ZONA DE SEQUIA AMENAZA EL FUTURO DE CHINA
Lester R. Brown
En el 18 de abril [2001], los científicos en el laboratorio de la National Oceanic and Atmospheric Administration (NOAA), en Boulder, Colorado, informaron que una tempestad inmensa de polvo de China había alcanzado los Estados Unidos cubriendo áreas de Canadá a Arizona con una capa de polvo. Ellos informaron que por las estribaciones de las Rocosas, las montañas fueron oscurecidas por el polvo procedente de China.
Polvareda en cubriendo el noroeste chino, Mongolia, y las dos Coreas
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Esta verdadera tempestad de polvo no vino como una sorpresa. En el 10 de marzo de 2001, The Peoples Daily relató que la primera polvareda de la temporada una de las más tempranas en el registro había golpeado Pekín. Estas polvaredas, emparejadas con las del año pasado, han sido unos de las peores que se puede recordar, señalando un empeoramiento extendido de los terrenos de cultivo y de pasto en el noroeste vasto del país.
Estas enormes volutas de polvo suelen viajar cientos de millas hasta llegar en las ciudades populosas del nordeste del país, incluso Beijing, oscureciendo el sol, reduciendo la visibilidad, impidiendo el tráfico y cerrando los aeropuertos. Informes sobre habitantes de las ciudades del este sellando ventanas con trapos viejos para protegerse del polvo recuerdan la Gran Sequía estadounidense de los 30.
Vientos que viajan hacia el este suelen llevar tierra del noroeste de China a Corea del Norte, Corea del Sur y Japón, países que se quejan constantemente de las polvaredas que bloquean el sol y lo cubren todo de polvo. En respuesta a la presión ejercido por votantes de su distrito electoral, 15 legisladores de Japón y 8 de Corea del Sur están organizando un comité tri-nacional con ministros chinos para formular una estrategia contra el polvo.
Los noticieros normalmente atribuyen las polvaredas a la sequía de los últimos tres años, pero la sequía sólo es una circunstancia que fija atención en una crisis que rápidamente se va empeorando. La tierra del noroeste chino padece excesiva presión humana. Hay demasiada gente, demasiado ganado, demasiadas ovejas y demasiados arados. No es nada fácil alimentar 1,3 mil millones de personas, cinco veces la población de Estados Unidos.
Además de la presión local sobre los recursos, una decisión en Beijing, en 1994, exigiendo que todo terreno de cultivo que se use para la construcción se reemplace con terreno reclamado en otro lugar, ha agravado el desastre que ahora se despliega. En un artículo en Land Use Policy, los geógrafos chinos Hong Yang y Xiubein Li describen los efectos medio-ambientales del programa de reemplazamiento terrenal. Las provincias crecientes de la costa, como Guandong, Shandong, Xheijiang y Jiangsu, que van perdiendo terreno de cultivo a la expansión urbana y la construcción industrial, están pagando para que otras provincias cultiven tierra nueva, para reemplazar las suyas. Al principió significó un golpe de fortuna para las provincias del noroeste, como Mongolia Interior (que vio la expansión de cultivo más grande, a 22 por ciento), Gansu, Qinghai, Ningxia y Xinjiang.
Mientras iban arando cada vez más tierras marginales las provincias del noroeste, que ya sufrían de cultivo y pasto excesivos, la erosión eólico intensificó. Ahora, la erosión eólica acelerada de las tierras y el abondono de terrenos que resulta han causado una migración al este, no muy diferente que la migración estadounidense hacia el oeste, desde las Grandes Llanuras sureñas hasta California, durante la Gran Sequía de los 30.
Mientras los arados limpian la tierra, poblaciones crecientes de ganado siguen desnudando la tierra de su vegetación. Tras las reformas económicas de 1978 y la eliminación de controles sobre la extensión de los rebaños permitidos para las colectivas, las poblaciones de ganado crecieron rápidamente. Actualmente, China tiene 127 millones de ganado, comparado con unos 98 millones en Estados Unidos. El rebaño chino de 279 millones de ovejas y cabras se contrasta con los 9 millones de Estados Unidos.
En el condado de Gonge, al este de la provincia Quinghai, se calcula que los prados sólo pueden sostener 3,7 millones de ovejas, pero a finales de 1998, la población de ovejas alcanzababan unos 5,5 millones, mucho más de la capacidad máxima de la región. El resultado es un deterioro rápido de los prados, la desertificación y la formación de dunas de arena.
