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CHINA HACE NECESARIO RE-EVALUAR EL FUTURO ECONÓMICO GLOBAL 5 enero 2006 "Nuestra civilización global está ahora en un sendero económico que no puede sostenerse en sentido medioambiental, camino que nos lleva hacia la decadencia y posiblemente fracaso económicos." Así dice Lester Brown en su libro nuevo, Plan B 2.0: Rescuing a Planet Under Stress and a Civlization in Trouble (revisión del libro editado en español bajo el título Salvar el planeta: Plan B: ecología para un mundo en peligro). "Durante mucho tiempo, los científicos que estudian el medio ambiente han dicho que la economía global se está socavando por los efectos medioambientales de la actividad humana, incluidos los bosques reducidos, los desiertos crecientes, niveles de agua subterránea que bajan, tierras erosionadas, zonas de pesca en fracaso, temperaturas en aumento, y tormentas cada vez más destructivas", dice Brown, fundador y presidente del Earth Policy Institute, organización independiente de investigación ecológica, basada en Washington, DC. Por obvio que sea que ninguna sociedad puede sobrevivir el fracaso de sus sistemas de apoyo medioambiental, mucha gente sigue sin convencerse de la necesidad de re-estructurar la economía. Pero ahora que China ha superado a Estados Unidos en el consumo de la mayoría de los recursos básicos, eso comienza a cambiar, observa Brown en Plan B 2.0, libro que se produjo con extensos fondos de la Lannon Foundation y el Fondo de la ONU para la Población. Entre comodidades básicas —cereales y carne entre alimentos, petróleo y carbón entre combustibles, y acero en la industria— China ya consume más que Estados Unidos en todos menos el petróleo. De carne, consume casi el doble —67 millones de toneladas contra 39 millones— y más que el doble del acero —258 millones de toneladas contra 104. Estas cifras miden el consumo total. Pero ¿qué pasaría si China llegara al nivel de consumo por persona de Estados Unidos? Si la economía china sigue expandiendo al 8 por ciento al año, sus ingresos per cápita llegarán al nivel actual de Estados Unidos en 2031. Si el consumo por persona de recursos en ese momento igualara el de Estados Unidos ahora, entonces su población proyectada de 1,45 mil millones consumiría dos tercios de la cosecha cereal mundial de hoy. El consumo chino del papel sería el doble de la producción global actual. Pondría en peligro los bosques de todo el planeta. Si China llega a tener 3 coches por cada 4 habitantes, a la moda estadounidense actual, tendrá 1,1 mil millones de coches. Actualmente, en todo el mundo sólo hay 800 millones. China tendría que pavimentar un terreno igual a toda la área que dedica al cultivo de arroz para proporcionar calles, carreteras y parkings, para servir tal flota. Consumiría aquella flota 99 millones de barriles de petróleo por día. El mundo de hoy sólo produce 84 millones por día y probablemente no superará esa cifra. El modelo económico occidental —basado en combustibles de fósil, el automóvil y el consumo masivo— no servirá para China. Si no sirve para China, tampoco servirá para India, que se calcula tendrá en 2031 una población más grande que la de China. Ni tampoco servirá para los 3 mil millones de personas que viven en los demás países en vías de desarrollo, y que sueñan el "sueño americano". En una economía mundial cada vez más integrada, en la que cada país compite con los demás por el mismo abastecimiento del petróleo, de cereales y del acero, el modelo económico que ahora prevalece tampoco servirá a los países industriales. China nos hace ver que los días de la economía antigua ya son contados. Sostener nuestra civilización de principios del siglo XXI ya depende de mudar la estructura económica a un modelo de energías renovables, de re-uso y reciclaje y un sistema más diverso de transportes. Con el negocio de siempre —el Plan A— no podemos llegar a esa meta. Ya es hora de entrar en el Plan B, para contstuir una economía y un mundo nuevos. Plan B tiene 3 componentes: Se pueden ver rasgos de la economía nueva en los campos eólicos de Europa occidental, los techos solares de Japón, la flota de coches híbridos de Estados Unidos, en rápida expansión, los montes reforestados de Corea del Sur, y el tránsito de bicicletas en Amsterdam. Casi todo lo necesario para construir una economía capaz de sostener el progreso económico se está haciendo ya en algún país, o en varios. Entre las fuentes nuevas de energía —el viento, paneles fotovoltaicos, el solar térmico, el geotérmico, hidrológico de pequeña escala, la biomasa— el viento se está estableciendo como fuente mayor enérgica. En Europa, líder mundial en desarrollar la energía eólica, unos 40 millones de personas derivan su electrícidad residencial de los campos eólicos. Según la Asociación Europea de Energía Eólica, en el año 2020, la mitad de la población regional —unos 195 millones de europeos— derivará su electricidad residencial del viento. La energía eólica avanza rápidamente por 6 razones: es abundante, barata, inagotable, ampliamente distribuida, limpia y no hace daño al clima. Ninguna otra fuente de energía goza de esta combinación de características. La clave para reducir el uso del petróleo y la emisión carbónica en la economía de combustibles para automóviles en Estados Unidos será el coche híbrido, que usa gasolina y electrícidad. El promedio de eficiencia de los coches vendidos el año pasado en Estados Unidos fue un rendimiento de 22 millas por galón (7,76 kilómetros por