VOLVÍ A CHILE COMO AL LIVING DE MI CASA
Entrevista con Juan Cameron
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Foto de Juan Cameron |
Juan Cameron es incuestionablemente una de las voces poéticas más importantes de su generación en Chile y, por la alta calidad de su escritura su nombre debería estar en las más importantes antologías de poesía hispanoamericana de las últimas décadas.
Cameron nació en Valparaíso en 1947, ciudad donde residió hasta el año 1974 cuando se trasladó a Argentina, donde vivió hasta 1977. Diez años después volvió a salir de Chile, esta vez a Suecia, donde residiría por los próximos diez años.
Vinculado principalmente a los grupos literarios de la región de Valparaíso, Cameron era habitué en el Café Cinema de Viña del Mar, junto a Juan Luis Martínez, Gregorio Paredes, Eduardo Parra (músico del grupo Los Jaivas), Raúl Zurita y Jaime Badilla, además de las veladas literarias que se realizaban en su propio hogar. En esa época (previa a su segunda partida) el escritor trabajó como profesor en distintos institutos profesionales de la zona. Luego en Suecia, colaboraría para el semanario Liberación. Durante su permanencia en ese país ganó el Premio Revista de Libros de El Mercurio y el Premio Municipal de Valparaíso (1996). Anteriormente había recibido varios otros reconocimientos importantes como el Premio Gabriela Mistral de la Ilustre Municipalidad de Santiago, en 1982; Premio Carlos Pezoa Véliz, en 1984; Premio Revista Liberación, Malmö, Suecia, 1987; Premio Villanueva de la Cañada, Madrid, España 1997; Premio del Consejo Nacional del Libro y la Lectura, en Poesía 1999 por el libro Versos atribuidos al joven Francisco María Arouet y otros textos desclasificados, y Premio Internacional Ciudad de Alajuela, Costa Rica, 2004.
Entre sus libros publicados se cuentan: Las manos enlazadas, 1971; Una vieja joven muerte, 1972; Perro de circo, 1979; Apuntes, 1981; Escrito en Valparaíso, 1982; &, 1984; Poesía dispersa, 1985; Cámara oscura, 1985; Video Clip, 1989; Como un ave migratoria en la jaula de Fénix, 1992; If I go back/ Si regreso, 1993; Las hojas del diluvio, 1996; Visión de los ciclistas y otros textos, 1998; Jugar con la palabra (Antología 1971-2000), 2000; Versos atribuidos al joven Francisco María Arouet y otros textos desclasificados, 2000; y Treinta poemas para leer antes del próximo jueves, 2005.
Trujillo: Hagamos un recorrido por tu vida literaria. ¿Qué te parece si me cuentas de tus primeras aproximaciones a la literatura? ¿Cómo fue tu llegada a la literatura?
Cameron: Mi padre era un buen lector. Recuerdo que él tenía un cajón con libros en una pieza en el fondo de la vieja casa donde vivíamos en calle Valparaíso. Mi padre estudiaba Derecho, así que yo nunca vi una biblioteca de libros de literatura sino de libros de Derecho. Pero sí hay en la familia un acercamiento a los libros. Tengo una tía, aunque lo niega porque era la madre de un primo que actualmente es general en retiro del ejército que me enseñó a leer a mí. Leí a Nietzsche antes de los catorce años.
Trujillo: ¿Cómo pasaste de ahí a la poesía?
Cameron: Yo llego a la poesía por una decisión dolosa de ser poeta. A los once años, muy cerca de este lugar donde estamos, ahí al lado del edificio redondo en 7 Norte, había una cancha de fútbol. La Cancha CRAV. Yo estaba un día ahí entrenando solo, frontoneando con un balón porque vivía con unos tíos en 7 Norte, y decidí ser poeta. ¿Por qué se me ocurrió, de pronto? Bueno, porque seguramente estaba pensando, yo era muy esmirriado, muy bajo, siempre con cara de guagua, y a los once años ninguna niña me iba a mirar. Entonces quise destacarme en algo. Por esos días, por esa época, yo soñaba tener tres profesiones: ser periodista, poeta y exiliado político. Y de alguna manera he sido esas tres cosas.
Trujillo: Lo de periodista y poeta lo entiendo, pero cómo se te dio en ese tiempo la idea de ser exiliado político.
Cameron: La idea se daba porque acá yo había compartido con exiliados que venían de Perón, y también con algunos bolivianos. Pero más que nada gente que venía de Argentina huyendo de la dictadura de Perón. De la primera dictadura. Perón cayó el año 55 si no me equivoco. Conocíamos gente, se conocía de las dictaduras latinoamericanas. Estamos hablando de República Dominicana, de Venezuela. Entonces, la idea de exiliado político era una cosa muy romántica que se me metió en la cabeza en esa época.
