Se habita la infancia con espanto.
Sillas de rostro agrio
el fogoso vientre de la estufa
la espalda tableada del piso
y la boca abierta del pasillo
y las puertas clausuradas
(quién no tiene una puerta clausurada).

Se teme a los objetos que pueden rebelarse
y azotar su materia en torbellino.
El mundo finge convocarnos
pero arremete
atacando con ejércitos invisibles
con leves toques en la espalda
con la bestia agazapada debajo de la cama.

Se nos obliga a construir empalizadas.
Y después cuesta tanto a los afectos
encontrar fisuras
puentes levadizos.


© 2004 Rosabetty Muñoz

SE HABITA LA INFANCIA
ROSABETTY MUÑOZ
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