Cuento indio

Érase una vez un par
de ojos negros azabache
perfectamente perfilados
en una cara contorneada
por una larga melena lisa
del color brillante
de una noche sin estrellas.

Érase la belleza misma
confabulada con la inteligencia
de un cuerpo modelo
y unos labios de miel,
y una naturalidad misteriosa,
y un destino indio de mujer.
Érase Marina, Pocahontas,
Iracema y Sacajawea.
Érase todas ellas lacrimosas,
engañadas por un sino europeo cruel.
Había una vez un joven aventurero.
Su nombre: Hernan Cortés.
Colega en perfidias amorosas
de un rubio apuesto marino inglés:
John Smith se presenta.
Compañero de Martim, Charbonneau,
Lewis y Clark es.
Los barcos izan su bandera cristiana.
Bandera de salvación; bandera civilizada.
De español, inglés, portugués y francés.
Vivan las banderas conquistadoras
(perdón. Quiero decir, salvadoras)
y los mares que surcan
los navíos de la fe.
¿Cómo puede la avaricia de la tierra
tirar más que el sentir puro de un indio ser?
Iracema se muere de pena
esperando a su amado
con resignación penelopeana.
Pocahontas se embarca
en una parafernalia inglesa
para quedar increíblemente abandonada.
Marinita, Marinita ganóse
la fama de traidora más
el contínuo pasar de mano
a mano casada y sola.
Igual que Sacajawea,
que tuvo que maldecir hasta la saciedad
la belleza negra de sus ojos
que la lanzó durante años
a las garras de un triángulo amoroso.
¡Abejas de flor en flor,
que tras probar la delicia exótica
de la dulce miel
destruyen la india flor
por ser a fin de cuentas "otra"
y con ella la jandaia y la maracujá,
la ilusión de paz más inocente
que en la tierra pueda florecer de un ente!
¡Abejas del horror!
¡Abejas!

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Mosaico de identidades

Si es verdad que en este amasijo
de partituras autonómicas
tu yo se encoje en pose
de anticonquista, con cara de indecisión y luces de faros
cosidos de noche, como bradomín en decadencia,
igual, dime entonces cómo hilar las piezas de mi
ser a la deriva por poco que sepas de planos.
Si es que el dedal de Phoenix me robaste,
globalízame el mundo en una décima de segundo,
vuelve a desglobalizarlo, encógelo y retórnalo a su tamaño natural,
porque, ¿cuánto dolor cabe en el arrugar de una sábana?
¿Cuánto placer en el desdoblar de la misma?
¿Cuánto temor en su envoltura epitáfica,
por tentar los dibujos, por vender garabatos
de lujo, por salir a escondidas cibernéutica,
por tenderme entre líos marañosos,
por comer de tus suspiros enlatados?
Manténme a dietas fronterizas (?),
Hazme un garabato tú y te lo compro.

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Seducción de naranjas

En medio de enlaces de puzzles contramodelo
(¿a dónde ha ido a parar el patrón?)
poematizo el metasentido de tus azules
(plumas de cisne degollado)
soñados, palabreando a solas,
mientras te corrompes en seducciones de naranjas
(¿te has preguntado quizá como siente la vitamina C de su pulpa desnuda?)
dada tus filosofías vegetales,
es un más allá fijo
el que domina los controles cero de tu morfología
si en una playa pacífica arenas nos sirven de silla
y tú contemplas el mar diluyéndote en composiciones químicas
cuando yo me fascino ante la hojas mojadas de letras
que de su sal emergen a modo de souvenir tachado
(censuras de menta)
y las sirvo con caviar preciado
y en tu mente de belleza antimetamórfica
tú, tú las rechazas por su pacífico componente de océano
y yo, yo me disuelvo sorda en compuestos
de ácido sulfúrico en alto contenido.

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Canción gitana

Por veinte duros, guapo,
te leo la fortuna por sólo
veinte duros.
Mira, lindo,
vamos, niño, sé bueno…
Por veinte duros, sólo veinte.
Guapo, tus ojos se bañan al menos
en las aguas más profundas de la bahía…
¡Ay, esa bahía de Cádiz!
Toma, una mata de romero
para ti, cariño.
No tengo leche
para mi niño.
(El transeúnte le da un billete de mil pesetas
al personaje bohemio).
¡Olé lo más bonito!
La virgen María protege esos ojos
y en sus rezos los cuida
con delirio materno
porque hoy escuchaste
una canción del cielo;
una llamada celestial,
un grito de una gitana tirada en el suelo.