Trujillo: ¿Ya eras poeta cuando llegaste a la universidad?
Cameron: Ya era poeta. Al menos había publicado en revistas del liceo.
Trujillo: ¿Había alguna actividad de los muchachos poetas en el liceo?
Cameron: No, pero hubo concursos. Desde entonces yo me destacaba mucho en las clases de castellano y también en las clases de historia. En todo lo que fuera humanista yo era un muy buen alumno porque leía más de lo necesario. De hecho, yo estoy leyendo desde los cinco años de edad. Leyendo literatura. Aprendí a leer a los cuatro años. Entonces, en el liceo yo ya concursaba y ganaba. Nunca primeros premios, pero sí segundos y terceros premios; hacía los discursos y era conocido como escritor; pero no era un actividad social tan grande. De manera que recién al egresar de la universidad autoedito mi primer libro. Tenía veintitrés años o una cosa así.
Trujillo: ¿Te reunías con un grupo de poetas en la universidad? ¿Trabajabas solo? ¿Existía un grupo establecido?
Cameron: No. De verdad siempre trabajé solo. Es más, mis lecturas de poesía en esa época eran muy vagas, malas y parciales. Había descubierto algunos poetas nuevos. Uno de ellos era Gonzalo Rojas porque mi padre tenía la primera edición de La Miseria del Hombre. La tenía llena de observaciones muy groseras, de él, de mi padre, hacia el autor. Y había conocido a Nicanor Parra, pero mi poeta más que nada era Amado Nervo. Yo quería ser como él, imitar a Amado Nervo. Ése era mi sueño. De manera que estando en la universidad o habiendo recién egresado, el año 1970 ó 1971, se produce un encuentro en el pedagógico de la Universidad de Chile de Valparaíso, actualmente Universidad de Playa Ancha, y a mí me llamaba la atención que hubiera otras personas de Chile que fueran poetas jóvenes como yo. Yo pensaba que la gente que escribía eran dos o tres en cada país. No tenía esa visión. A los veintitantos años no tenía esa visión, no sabía del oficio, no tenía idea. Y ahí conozco a toda la generación que yo llamo ahora “los universitarios del 65”: Omar Lara, Óscar Hahn, Waldo Rojas, este muchacho que nació en Quillota, siempre me quedo pegado con su nombre (se trata de Hernán Miranda Casanova); conozco a Floridor Pérez, a Jaime Quezada. Floridor me dijo una frase que ahora la niega, pero que me parece fantástica. Dice que es un invento mío: “Señor, yo nunca he conocido un poeta más versallesco que usted.”
Claro que todos ellos ya eran mayores para mí. Era gente que había nacido, en promedio, unos cinco años antes que yo. De todas maneras, ese encuentro fue muy importante para mí. Ahí vine recién a conocer a otros poetas, habiendo ya publicado mi primer libro que era muy ingenuo. Sólo conocía como amigos a Eduardo Embry y a Juan Luis Martínez, que eran muy ingenuos. Ese encuentro y otras críticas muy duras que me llegan sobre mi primer libro me permiten con un trabajo un año después ganarme el Concurso de la FECH Regional. En ese concurso salgo yo primero; segundo, Osvaldo “Gitano” Rodríguez y, tercero, Sergio Badilla. Y control y cuadros me llama porque yo no podía ganar a Osvaldo Rodríguez, entonces compartimos. Yo gané el primero y el segundo lugar porque mandé dos trabajos; tercero Osvaldo y cuarto Sergio. Entonces compartimos el primero con Osvaldo, un segundo para mí, y un tercero para Sergio. Algo así fue. Y después, Osvaldo Rodríguez andaba atribuyéndose el premio sin nombrarme.
Trujillo: Dado que tu campo de estudio fue el Derecho, ¿tuvo la universidad alguna importancia en tus lecturas poéticas?
Cameron: No lo sé, pero creo que al menos me dio mucha precisión en el lenguaje. En todo caso, la universidad me enseñó a amar a Andrés Bello y a través de la lectura del Código Civil he llegado a lecturas de la obra de Bello y me he dado cuenta de que es un antecedente inmediato y necesario de Gabriela Mistral, poeta a quien encuentro maravillosa. Así que la universidad me dio determinados datos.
Trujillo: ¿Cuándo saliste de Chile?
