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PIRINEOS
(Nostaljia de domingo)
Al entrar en España, va cayendo la tarde... En los picos, el sol se eleva eternamente. El mundo se abre. Y los techos de pizarra se quedan en el foro de los pueblos franceses. La torre de Sallent repica allá en el fondo. Es domingo. La brisa juega en las peñas verdes El ocaso es más puro cada vez. Huele el sur más. Es más claro el ondear de las mieses. Por los prados con flor, en una paz de idilio, mujen, echadas, mansas vacas rosas de leche. El habla del zagal nos toca el corazón. La patria va alejando, maternal, a la muerte... Ventura, soledad, silencio. Las esquilas llenan, cual las estrellas el cielo, el campo alegre. Silencio, soledad, ventura. El agua, en todo, canta entre el descendente reír de los cascabeles...
INVEROSIMILITUD
Sí, la inactualidad. Vivir siempre una vida de después o de nunca, poniente de este puerto. Amor en ropas y costumbres venideras. Sentido diferente, más allá, de los besos. Salidas lívidas, en madrugadas de lluvia, de bailes de ciudades que aún no están en el tiempo. Retornos con mujeres sin nacer aún ¿qué muelles?, en el sol amarillo de ¿qué tardes de invierno? Suspiros dobles al jardín, por galerías que aún son peña, en el canto de alondras que aún [ son sueños. Veladas pensativas bajo ¿qué nuevas lámparas? que encenderán, para otros ojos, otros dedos... Sí, la inactualidad. Vivir siempre una vida de después o de nunca, agua de este desierto.
A SANTIAGO RUSIÑOL
Por cierta rosa
(En su libro Jardines de España)
Mira, maestro, este solitario paraje quieto y hondo, tan dulce de luz y de verdores como aquellos de paz, de ternura y de encaje, en que tu corazón soñara los colores. Su ocaso vago tiene tu doliente elocuencia, tu oración de otras tardes en su cenit persiste, se hunde en la noche azul, con aquella indolencia de nostaljia que tú, callando, nos dijiste. El agua que en el fondo de esta gruta, obstinada cual en un reló triste, cóncavamente llora, refresca la penumbra con la esencia mojada que enredó a sus misterios tu alma embalsamadora. Y, cielo abierto en flor, luna clara y celeste, esta rosa, en su tallo de un verde no aprendido, recoje la luz última del crepúsculo éste que parece que tú, otra vez, has sentido; fantasma de matices, doncella que trocase, voluble, su oro en plata, y su plata en violeta, como si, en un anhelo de encanto, imitase tu corazón romántico de pintor y poeta... ¡Decoración de ensueño, ya mirada de estrellas, donde el ruiseñor, loco de penas bellas, quieto frente a la rosa que tú has pintado, canta!
(Cuadro)
... Soledad que el amor deja al arte. Sombrosa senda en que aún cabecea tu pincel vespertino... Glorieta de pasión, en que es reina tu rosa de un mundo más pequeño, más dulce y más divino.