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El abuelo de Punto com

Me he buscado en horrores selváticos.
He rastreado los contornos mismos de las nubes
colgantes, aquellas que no saben del sentido, las nubes,
las nubes en las que me baño.
He pugnado por las penumbras atlánticas,
aquellas que hacen eco de sus calas,
aquellas donde te aplacentas de curiosa casualidad
por falta de leche en polvos cosméticos,
medicina cruel de extremos libertarios,
dos por uno, la toilette de la feme.
Pídelo por teclados de máquinas cuadradas,
nietas del abuelo sobre-carta, haciendo burlas
al viejo, haciéndole burlas y cortes de manga.
No te quiero, abuelo, por viejo.
Ya no me sirves por feo.
Teatro ácido de la vida.
Repetir de enseres volátiles,
karmas al viento.
¿Resultado? Dos yos sin fecha,
tres yos con ella, tres yos más los otros
en el crudo perecer de un trivial momento...

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Una rana colgada de una percha

Croando magulladuras, besando princesas
ficticias por falta de linaje a palpar,
se encuentra el panel de tu rostro,
un óvalo cuadrado de curvas blancas
en tierra nativa, en tierra foránea
(¿y qué más da el espacio si son territorios
de todas formas lo que por sangre se mata la piel humana?)
extrapolando los papeles de un azar natural,
extasiado ante primores de lo exótico,
dos quilombos y cien tambores de Mozambique,
qué daría yo, qué daría mi gana, por satisfacer
un deseo de historia aprejuiciada hambriento,
qué daría por abrazar las utopías de Acotirene,
las heridas púrpuras de colores causados,
y los molinos destruídos en el rodar de las aspas
al atardecer perezoso de un crespúsculo lento...
Son labios morados los que la rana besaron
en su placeres perversos.
Cuélgame en el croac cruel de tus cúpulas.
Qué daría mi propio deseo en su ogoísmo de rata
por abrir de los libros antiguos sus empolvados misterios...
[¿Qué?]

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En los portales de tus sombras

El aire, en su embarazo prematuro,
desconoce los emblemas del destino escogido.
En medio de un flirteo de estandartes, banderas
e insignias por el estilo, palpita la conciencia
del ignorante, que no habla, que no nace,
parafernalia carmesí, cavernas platónicas,
debuts por doquier, numeritos ambulantes.
Es la falacia del no arañar el algodón querubín.
Son los contornos de una sombra chinesca
al columpiarse entre las manos artistas,
porque crea, porque ciega contra el panel se debate,
porque arriesga los despojos de sus desnudos afilados de arista.
Formas cuadradas amenazadas por cubos de molde,
líquidos en su anatomía fugaz, etéreos en su vuelo
de globo fugitivo.
Lenguas multicolores, himnos de discursos prepulidos.
Vierte el agua fronteriza en premisas de sequía.
Tráeme la diversidad en un bote cerrado y te lo digo.
Risotada de antifaz cabalgatero:
carnaval de musas, sombras de miedo.

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Toma número uno

Ponte de lado, así, sonríe, no,
dispara primero y luego sonríe.
No, no, así no…
Más agresivo, nooooooo, así no…
¿Cómo decirte? Sí, ya sé, más asesino,
debes parecer más asesino.
No, no… así no…

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Identidades prestadas

Desafío de caretas
ante un duelo al amanecer
manchado de sangre romántica:
Lucha, cobarde.
imagina dos casas jugando al escondite;
imagina un pez volando al galope
entre selvas acuáticas, por ser belleza
de otro mundo, un cometa,
bebiendo batido de coco,
por mera curiosidad exótica,
ocultando en su baile de máscaras
la verdad obsoleta de una excusa de fe,
mamando cocoteras secas
en su gimoteo pueril
de un mimoso salvaje,
mientras Ruanda grita espinas de sangre,
(¿y qué?)
y Bosnia escupe espumas de lágrimas
(¿y?)
y sigo buscando en mi impaciencia
detrás de las paredes con afán de encontrarte.
Sal de tu escondite; te veo.

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Tintas corruptas

Poesía, tus crímenes de pasión
provocan las playas recónditas
de mi boca.
Poesía, tu temblor por la mañana
me despierta cual el rubor camaleónico
al sentir los latidos crueles
de mi humana derrota.
Descarada, en los fuegos pétreos
tu quemar culpable
diseca los sudores de mis pestañas tristes.
Abortas los ritos de mi careta
cuando el polen de la injusticia soplas.