Cameron: Salí por primera vez en enero de 1974. Salí por el ferrocarril transandino con mi primera mujer y mi hijo mayor que actualmente vive en Suecia.
Trujillo:¿En busca de qué? ¿En qué condiciones?
Cameron: Yo salí arrancando. Estaba muy afectado porque con Manuel Astica Fuentes y Eduardo Embry teníamos un programa en Radio Caupolicán. No recuerdo cómo se llamaba pero decía algo así como “Transmite el Frente Cultural del Pueblo, Artistas y Escritores con la Unidad Popular,” y Radio Caupolicán era la radio del Partido Comunista. No creo que ninguno de los tres haya sido un militante serio ni peligroso, pero la situación no estaba para averiguarlo. Así que el chico Embry salió, Manuel Astica después se fondeó, y yo tuve que arrancar.
Mi primo, aquél que te contaba, llamó a mi padre y le dijo: “Dile al rucio que desaparezca. Que se vaya los primeros días de enero.” Después de años, supe la razón. En esa época se estaban juntando todos los servicios de inteligencia para hacer una sola institución que después fue la DINA. Una institución represiva bastante jodida cuyos primeros computadores o servicios de computación se los facilitaron unos compadres muy conocidos de Utah.
Trujillo:No sé si recuerdas que empezaron a investigar a las familias hasta la sexta o séptima generación para guardar esos datos en sus computadores.
Cameron: Bueno, gracias a ellos también se arma esta cosa. Yo debo salir. Tengo un plazo para salir los primeros días del 74. A mi primo lo vine a ver hasta 27 años o 30 años después, pero ahora somos muy amigos. Mi primo que salió con grado de coronel, es general porque le dan un grado más cuando salen con el grado máximo, o sea, tocando el grado de general. Es general en retiro. Su última pega fue de Agregado Militar de Pinochet en Canadá, pero se ha redimido y en estos días se acaba de recibir de abogado. ¡A los 71 años! Creo que va a jurar en los primeros días del próximo mes. Hemos vuelto a juntarnos después de 30 años.
Trujillo:¿Cuánto tiempo duró ese exilio?
Cameron: El primer exilio duró hasta el año 77. Eso fue cuando mi padre, que también era abogado, supo que no había causa pendiente. Entonces regresé a Chile, pero con mucho miedo. ¡Fue un fracaso! Regresé porque había habido otro golpe de estado en Argentina, y allí la cuestión estaba cada vez peor. Era peligrosísimo. Así que comparando ambas dictaduras, yo me di cuenta de que en Chile, al menos iba a tener proceso. Y no habiendo causa pendiente, regresé a Chile el 77. Ahí me tengo que fondear en el campo. Estoy muchos años muy mal en el campo, en Pedegua, y luego regreso a Valparaíso.
El 77, además, me gané un premio, el Rudyard Kipling, o creo que fue el 78. Eso me permitió salir del campo el 79 y conseguir una buena pega, y también publiqué Perro de circo. Estuve en Chile nueve años y de nuevo tuve que salir. Esta vez porque me vi involucrado en el robo de un arma. Cuestión de borrachos nomás. Un par de muchachos le robó un arma a un policía en la misma mesa donde estábamos nosotros. Y, bueno, al que ubicaban era al poeta rubio. Fue súper fácil porque había sólo dos en Santiago. Así que tuve que salir de nuevo el 87. Tarde ya salí, y estuve hasta el 97 en Suecia. ¡Estuve diez años y un día!
Trujillo:Esta pregunta la iba a dejar para después, pero ya que has entrado al tema, cuéntame cómo te marcó tu experiencia en Suecia. ¿Cambió en alguna forma tu percepción de la vida, de la escritura, tu condición de poeta?
Cameron: Por supuesto que sí, porque de una relación social muy eufórica como la que había en este país, llegué a la soledad absoluta, al silencio del lenguaje, a un país donde te hacen notar tu condición de extranjero. Suecia es un país xenófobo, absolutamente, donde no tienes ninguna oportunidad que no sea el servicio social. Así que uno se va encerrando, se va cerrando mucho. Había una muy buena infraestructura bibliotecaria y como yo podía leer en inglés y luego sumé el sueco, y con el sueco puedo leer en noruego y en danés, y con el castellano puedo leer en francés, en italiano y en portugués; resulta que en definitiva, en Suecia estaba manejándome como en nueve idiomas, sin hablarlos, y eso me permitía leer mucho. Fueron años de mucha lectura y trabajo porque entré a trabajar en un medio en castellano. Muchos años de gráfica, de producir revistas y libros. No para mí sino para otros. El semanario Liberación.
