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DESDE OTRO PAÍS, AUTHOR NORTEAMERICANO VE LA SUSTANCIA DE UN DÍA QUE MARCA VALORES DEMOCRÁTICOS 4 julio 2007 :: Joseph Robertson Es el 4 de julio y en mi país, todo el mundo está de fiesta. Hay personas que no pueden dejar de trabajar, enfermeras, policías, pero la celebración inunda el paisaje social. Se celebra: la independencia colonial, la teoría de la democracia, en momentos sinceros también la realidad de la democracia, lo que se quiere vivir, la familia y los seres queridos, el lujo del combustible cada vez menos asequible, el hecho de que hoy, no trabajan ni los bancos ni los políticos. Todo el mundo viaja, todo el mundo quiere ver a alguien. Es la sensación que se da, que se quiere creer, que se vive, aunque uno haya viajado sólo dos puertas a casa de un amigo de todos los días. El continente revuelto, para celebrar la valentía del inicio de la revolución. Se celebra el hecho de que por muy establecido que sea el sistema, es un sistema revolucionario. Aquí, en Barcelona, diría con humildad que no se entiende qué es este día, ni con qué espíritu se celebra, por mucho que se haya visto en las películas. Hay fuegos artificiales, pero son grandes acontecimientos, decenas o cientos de miles de personas forrando las orillas de un río o de una bahía, pasmados y musicales por la visión de burbujeantes esferas de luz, color y trueno. Es emoción y es un expermiento comunitario a escala continental. Es unr ezo y un intermezzo, la oportunidad de reflexionar y decirnos: aunque parezcamos ser otra cosa, por lo menos seamos conscientes de quiénes somos. Y en eso, reforzar la comprensión del proyecto que nos hemos planteado, y reforzar la parte individual de nuestro mundo íntimo. Es decir "no a los imperios" y que el individuo tenga derecho a elegir su destino. Es pensar qué suerte no tener que derribar tiranos ni acabar en la cárcel sólo porque la bandera tenga otro significado para ti que para el de al lado. Es dar gracias por estar vivo y lamentar la ausencia de los que no pueden estar. Y sobretodo, y esto sí, existe: es la humildad de reconocer que la democracia no es automática ni conlleva de por sí todas las virtudes que busquemos en los demás seres humanos, que tenemos, como todos los que eligen cualquier cosa, el deber moral de vigilarnos, de cuidar de no cometer los errores contra los que nos rebelamos hace 231 años. Es ver los ojos de un desconocido y pensar: éste no quiere hacerme daño, hoy por lo menos, somos todos iguales. Es, aunque me tachen de soñador o idealista, mezclar filosofía y cultura kitsch, mezclar ambición y simpatía, mezclar moral y el interés de cada uno, y dar lugar a una hoguera pictórica que ilumina tanto lo que hemos querido ser como lo que hemos sido, que no son iguales. Es ver la diferencia y saber que no da igual, que hay que pensarnos más, hay que fundarnos más en los principios del experimento, hay que vivir lo soñado, para que no deje de existir. Un sistema vivible es un sistema que se vive, y en el día del cuarto de julio, todo un país para, con el fin de darse cuenta de que si no vivimos lo que habíamos soñado, no existirá. No es, en mi experiencia, un evento nada chauvinista; no es nacionalismo, por mucho bandereo que haya: el cuarto de julio es más bien un ritual recordatorio, una visión de los primeros principios y un día en que cada uno suele preguntarse, en algún momento dado, cuánta valentía tendría yo para poner fin a una gran injusticia. Los que saben del mundo piensan también en el mundo de fuera, y se suele meditar o platicar sobre cómo podríamos, como comunidad, dar algo más y algo mejor al mundo, servir sin presumir ni agredir. Los que no saben del mundo de fuera, no gastarán mucha energía pensando ni dominarlo ni enseñarlo nada, ni en paranoias sobre ejes de enemistad, sino en que puede que sea una suerte estar ahí entre las 50 estrellas, pero el fondo azul marino también tiene sus sombras, y no todo ha sido fácil. Desde lejos, me parece un ritual útil y sano, que un país entero se encuentre frente a una serie de principios humanistas, y que tenga que preguntarse: ¿hacia dónde vamos? Preguntémonos: ¿queremos ser libres? democráticos? humanistas? queremos vivir de una manera que permita a todos hacer un intento de hacer la vida que quieran? nos hemos alejado del poder creerlo? nos hemos alejado de los retos que supone? Podemos reconocer, y es debido, tanto dentro como fuera, que las ideas de la revolución del 1776 no son ni estrictamente ni particularmente norteamericanas. Son filosofías basadas en una examinación racional de la naturaleza interior del ser humano y de la justicia en la sociedad. Si intentamos vivir eso y así, a lo mejor nos entendemos todos con mayor facilidad y socavemos las tentaciones ilícitas de la fuerza y el enfrentamiento. [s] PORQUE SOMOS UNA NACIÓN DE INMIGRANTES La democracia de Estados Unidos obliga a que se tolere y se acepte la inmigración. Es una verdad irrefutable e irrefrenable que ha sido y sigue siendo una nación de inmigrantes, una nación imaginada, alcanzada y construida por inmigrantes. Es una sociedad fundada en el trabajo y gracias a los esfuerzos, a veces extraordinarios, los ideales y la paciencia de ola tras ola de inmigrantes de todo el mundo, en colaboración más o menos explícita con los habitantes ya oriundos del país. [Texto completo] |
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