Cuentos amatorios
Pedro Antonio de Alarcón
La vida
Alarcón, Pedro Antonio de (Guadix, Granada, 1833-Madrid, 1891). España.
Hizo periodismo y literatura. Su actividad antimonárquica lo llevó
a participar en el grupo revolucionario granadino "la cuerda floja".
Intervino en un levantamiento liberal en Vicálvaro, en 1854, y -además
de distribuir armas entre la población y ocupar el Ayuntamiento y la
Capitanía general- fundó el periódico La Redención,
con una actitud hostil al clero y al ejército. Tras el fracaso del levantamiento,
se fue a Madrid y dirigió El Látigo, periódico de carácter
satírico que se distinguió por sus ataques a la reina Isabel II.
Sus convicciones republicanas lo implicaron en un duelo que trastornó
su vida, desde entonces adoptó posiciones conservadoras. Aunque no parezca
muy ortodoxo, en el prólogo a una edición de 1912 Alarcón
es considerado un escritor romántico.
Erotismo "elegante"
Alarcón afirma en el prefacio a su libro que aquí el lector no
encontrará nada "al modo de ciertos libros de la literatura francesa
contemporánea" y parece referirse a las novelas pornográficas
de la época, una página después añade que sus relatos
tienen una "condición interna muy recomendable" y se intuye
que pretende hablar de escenas amatorias sin ser descarnado. Queda la sospecha
de que el prefacio de Alarcón esté lleno de ironía, sin
embargo, basta citar un pasaje de estos relatos para percibir la clásica
y profunda tensión interna de la literatura "católica"
entre las buenas maneras y el erotismo más desenfrenado.
-¡Sí, señora! ¡Quiero ver desnuda a mi tía! -repitió el niño, encarándose con la anciana.
-¡Insolente! -gritó ésta, levantando la mano sobre su nieto.
Ante aquel ademán, el niño se puso encarnado como la grana, y, pateando de furor, en actitud de arremeter contra la condesa, exclamó nuevamente con sordo acento:
-¡He dicho que quiero ver desnuda a mi tía! ¡Pégame, si eres capaz!
La comendadora se levantó con aire desdeñoso, y se dirigió hacia la puerta, sin hacer caso alguno del niño.
Carlos dio un salto, se interpuso en su camino, y repitió su tremenda frase con voz y gesto de verdadera locura.
Sor Isabel continuó marchando.
El niño forcejeó por detenerla, no pudo lograrlo, y cayó al suelo, presa de violentísima convulsión.
La abuela dio un grito de muerte, que hizo volver la cabeza a la religiosa.
Ésta se detuvo espantada, al ver a su sobrino en tierra, con los ojos en blanco, echando espumarajos por la boca y tartamudeando ferozmente:
-¡Ver desnuda a mi tía!...
-¡Satanás!... -balbuceó la comendadora, mirando de hito en hito a su madre.
El niño se revolcó en el suelo como una serpiente, púsose morado, volvió a llamar a su tía, y luego quedó inmóvil, agarrotado, sin respiración.
pág...
Otros cuentos del libro destacan por la precisión de la trama, concebida como un minucioso mecanismo de relojería...
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