Trujillo: ¿Eso afectó de alguna manera tu lenguaje poético?
Cameron: Yo creo que sí. Efectivamente. Yo creo que sí hay una cuestión más intimista que a lo mejor no se nota porque como mi ritmo es sanguíneamente más fuerte que el de los otros; seguramente no es el ritmo de Teillier. En todo caso, sí creo que hay una cuestión de profundización espiritual, una búsqueda de Dios, aunque no se note. Me he tirado hacia otros temas que están también bastante repetidos. Temas como la soledad y otros que algunos malinterpretan como nostalgia. Sí. Yo creo que sí me marcó. No pude, por más que quise, sacar el yo de la poesía. Eso definitivamente me ganó: Soy yoísta y no hay caso.
Trujillo: Háblame de tus primeros libros. ¿Cuál de ellos te dejó mas satisfecho?
Cameron: De mis primeros libros, yo creo que Una vieja joven muerte, que fue el segundo y que es un cuadernillo que no debe tener más de once textos. Un cuadernillo que imprimo con el dinero ganado en el concurso de la FECH marca un cambio bien notorio que sorprende a mucha gente. Sin embargo, es un libro publicado muchos años después el que me catapulta al conocimiento público: Perro de circo, del 79.
Trujillo: A mí me parece que Perro de circo es no solamente un libro importante para catapultarte sino que también para mostrar una nueva figura en la poesía chilena en un momento en que las figuras eran escasas. Ese libro me parece sumamente interesante.
Cameron: Bueno, yo lo leo ahora y me parece muy ingenuo. Me han propuesto reeditarlo, pero es que…
Trujillo: Pero es que uno no puede negar su momento. Uno no puede leer esos libros con los ojos del poeta de hoy. Somos otros poetas.
Cameron: Yo les digo, reedítenlo. Voy a corregir dos o tres puntitos, pero si me pongo a corregir lo desarmo y ya es otra cosa, ya no sirve.
Trujillo: ¿Con qué te encuentras a tu regreso de Suecia?
Cameron: Me encuentro con un país absolutamente distinto. Es otra cosa. Ya no hay solidaridad, no hay respeto por la palabra. Uno vuelve jubilado. No hay ninguna solidaridad. ¡Ninguna!.
Trujillo: ¿Sigue siendo igual la relación con tu grupo de amigos de antes, con los poetas que se conectaban contigo?
Cameron: No, no es la misma. La gente ha crecido. Éramos muchachos y ahora somos abuelos. Además, antes hablábamos de la revolución y ahora hablamos de la jubilación. ¡Ya no es la misma cosa! Las relaciones internas son muy duras; hay un deseo de desarmarte por desarmarte, simplemente porque eres. Hay una competencia bárbara y salvaje que es la mala educación que nos dejó el régimen militar obviamente. La competencia, la necesidad de sobrevivir, y además un mercado monotemático. Hay un espacio para uno solo, entonces las peleas son casi inevitables en cuanto a cuestiones de muy mala leche. Sin embargo, con todo, siento que el de los poetas es un gremio fraterno, a pesar de todo, siento que hay bastante fraternidad, pero los muchachos más jóvenes son perros salvajes, son bárbaros.
Un poeta gana un premio y los otros dicen que lo ganó por corrupción, por inmoralidad o por favores del estado. Cuando tengo información de algo, esas acusaciones no me favorecen a mí sino que a otros. Las voy contestando muy amablemente, justo para demostrarles que no es así el asunto. Es muy desagradable.
Trujillo: ¿Qué fue lo que te hizo volver a Chile?
Cameron: Volver a mi acuario como decía Sergio Hernández, el poeta de Chillán. Es mi acuario conocido, donde yo estoy. Volví como al living de mi casa. Más viejo y más deteriorado, pero era el living y era mi casa. En este país no soy extranjero y eso es muy importante. Aunque sea rubio me reconocen como uno de sus pares.
Trujillo: Volviendo a lo propiamente literario. Luego de Perro de Circo tienes otras publicaciones, participas en encuentros constantemente, eres incluido en antologías y revistas. En ese momento, ¿cómo se asume el poeta como tal?
Cameron: Ahí hay un doble juego bastante más complejo. Es qué soy, porque, por un lado, la figura pública se va alejando de la persona que tú eres, toma mucho vuelo y va ganando respeto en los desconocidos porque tu nombre es como un volantín que se está viendo. Entonces te van alejando, alejando con respeto, y deshumanizando. Es jodido. Como decía Gonzalo Millán un tiempo atrás, “fama sin plata no sirve.”