litro), comparado con las 55 millas por galón (19,46 kilómetros por litro) que alcanza el Toyota Prius. Si Estados Unidos decidiera reemplazar su flota entera de coches con híbridos petróleo-eléctricos supereficientes durante los próximos 10 años, por razones de seguridad petrolífera y estabilidad climática, podría reducir el uso de la gasolina por la mitad. No cambiaría ni la cantidad de coches ni de las millas conducidas, sólo exigiría la adopción de la tecnología más eficaz de propulsión de automóviles. Además, existe la opción de añadir una batería extra, que potenciaría el uso de electricidad recargable por enchufe en viajes de corta distancia, como por ejemplo en viajes al trabajo o al mercado. Esto reduciría por otro 20% el uso estadounidense de gasolina, por una reducción total del 70%. Entonces, con la inversión para financiar la construcción de miles de campos eólicos, la red eléctrica de todo el país podría añadir cantidades de electricidad barata, los viajes cortos y eléctricos podrían reducir en gran parte las emisiones carbónicas y limitar la presión que impone Estados Unidos sobre los recursos petrolíferos del planeta. Controlar la recarga de baterías con relojes que permitirían una recarga más concentrada durante las horas de baja demanda (entre la 1 y las 6 de la mañana) se compara con un sistema que valora la gasolina a $0,50 por galón. Además de ser una alternativa inagotable a la reserva menguante del petróleo, es también un recurso increíblemente barato. Se necesita un esfuerzo colaborativo global para construir una economía que podrá sostener el progreso económico. Significa erradicar la pobreza y estabilizar la población —efectivamente resuscitando la esperanza de los pobres del planeta. Eliminar la pobreza acelera el progreso hacia familias reducidas. Y familias reducidas ayudan a superar la pobreza. Los elementos principales del presupuesto para eliminar la pobreza son: inversión para universalizar la educación primaria, programas de comida escolar para los más pobres, ayuda médica básica al nivel de aldea, vacunas para las enfermedades de la niñez, servicios de salud reproductiva y de planificación familiar para todas las mujeres del mundo. En total, habría que dedicar unos $68 mil millones al año. Ninguna estrategia para eliminar la pobreza tendrá éxito si los sistemas de apoyo medioambiental de una economía fracasan. Por eso, será necesario un presupuesto de recuperación medioambiental, para reestablecer las zonas de pesca, reforestar los bosques, eliminar el pasto excesivo, proteger la diversidad biológica y hacer subir la productividad hidrológica hasta estabilizar los niveles de agua subterránea y restaurar el volumen de los ríos. A escala global, estas medidas requieren gastos nuevos de $93 mil millones al año. Los gastos necesarios para juntar las metas sociales con elementos de recuperación medioambiental en un presupuesto para el Plan B resultan ser de $161 mil millones al año. Es una inversión inmensa pero no se trata de un acto caritativo. Es una inversión para proteger el mundo que habitarán nuestros hijos. Si no logramos construir una economía nueva antes de llegar la decadencia económica, no será por falta de recursos financieros, sino por devoción a prioridades obsoletas. El mundo ahora gasta $975 mil millones al año por razones militares. El presupuesto militar de Estados Unidos para el 2006 de $492 mil millones, que representa la mitad del total global, subvenciona en gran parte el desarrollo de nuevos armamentos. Desafortunadamente, esos armamentos hacen poco para frenar el terrorismo, además de no poder ni reforestar la Tierra ni estabilizar el clima. Las amenazas militares del momento contra la seguridad nacional son débiles en comparación con las tendencias hacia la destrucción y las interrupciones medioambientales que amenazan la economía y la civilización del siglo XXI en sí. Amenazas nuevas requieren estrategias nuevas. Estas amenazas son: la degradación medioambiental, el cambio climático, la persistencia de la pobreza y la falta de esperanzas. El presupuesto militar estadounidense está completamente fuera de lugar, frente a las amenazas contra nuestra civilización del siglo XXI. Si Estados Unidos financiera el presupuesto entero de $161 mil millones para el Plan B, mudando recursos de los $492 mil millones qeu gasta actualmente en armamentos, su presupuesto militar seguiría excediendo los de los demás miembros de la OTAN, más los de Rusia y de China, todos juntos. Entre los recursos necesarios para construir una economía sustentora del progreso económico, ninguno es más escaso que el tiempo. El cambio climático se está acelerando hacia el punto de no volver. Es una tentación recalibrar el reloj, pero no podemos. Es la naturaleza que mide el tiempo. Es la hora de decidir. Como las civilizaciones anteriores que se veían en decadencia medioambiental, podemos decidir: o seguir con los métodos de siempre, permitiendo que la economía global entre en fracaso, o elegir un Plan B, y construir la economía capaz de sostener nuestro progreso económico. Es difícil expresar la gravedad de la situación y la importancia de la decisión que tomaremos. ¿Cómo se puede expresar la urgencia de actuar sin demoras? ¿Será ya tarde mañana? De una manera u otra, esta generación decidirá. De eso no cabe duda. Pero nuestra decisión afectará la vida terrestre durante generaciones futuras. Reproducido en traducción con permiso del Earth Policy Institute |
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