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Es equinoccio, el eje pulsa la tormenta
entre pilares adormecidos.

Todo decae, la serpiente alada galopando de súbito.
Diestro el légamo, siniestro el júbilo
que ablanda las agujas interminables en rieles abatidos.

Las torres se divisan y mil luces
vigilan la esfera de alabastro púrpura,
agrietándose en el lento fluir de paraguas y bodegas
con muertos con caras de cárcel.

Nada más que materia inerte vestida de polvo,
de tiempos sepultados, de vestimentas míseras.

Horas convexas pobladas por máquinas blasfemas,
cavilaciones perdidas, alegoría de insolentes sin juicio.

© 2002 Bernardo Rocco
SUCESOS DESDE EL RETORNO
BERNARDO ROCCO