Trujillo: Me gustó mucho esa imagen que lo que es tuyo se te va escapando, se va elevando como un volantín, empiezas a recibir el reconocimiento de quienes no te conocen, y eso es cierto, pero cuando se piensa es muy triste. Para tus cercanos, tú sigues siendo el mismo, pero tu nombre suena distinto en la gente que no te conoce.
Cameron: Cuando me ven mis amigos en el supermercado siempre les digo, “en la casa no me tratan de maestro; no respetan la fama.” Pero las pocas veces que he hecho talleres o he hecho clases, les digo a mis alumnos: “Miren, uno es el auriga que lleva dos caballos. Uno es la obra y el otro el reconocimiento público. Ninguno se te puede adelantar o atrasar porque te das vuelta.” Ambos tienen que ir al mismo tiempo y es difícil manejar eso. Manejar la cosa pública y la intensidad de la obra o bien frenar las dos. Ir despacito.
Trujillo: Quiero volver a tu paso por Suecia. Para mí, tú eres uno de esos poetas reconocibles desde tus primeros libros. Un libro de Cameron es un libro de Cameron y no puede ser de otro que de él. Es inconfundible. Tu poesía tiene una forma muy particular de enfrentar el lenguaje y el tratamiento del texto. Un poema tuyo es un poema tuyo; un libro tuyo es un libro tuyo, lo que no quiere decir que no haya evolución. Yo veo en tus libros el acendramiento de una forma, de un lenguaje, de una visión de mundo y de una conciencia poética. Pero tú eres el poeta y pienso que no hay nadie más capacitado para notar esos cambios esenciales o mínimos que se van dando en tu poética desde tu primer libro al último. ¿Podrías mencionar esos cambios o peldaños que tú mismo ves en el desarrollo de tu poética y elaborar un poco sobre eso?
Cameron: Creo que desde el comienzo he procurado que el asunto tenga fluidez fónica, el buen oído. Yo creo que con el tiempo lo que he logrado es economía de lenguaje. Economía de lenguaje para que conceptualmente el asunto sea más alto, pero, a veces, en estos últimos años he tratado de romper incluso aquello porque he frenado demasiado el impulso lúdico por mantener el rigor de un estilo. Pero sí ha habido un claro tratamiento de la forma. Efectivamente, yo creo que eso podría notarse si uno fuera viendo el desarrollo de mi poesía en cosas concretas: menor cantidad de sílabas para expresar lo mismo, eliminación de los “que”, los “de”, los “y”, ahorro semántico, tal vez.
Trujillo: Y en cuanto a temas, ¿se han mantenido más o menos los mismos?
Cameron: Mira, desde que tenía once años me di cuenta de que esto era algo de forma. Entonces, para mí, el tema siempre ha sido un mero pretexto para hacer un objeto u otro que es la poesía.
Trujillo: En eso coincido contigo. Para mí, la poesía es una cuestión esencialmente de sonido.
Cameron: Claro. Sonido y sentido como decía Johannes Pfeiffer. Siempre vi la poesía como una cosa de forma. Incluso el gran amor, el más terrible amor, el que te llevó al suicidio, no se llamaba María sino Domitila, porque Domitila sonaba mejor en el verso, y punto. Y al diablo la María, y lo mismo con la revolución.
Trujillo: Lo lindo de esto es como se me conecta la poesía inmediatamente cuando dices “se llamaba Domitila.” Uno de los poetas de Aumen, Víctor Hugo Cárdenas, tiene un hermoso poema que se llama “Domitila.” Un hermosísimo poema.
Cameron: Importa poco la precisión en cuanto a nombres. A pesar de que esté refiriéndote a alguien en particular, lo que importa es el texto. El texto es una dictadura y es lo que es. Uno, a lo mejor, resulta moralmente un fariseo, pero mala suerte nomás.
Trujillo: ¿Hay algunos poetas chilenos o hispanoamericanos con los que te sientas más próximo?