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Préstame una sonrisa

Es un préstamo de evasión el que arrodillada te pido.
Es un pacto de cristal el que a ciegas firmo.
Dámelo.
Te compro un enigma de lluvia
si son cúpulas dimensionales
las que amoldan los contornos tímidos de tu boca.
Te doy un suspiro en un subtono
soplado por el hielo de mis venas.
Te doy el antideseo enfrascado
en una botella antipetróleo.
Te doy un reloj sin agujas
perteneciente a la edad
de traducciones latinas.
Te regalo un deseo camuflado
en la anagnórisis de un hombre
afrontando sus propias limitaciones…
(hay que tener agallas…).
Toma lo que prefieras
si el miedo árabe
es sólo una leyenda de Alhambra
y si operas, si operas la mente humana
con bisturí pacífico,
porque te doy mis letras fugitivas
si te pregunto qué es todo ésto
y son mariposas blancas las respuestas
resbaladas de tu boca evasiva.
Como Juan Ramón, igual.

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Toma número dos

Inténtalo de nuevo.
Ahí está. Vamos mejorando.
Otra vez, el otro perfil.
No sueltes el arma.
Lo agresivo vende, muchacho.
Pon cara de fascista, muy bien, muy bien…

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En los confines de mapas amorfos

Si sabes cuál es la fuerza canija
del sol en un día de lluvia
pulcro de banderas e himnos,
pulcro de religiones e inclinaciones
de cama y de púlpito,
por bailar con dicotomías equivalentes,
por sacudir prejuicios preciados,
patrones de antaño presentes,
conoces el lenguaje de la música
que invade los contornos de Oriente
y que arrasando penetra bárbaro
en las fronteras más nacionalistas de Occidente.
Big bangs actuales,
cacao de paradigmas terrenales
si en un avión de distancias crueles
el mundo esmorece tragedias
mientras sigue marcando fronteras
porque "la vida sigue".
Dialéctica matemática
de la inexactitud:
2+2=3.

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Caleidoscopios electrónicos

Vendo lágrimas verdaderas,
a veinte duros la hora
si el espectáculo hollywoodiano
promete fuegos artificiales,
interacciones de Oscars
bajo observación de ojo clínico,
bajo visión de globos aquilatados,
nada menos que el rimel-diamante
de una estrella de cine
brillando glamour por bandera,
deslumbrando maquillajes por doquier
si el presupuesto del numerito merece la pena.
Presiona las teclas "control"
y mecanografía "star"
para ver intermitente las estrellas
en piezas de colores machacadas.
Instante de guión maquinado.
Tomas de hielo nevado.
Recoge tus lágrimas de circo.
¡Corten!
Estúpida farsante plañidera.

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La plata

Los archipiélagos de tu sentir
son muestra isleña de lo continental
de tus obras.
La leche que tus huesos puebla
se condensa tal un bote mañanero
que por dulzura camuflada se agolpa.
Las venas que unen tu cuerpo
son cables de circuito eléctrico.
(ojalá no se encienda la bombilla
conectada).
Tu rostro de belleza etérea flota
como imán de plástico
a la luz de ella.
Qué bonita. Y qué fría…

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La vida sigue

Un marroquí arriesga su vida
por cruzar el charco en una patera
y una mulata se vende
en el burdel europeo
por dos pesos cubanos
mientras un mexicano
cruza la frontera ilegal
para trabajar de obrero
cuando una prostituta rusa
se desgasta en un barrio europeo
y dos niños colombianos
se mueren de hambre
a la vez que un psicópata
a una indefensa viola
y miles nacen con un
futuro negado ya
cuando un drogadicto
se inyecta la última
dosis en una esquina
y el mundo sigue regurguitando:
La vida sigue.

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Veneno

Todo lo que separe la humanidad,
digo raza, lengua, religión, …
es veneno para el corazón.
Veneno para la vida es
porque contamina
las entrañas más profundas
de las aguas más recónditas.
Veneno para la vida es
porque atenta contra
los bostezos del madrugador
en la mañana.
Y mata las intenciones más benignas
del inhumano más malvado.
Las mata.