Erik Eckholm, redactor-jefe en Beijing, para el New York Times, ha escrito que "las arenas crecientes forman parte de un desierto nuevo que invade el costado este de la Planicie de Quinghai-Tibet, un terreno de leyenda que hace tiempo se conocía por las hierbas de la altura de la barriga de un caballo y donde durante siglos vivían pastores tibetanos." Cálculos oficiales cuentan 900 millas cuadradas (2.330 kilómetros cuadrados) de terreno convirtiéndose en desierto cada año. Un área varias veces más grande sufre un deterioro productivo, mientras la explotación excesiva la degrada.
Además del daño directo del cultivo y del pasto excesivos, la mitad norteña de China se está secando entre la reducción de la lluvia y de los niveles de los acuíferos subterráneos, por desviar demasiado agua. Al bajar el nivel de los acuíferos subterráneos, los manantiales se secan, los arroyos dejan de fluír, los lagos desaparecen y los ríos se convierten en tierra seca. Satélites estadounidenses, que han vigilado el uso terrenal en China durante 30 años, indican que miles de lagos norteños han desaparecido.
Según Wang Hongchang, miembro de la Academia China de Ciencias Sociales, la deforestación en China sureña y oriental está impidiendo el transporte de humedad natural hacia el interior del país, desde el Mar de China Meridional, el Mar de China Oriental y el Mar Amarillo. Donde queda bosque, la tierra mantiene el agua, que después evapora, viajando más hacia el interior. Cuando la cubierta forestal se quita, la lluvia inicial del aire húmedo que viaja hacia el interior se derrama de vuelta hacia el mar. Mientras la deforestación debilita el reciclaje de las lluvias, se reduce la cantidad de lluvia que llega al interior.
Para invertir esta degradación, habrá que estabilizar la población y sembrar árboles en todos los sitios posibles, para ayudar a reciclar las lluvias y conducirlas hacia el interior. Habrá que volver terrenos cultivados, vulnerables a la erosión, a pastizal, o bosque, reducir la población de ganado, y sembrar barreras arbóreas a la anchura de los terrenos cultivados expuestos al viento, como hicieron los campesinos de Estados Unidos en los 30, para acabar con las polvaredas.
Otra opción interesante se presenta ahora: el uso de turbinas eólicas como obstáculos para reducir la velocidad de los vientos y la erosión de la tierra. Como el costo de convertir el viento en electricidad ahora se compara con el de hacerlo con combustibles de fósil, construír filas de molinos eólicos en zonas estratégicas para impedir el viento podría efectuar grandes reducciones de la erosión de las tierras. Así se crea la oportunidad de limitar el uso de madera como combustible, aligerando la presión que sufren los bosques.
La económica de la energía eólica es extraordinariamente
atractiva. En las Grandes Llanuras de Estados Unidos, bajo condiciones semejantes
a las del noroeste de China, una turbina eólica grande, de diseño
avanzado, que ocupa sólo un décimo de hectárea, puede
producir cien mil dólares en electricidad al año. Esta fuente
de regeneración económica rural cabe bien dentro del plan chino
de desarrollar el noroeste empobrecido.
Corregir la desertificación exigirá un esfuerzo enorme, pero
si el resto de zona seca sigue aumentándose, no sólo socavará
la economía, sino que estimulará una migración masiva
hacia el este. Las opciones quedan claras: o reducir poblaciones de ganado
a niveles sostenibles o enfrentarse con grandes pérdidas de ganado,
cuando la llanura se convierte en desierto. O devolver el terreno cultivado,
vulnerable a la erosión, a la pastura, o perder toda la capacidad productiva
cuando se convierte en desierto. O construír obstáculos al viento,
con una mezcla de árboles y (donde sea posible) molinos eólicos,
para impedir el viento o sufrir más pérdida de tierras y más
polvaredas.
Si China no logra detener el deterioro dentro de poco, el crecimiento de
la zona de sequía podría llegar a una velocidad incontenible.
No se arriesga sólo la tierra fértil de China, sino su futuro.
Publicación inicial (inglés):
23 mayo 2001
(http://www.earth-policy.org/Alerts/Alert13.htm)
Reproducido en traducción con permiso del Earth
Policy Institute
Copyright © 2002 Earth Policy Institute
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