Cameron: Hay muchos. Partiendo por los chilenos, efectivamente los cuatro tipos que influyen en los últimos movimientos me afectan mucho: Parra, Gonzalo Rojas, Teillier y Lihn. No hay ninguna duda. Pero no tengo ninguna empatía siquiera con algún otro de la Generación del 50. Con Armando Uribe Arce, para nada. ¡Qué inteligente! ¡Qué bueno que escriba! Pero no está conmigo. A mí, de los latinoamericanos, me interesan mucho los de mi generación: Jorge Alejandro Boccanera, de Argentina; Toño Cisneros, de Perú; Predro Shimose, de Bolivia; este venezolano de Adiós al Siglo XX, Eugenio Montejo; Juan Manuel Roca, entre los colombianos. Hay una selección latinoamericana intensa, Ledo Ivo, que yo quisiera escribir poemas tan intensos y hermosos como ellos. De Ledo Ivo hay cosas que a veces repito: “Otros vendrán lúcidos y enlutados,/ sin embargo, yo vengo borracho/ …/ Y si mañana encuentran la cruz de tu tumba/ caída en el suelo/ no fue la noche, Hermengarda, ni fue el viento./ Fui yo.” Y además es una gran persona, un viejo lindo, hermoso tipo. Cuando cumplió ochenta años, y su ciudad le editó sus obras completas, él me mandó un ejemplar en portugués. ¡Envidiable! Mil doscientas páginas, Poesía Reunida. Tuve el placer de presentar aquí en la embajada la antología que le hizo José María Memet.
Trujillo: ¿Qué trabajos poéticos te ocupan hoy día?
Cameron: Estoy intentando escribir de nuevo sobre temas que tienen que ver con el conocimiento del siglo XX, a través de la lectura de Montejo, Adiós al Siglo XX, y de otros intereses que tengo porque comencé a estudiar filosofía del siglo XX y además por la tremenda vinculación que tiene con la lingüística.
Trujillo: ¿Habías estudiado filosofía en tus tiempos de Derecho o es un interés nuevo?
Cameron: Es una cosa nueva. Por supuesto sabía algo, qué se yo. De Marcuse había leído algo, pero después me metí con Fromm, Habermas, Adorno y toda la vaina que sigue adelante. Tenía una buena lectura de lingüística. Leí bastante. Empecé ordenadamente, con Ferdinand de Saussure, una buena estadía en Roland Barthes para aprender todo el lenguaje estructuralista, semiótico y lingüístico del caso. Entonces tuve una buena formación. Y este año me dediqué a estudiar el Círculo de Viena, la Escuela de Frankfurt y las últimas expresiones de la filosofía del siglo XX. De ahí me han salido temas, me han salido textos de repente, textos ocasionales. Tengo uno en que mezclo imágenes de mi mujer con alguna obra de arte, y algunos trabajos de un texto que se llama, “… por Habermas pinta un autorretrato en la cocina,” en el que voy mezclando muchos planos. Me ha costado escribir últimamente. Más que antes.
Trujillo: Pero también te has dedicado al ensayo. Tú siempre estás escribiendo notas o artículos sobre poesía chilena o sobre poetas determinados.
Cameron: Esas son crónicas.
Trujillo: Pero son crónicas sesudas. A mí me parece admirable la manera en que logras ver teóricamente la poesía de los amigos. Me parece admirable la manera en que enfrentas el texto poético desde la perspectiva de un poeta, pero con pluma de ensayista fino. ¿Cuánto tiempo le dedicas a esos textos?
Cameron: Es lo que más hago. Yo creo que soy más cronista que poeta. Lo que pasa es que yo tengo mucha inseguridad. Como he sido un buen lector - Borges decía “yo soy más lector que escritor”- sé distinguir calidades, y me doy cuenta de que en prosa no tengo ninguna tremenda calidad. Me cuesta mucho escribir. Entonces, eso me ocupa mucho tiempo, pero escribo porque quiero contar cosas, dar opiniones sobre, y escribo bastante crónica, más de una vez por semana.
Trujillo: ¿Aparte de eso, tienes otros trabajos de escritura?
Cameron: Poesía solamente y mucha lectura.
Trujillo: Vamos ahora a una pregunta jodida para ti, para mí, o para cualquier poeta, porque es difícil hablar de esas cosas cuando uno es parte de ellas. Por eso no hablo de ciudades ni de regiones, ni de poesías ni de poetas en particular. ¿Podrías darme tu percepción de la poesía chilena de hoy en relación a la del periodo de la dictadura, que fue la de nuestro periodo de jóvenes?
Cameron: Lo que ocurre con la generación del 80, como podríamos llamar a la nuestra la de los 70. La nuestra, que era la del 70, la continuación de la poesía universitaria del 65, podemos decir que era la poesía de los post 73. En ese momento había elementos extra-literarios que jugaban en forma poderosa. En verdad, lo extra-literario era lo esencial. Lo importante era la mística por un mañana mejor, esto tiene que venir, tenemos que derrotar esto, una razón para... Por lo tanto, había mucha solidaridad, había buena onda, había algo que los iniciados llaman amor, todo era muy distinto. Había buenos elementos que reconocíamos entre nosotros. En ese tiempo también estaban bastante mezclados la calidad con el concepto de lucha. Recuerdo que hubo muchos poetas que se formaron en la cárcel y que una vez salidos de la cárcel, ¡Dios mío!, mejor hubieran seguido ahí nomás.