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Poesía para la guerra

Por cada vez que un moro
y un cristiano hayan lidiado
banderillas envenenadas
en pleno campo de batalla
habrá una mujer violada
en el horror esperpéntico
de Sarajevo maldito
mientras cadalsos en rocas
gibraltareñas pierden vidas
en su lucha contra teteros
nórdicos con sombreros y paraguas,
mientras el toro y el caballo
se desgarran las entrañas
por un primer plano en
el "Guernica" de Picasso,
mientras bigotes alineados milimetralmente
por cuchillos dictatoriales
se disputan el grito
más "chic" en los confines
más lacrimosos de Europa
por cada vez, por cada vez
que el tiro borbotea
la vida que tiñe los mares
de rojo,
habrá color:
sangre.

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En la púa de tu éxito

¿Por qué cuando
te coronas diamántico
en el escalafón infinito
de una egipcia pirámide,
autoritario, majestuoso
como un pino polifémico,
uniformado, galardonado
como rey de masacres,
brillante de espuma,
manchado de sangre,
es un cactus puoso
lo que en la cima
de un iceberg veo?

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Canción del obrero

¿Quién se habrá muerto en el cielo
que la virgen va de luto?
¿Quién ha dicho que la
Venus es de Grecia si
de aquí se presume la diosa?
¿Quién ha dicho que los reyes magos
no existen si sólo arte de magia
puede ser esta reina que pasa?
¿Quién ha robado las perlas
del océano para que tú
puedas llevarlas en tu boca de sueño?
¿Quién te peina, Dánae, los cabellos de oro?
¿Quién pudiera enfrascar tus suspiros de caramelo?
¿Quién te viste, niña, que tus ropas
relucen siempre como sedas diamantinas?
¿Quién inventó el concepto de belleza
si tú sin mover un dedo lo ejemplificas, mi alteza?
¿Quién, en su búsqueda incesante,
suplicó a los dioses más perfectos por ti?
¿Quién?

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Amanece

Un rico comienza su sesión
de órdenes en la cama.
Antonio Pérez se va al trabajo
con apenas un donut en la mano.
Una chica llamada Tiffany desayuna diamantes.
Rosita González se toma su café sin azúcar
antes de ir a limpiar suelos.
Un príncipe recibe galas a son de trompeta.
Manolo Jiménez tiene suerte si encuentra
un bizcocho para acompañar su leche.
Una niña pija abre los ojos
y lo ve todo color de rosa.
Carmen López bebe agua de la fuente
y quizá se encuentre un pedazo de pan.
Un conde recibe junto con el periódico
la inscripción de su octava casa.
Tú y yo seguimos comiendo
lo que tenemos.
El sol amanece para todos
en una mañana cualquiera del siglo XXI.

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Lalanis

Negocio mis presentimientos.
Los cambio por el derrame
único de un suspiro necesario
mientras por el arrobo de un noviazgo místico
a solas con la soledad muda
se consuela en su rechazo
de cinco días, tan solo cinco,
Lalanis llora su tristeza en la
infinita eternidad de una noche
que se le encoge en el corazón.
Se le ha encogido como los pliegues viejos
de una arruga octocentenaria.
Y olvida sus orígenes isleños,
y deshace su frescura hawaiana.
Y echando juramentos de palmeras
se promete que no volverá a pasar
cuando en un soplo fugitivo
se le ha caído el mundo encima
y no mira, y no habla.
Presiento su llanto de caracola
en la impotencia absurda de mis manos inválidas.
Es el rumor callado de una sirena abandonada.
Es la canción triste de un desnudo sin conchas y sin agua.
Lalanis, sin su playa.

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Hielo

Los brazos incoloros que no abrazan
por ser los suyos colindantes de color
son hielo.
Las manos llenas que no se abren
por ser pobres el destino de sus dedos,
son hielo.
Los hombros altos que no se encorvan
por orgullo a los hombros bajos de un inferior,
son hielo.
Las bocas esquisitas que no besan
por no ensuciarse los contornos maquillados de sus labios,
son hielo.
Los amigos Judas que bien no te desean
por escalar ellos peldaños de posición,
son hielo.
Hielo son porque es la vida retazo de calor.
Hielo son porque el granizo mismo
de su mole congelada es veneno para el cariño
más tierno desengañado.
Antídoto de calor para los hielos:
derrítete.

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Toma definitiva

¡Perfecto! ¡Así, así! No te muevas.
Sujeta el arma más arriba.
Perfecto.
¡Mira al pajarito, mira!
¡Flash!

