y tú te sobresaltaste un poco-. Tengo que decirte algo: no podría vivir sin ti, me he acostumbrado a tu compañía, ¿no lo comprendes? -Yo lo único que te digo es que con el tiempo eso se olvida, y que se pasa mal los dos primeros días, pero luego con la vida diaria te olvidas. -No es tan fácil, tu no sientes lo mismo que yo, por eso tengo que tratar de convencerte de nuevo, ya sé que tú lo enfocas por el lado práctico, pero creo que también se puede cometer alguna locura a nuestra edad, y no pasa nada, otros lo han hecho antes que nosotros. ¿Es que tu crees que podré olvidar esos ojos, esa mirada que me corta en dos, y que me da un hachazo en mi cerebro cada vez que me miran?, pero no para matar mi cuerpo sino para que, por las hendiduras, pueda entrar más amor, puedas entrar más en mi. ¿Crees que podré olvidar esos labios que cuando me hablan no sé si mirarlos para empaparme más de lo que me dicen aunque no te oyera?, pero me imagino que son los petalos más rojos que haya visto en un jardín, y por tanto lo más tiernos y vivos. ¿Y qué decir de tu pelo, de tus mejillas sonrosadas, de tus finas manos, pero firmes en el manejo del instrumental? -¡Por favor, Pedro!, si no te hubiera oído yo misma, no me hubiera creído que podrías decir esas cosas. No me halagues tanto que me va a dar algo malo, porque hasta me dan mareos. -Dame tus manos entre las mías y te sentirás más segura, como yo cuando me salen a borbotones estas palabras, que no las tengo que pensar ni meditar, ni me las he aprendido de algún libro, ni las he ensayado,.... -Pues lo que estoy pensando es que antes que médico podría haber estudiado para escritor, o poeta, te digo la verdad, porque me pones en vilo, lo mismo que lo harías con cualquiera que te oyera. -No diría estas palabras nada más que para ti, no las gastaría con ninguna más, tenlo por seguro, si no fueran para ti, no me saldrían así, porque eres tu la que me inspiras de forma inagotable, y no solo para esto, sino que si te mantuvieras a mi lado, podría llegar a ser un maestro de la medicina, porque tu me das fuerza, lo siento así. -¿Y a mí?, ¿me darías fuerza? A lo mejor me flaquean después de repartir tantas -bromeaste un poco a mi costa. -Te las devolvería multiplicadas, no lo dudes. Pero tus manos están sudando, ¿no te encuentras bien, o es que tienes demasiado calor? -te pregunté mientras te las acariciaba como si fuera una bruja que fuera a leerte los dibujos y así adivinar el futuro, pero no lo haría, no sabía ni quería; lejos de contestar con algo razonable, me soltaste una evasiva. -Sera eso -dijiste para salir del paso. Salimos del local con la sensación de haber pasado unos minutos juntos nada más por la cantidad de cosas que aún teníamos que contarnos, y que se quedaban y quedarían por mucho tiempo en el tintero. Y nos dijimos "hasta después de vacaciones", pero sería hasta más tarde, incluso hasta comienzos del curso. Ahora veo la transcendencia de aquella despedida que no nos volvió a juntar como en aquella ocasión. No voy a recordar aquella ocasión perdida, pero el caso es que yo te cuento mi vida actual, y aún no sé nada de cómo te ha ido después que nos vimos por ultima vez. Espero que esta carta te abra los deseos de escribirme y reciba noticias tuyas, no sabes cómo me alegrarían. Esta vez no tengo tiempo de contarte más cosas, ya con los recuerdos tan gratos de que he disfrutado escribiendo, tengo bastante. Un beso muy fuerte. |
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Alizo
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