Entonces, esa generación fue muy intensa, muy vital. Yo no sé si era imagen nuestra o era verdad, pero de alguna manera nos estábamos jugando el pellejo. A lo mejor los de inteligencia no nos daban ni bola y nosotros estábamos engrupidos creyéndolo. Pero después que llegó la mentada democracia, como dicen los argentinos, se pudrió todo. Se acabo la mística, se puso todo muy chato, muy gris. Santiago cobró demasiada fuerza, opacó al resto del país y se apagó el asunto.
Después de los 90 o en los últimos 90 aparecen nombres nuevos reaccionando muy fuerte contra este sistema. En Santiago sobre todo, con poetas como (Leonardo) Sanhueza, obviamente Javier Bello, Germán Carrasco que me parece un excelente poeta. Gente muy rupturista, de buena calidad, pero quienes plantean que con ellos empiezan la poesía y el arte en general, que hacia atrás no hay nada, del 80 para atrás no hay nada. ¡Prehistoria! Algunos son buenos críticos, muy buenos comentaristas, como Jaime Lizama. Ellos niegan la existencia de las generaciones anteriores. Una cosa muy dura, muy jodida. Les nombras a Quezada y te dicen “¿quién es Quezada? ¿a quién le ganó ése?
Trujillo: ¿Pero ves una verdadera renovación en ese grupo de los 90?
Cameron: En los años 90 hay nombres aislados que son de muy buen nivel. Hay poetas inmediatamente anteriores que son destacables, como Armando Roa Vial, pero de los del 90, yo te diría Carrasco, Bello y Sanhueza. Es que ahora mi querido, amado y adorado hermano Raúl Zurita Cánepa que, pese a haber ganado el Premio Nacional de Literatura, sigue maniobrando; sigue con sus oscuras maniobras.
Trujillo: Pero, que yo sepa, no le escribió ningún poema a Michelle Bachellet.
Cameron: No, pero se tiró muy bien contra ella y yo lo aplaudí. Tengo un artículo que se lo voy a despachar a él. En verdad, se tiró contra Lagos y la Michelle y mi mujer dijo: “¡claro, después de ganarse el Premio Nacional!” Yo le dije, “es cierto lo que tú dices, pero igual me gusta que haya hablado.” Después vino la generación de Cantares, que es la Antología de Poesía Joven que hace Raúl Armando Zurita Cánepa. En esta generación hay nombres buenos como Héctor Hernández Montecinos, poetas muy reventados, muy rupturistas, ya en el post-modernismo total, el caos total. Ya los del 90 no existen; está muy desordenado el asunto. De aquí van a salir algunos nombres; obviamente Hernández Montecinos.
Trujillo: ¿Existe cierta solidaridad generacional o grupal entre ellos?
Cameron: De hecho, organizan ese encuentro que se llama “Poquita Fe.” Este año me consideraron porque Hernández, de tanto pelear, se ha hecho amigo mío. Es que uno ya los va reconociendo como pares.
Trujillo: Te lo pregunto porque lo que tú me cuentas sobre la falta de solidaridad es algo absolutamente visible, y es doloroso. Tú sabes que cuando empezamos el año 75 en Castro, no había nada. Hoy día allá, o en Chiloé, por lo bajo, debe haber diez o doce poetas publicados, pero cada uno vive su vida.
Cameron: Y ninguno continúa el proyecto Aumen. Este cabro, este maravilloso poeta que es (Jorge) Velásquez, yo lo conocí el 91, cuando era un muchachito, leyendo en el salón de La Naranja Mecánica.
Trujillo: Según lo que me cuentas, ha habido cambios tanto en la relación humana como en el acercamiento a la poesía.
Cameron: Lo que pasa es que el poeta pensó que con el retorno, entre comillas, a la democracia, uno iba a volver a los tiempos de la Unidad Popular, con el apoyo estatal y la estructura conocida, pero no fue así y se fue alejando del poder. Incluso en este momento están bastante enfrentados. Uno vive anualmente con las becas que consigue en este sistema en el cual compite como cualquier otro. Pero fuera de eso está excluido por la Concertación, y la Concertación es un grupo de personas que pertenecen a partidos políticos, que no tienen ningún nivel intelectual, salvo algunos ministros que lo tengan. Por supuesto que no les interesa el asunto cultural sino en la medida que es propaganda, propaganda política. Y uno se ve enfrentado a ellos.
