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Si nunca hubiésese escrito, toda escritura sería nueva, posibilidad inmediata, registro
único, aliento iniciático. Si nunca hubiésese escrito, ahora mismo estaría inaugurando la
escritura de cara al abismo. Las cuatro de la mañana y sus brazos pegados al reloj de la
pared sobre el umbral, mientras bebo un sorbo de leche caliente tratando de pegotear el
alma. Éstas serían otras cuatro de la mañana y el día que va a ser sería inauguración,
aliento, soplo, respiro, privilegio de vida, estreno iniciático de un aire volador con
cuerpo de niño eterno y espíritu de niño eterno.

Si nunca hubiésese escrito podrían volar los volantines de papel y el viento silbar versos
de sueños y elevar espantadas las montañas como nubes frágiles sobre las nieves eternas de
la nada y su cara vacía de juguete roto…
y esa cara vacía se llenaría de palabras como si la escritura fuera todo y la palabra
fuera el mundo y la frase, el universo, y Dios, el poema.

Si nunca hubiésese escrito qué fáciles saldrían estas palabras. Felicidad sería aire,
aroma sería aire, puerta sería aire, risa sería también un aire airoso y fino como el ojo
del mar que se abre después de la última ola y la última ola que apenas abre su ojo ya sin
sueño sería el sueño y el ojo sería el horizonte que empieza a pintarse sobre otro
horizonte que ya se tiñe del cálido color de la palabra que lo crea.

Si nunca hubiésese escrito, esta palabra que corre sobre la hoja apareciendo y
desapareciendo sería la luna entre los matorrales de una niñez imborrable, mostrándose y
escondiéndose, turbando al ojo niño que la corre y la sigue y se para y la luna también se
detiene con sus ojos de niño que palidece cuando la mira ese otro ojo travieso que
descubre que es ojo el ojo y luna la luna.

Si nunca hubiésese escrito, qué descubrimiento, Dios mío, el de esta hora.
Todo nombre sería nombre y sería nuevo. ¿Qué sería Dios, mi Dios? ¿Qué sería yo?
¿Qué sería palabra, frase y verso en esta palabra que se respira sola y es su propio aire?
¿Qué metáfora se colgaría de los árboles para que aquellos florecieran?
¿Cómo madurarían los tomates hasta volverse rojos? ¿Cómo verde su mata?
Y el pájaro con alas de música radiante
¿qué nombre llevaría para volar ligero como su ala?

Si nunca una línea de tren hubiera sido pentagrama
Si nunca la piedra hubiera sido voz
Si nunca el ronco sonido de la noche hubiera sido calma
Si nunca el caballo corredor hubiera soñado con las nubes y el mar
Si nunca el ritmo leve de la hoja que cae hubiera descubierto el ritmo de otra hoja
Si nunca el ardor y el dolor hubieran golpeado el alma como una frágil calamina azotada
Si nunca la playa se hubiese escrito
y todos reunidos en la orilla no supiéramos cómo empezar a nombrarla
Si de pronto el pellejo translúcido del cielo se sacara la máscara.
¡Qué regalo, mi Dios!

© 2002 Carlos Trujillo Ampuero

SI NUNCA HUBIÉSESE ESCRITO
CARLOS TRUJILLO AMPUERO

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