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Saben los peces a tu boca
cuando el mar repite en sus brazos tu nombre,
y le da ese color de camisas de niño,
de ojos imposibles si no son los tuyos,
de árboles planos,
tumbados como cálices de menta
sobre las páginas de Sanlúcar.
Tú dos veces el mar
y la sábana invisible que da corazón de río
a los vértices de la tarde,
tú el choque omnipresente del labio y la playa,
como espejo amarillo de los pies,
ruido descalzo de los besos y el cuerpo.
Tú el fondo común de las gaviotas,
el mapa lejano de los mapas vacíos,
la razón y el deseo en la palma de la mano
sacralizada de espuma,
montaña de mis dedos.
El mar y tú,
allende los puertos y los muros atlánticos,
sobrepaso la muerte como dios de su piratería,
y refugio el mundo en las olas que danzas.
de la colección,
El oasis de las sienes
© 2004 José Manuel Vargas Breval