Trujillo: Hace unos diez años, tú estabas en Suecia todavía, alguien me hizo una entrevista para El Mercurio de Valparaíso. Yo había venido dos o tres años seguidos por seis semanas cada vez. Él me preguntó sobre la poesía de Valparaíso y yo le respondí, tal vez estaba fuera de foco o era puro desconocimiento mío, pero por lo que había visto en esos años, le dije que la poesía de Valparaíso estaba callada o muerta o algo así. No era una opinión despectiva sino una opinión basada en lo que había o no había encontrado aquí en ese tiempo. Sin embargo, en los últimos años me parece ver un desarrollo bien notorio del trabajo poético en esa zona.
Cameron: Hay buenos movimientos. En Valparaíso, en parte, hay dos fuentes que permanecieron o que se generaron después de la dictadura. Una es la Universidad Católica de Valparaíso a través de su Instituto de Arte, que es una magnífica labor, y la otra es el Taller de Poesía de la Fundación Pablo Neruda que dirige Sergio Muñoz junto con Ismael Gavilán. Esas dos fuentes han bastado para generar poetas nuevos y poetas de calidad. Y hay que reconocerlo. El Taller de la Fundación va generando año a año nuevos nombres. Algunos quedan, otros desaparecen, pero de ahí han salido nombres. Por otro lado, la llegada a Valparaíso de otros autores: Bertoni que está en Con-Con; Marcelo Novoa que nació en Villa Alemana, así que digamos que volvió a la zona; Claudio Gaete, que nació en Valdivia y se formó en Temuco, un cabro muy joven. Ganó el Iberoamericano de Poesía Pablo Neruda, que es un concurso serio. Memet, Boccanera y Cisneros estaban de jurados el año que ganó Gaete. Vive en Valparaíso. Es decir, hay nombres buenos.
Trujillo: Te repito que me llama la atención ver la poesía de Ismael Gavilán, de Marcelo Pellegrini, de Sergio Madrid, de Juan José Daneri. Hay una cosa nueva en relación a lo que era la poesía nuestra de aquellos años.
Cameron: Acá hubo un intendente al que se le ocurrió hacer un certamen de publicaciones que se hizo en cuatro oportunidades y significó publicar 52 libros. Yo fui encargado tres veces de ese certamen, y de aquellos, 25 ó 26 fueron libros individuales de poetas.
Trujillo: ¿Existe actualmente alguna agrupación de poetas en Valparaíso?
Cameron: Están las tradicionales asociaciones de escritores. La SECH de Valparaíso, que reúne gente: profesores jubilados, profesoras con aspiraciones, inspiraciones e inquietudes, que es una cuestión que pica, parece. Está la SECH, filial Valparaíso, dirigida por nuestro enérgico amigo Carlos Amador Marchant. Y hay otras tres o cuatro asociaciones en la provincia, pero mejor ni mencionarlas.
Trujillo: ¿Publicaciones, revistas?
Cameron: Lo que hay ocasionalmente son lecturas.
Trujillo: Volviendo a tu trabajo personal, ¿hay algún libro en preparación?
Cameron: Hay un libro que está saliendo desde el año pasado. Creo que la máquina debe haber tirado unos 50 ejemplares. Es que el editor no tiene dinero o no sé qué pasa. Se llama El bolero de los ángeles y me lo edita mi amigo de Altazor. He tenido muy mala suerte porque ese libro reúne dos cuadernillos. El primero es el libro premiado en Alajuela, Costa Rica, y se llama Treinta poemas para leer antes del último jueves. Ese libro no salió en Alajuela ni se reprodujo acá. Es un desastre. Eso es lo último que he publicado.
Trujillo: Considerando que ya tuviste dos exilios, el primero en Argentina y luego tu autoexilio en Suecia, ¿todavía sigues con deseos de otro exilio o de otra salida gustosa?
Cameron: Encantado me iría a Costa Rica o a Colombia. Esos son países que merecen vivirse. En un año estuve dos veces en Colombia, primero en Medellín y después en Manizales, dos realidades absolutamente distintas. Yo les decía a las colombianas, “si yo hubiera estado acá habría muerto joven, pero de muerte natural.” Demasiado intenso. Pero en Costa Rica sí que me habría gustado. No elegiría un exilio en Suecia; el próximo va a ser en Costa Rica.
Entrevista realizada en Viña del Mar, Chile, el 3 de julio de 2006
* El libro Treinta poemas para leer antes del último jueves aparece finalmente, por Editorial Costa Rica, en San José, el año 2007.