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La raza

Veo, veo...
¿Qué ves?
Un unifoooooormeee...
¿Y de qué soldado es?
Del de la gueeeeeeeeeerraaa.
¿Y de qué país es?
Del enemiiiiiiiiigooo.
¿Y cómo así lo ves?
Es blaaaaancooo, es neeeeeegrooo, es chiiiiiinooo, es oooootroooo…
Me la quedo yo ahora.
Veo, veo…
¿Qué ves?
Un animal furioso incoloooooorooo.
¿Y de qué país es?
Del mismo que yo y del mismo que tú.
No quiero jugar más.
Inventa la raza tú.

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Un sueño

(Nubes. Claros
y oscuros intermitentes.
Un mosquito pasajero.
Medio litro de humo.
Un centímetro de ronquido.
Ficción y realidad
en uniforme de camuflaje.
Realidad ataca primero.
Ficción responde después).
Un sueño es el coraje de
darse golpes en los ojos uno
hasta dislumbrar la perspectiva
que ciegue los vértices
de los cerebros cuadrados
a grito de alto el fuego.

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Pisapapeles besando cristales

No hay nada que sobre el peso
de una piedra pesada
ejerza una atracción más fatal
que el filo cortante de un cristal
estalagmítico.
Es la colorada que despunta
con claridad cristalina
los rodeos maquiavélicos
de las cien amarillas.
Porque, si una rana
en su atrevimiento de anfibio
puede colgarse de una percha,
y Lalanis en un soplo de vendaval
privada de su identidad hawaiana,
¿por qué, por qué no puede
un pisapapeles pesado pesar su piel pétrea
contra la naturaleza cortante de un cristal
y dejar de sentirse ligero?
Una piedra flotante
ante un cristal incorrupto.
¿Por qué no?

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Se buscan actores de mentira

Si supieras lo que tus piruetas
de infante risueño
hacen a los escondites
más protegidos de mi epidermis
antes de llegar a mi corazón utópico,
venderías tus monadas en sobornos
detectivescos.
Si supieras cuál es el efecto
en mí producido tras mi visión
de tí al otro lado de la cámara,
pedirías que apagaran los focos,
suspenderías las espontáneas
de cada toma,
te corroerías de verguenza,
sonrojos y cohibiciones desconocidas.
Contrapicado de ilusiones a propósito.
Si algún día te descubro la profesión,
por sentirte peculiar lejos de la cámara,
cómo te me venderías una y otra vez,
cómo te me venderías…

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Dame pan y dime listo

Quién puede decir a dónde ha volado
el ingrediente anticaduco del alma humana
cuando la espuma de una tabla de surf
acoge en el rodar de sus olas a
"yanquis", "franchutes", "spaguetinnis", "toreros"
"moros", "nazis", "tulipaneros", "teteros", y demás
graciosos de turno por ser la naturaleza
misma del apodo odiosa palabrería,
y en el clamor de un regaño
la identidad de placentas originarias
se olvida,
si tras leer este poema sigue habiendo
tontos que se consuelan con el mal de muchos
y sopa boba para el estómago piden.

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Cuentos chinos

Érase una vez una chinita
que dejó de vendarse los pies
para sorprender a su esposo
con su nuevo tamaño bípedo. Ya ve…
Érase una vez un dragón
y una sombra gigante,
que en su tamaño colosal
asustaba los intentos más tímidos
de una modernidad proliferante.
Érase Tzu-yeh y Du-Fu,
que en su rebeldía antiparadigmática
mantenían una erótica relación telepática.
En el desafío antiamarillo
del fatalismo oriental
Tzu-yeh celebra las aventuras
de una soldado medieval.
Y Du Fu, muy humanísticamente,
denuncia las injusticias guerreras
de la dinastía Tang.
Como perros y gatos,
luchando a lo Calila,
victimizando a Plum Blossoms
con sonrisas profidén
de Clark Gable orientales.
Y termina la segunda guerra mundial,
y termina la masacre entre nacionalistas
y comunistas.
Y África sigue siendo neocolonizada,
Y Latinoamérica estalla en revoluciones
contínuas, criticando a papá "yanqui",
censurando al abuelito imperialista.
Y la injusticia cubana sigue dando
sus últimos coletazos.
Y siguen cayendo por doquier etiquetas
ante el escape del horror nacional:
Emigrante y clandestino,
canta Manu Chao
para el extranjero fugitivo.
Porque el año de la Rata
marca un siglo hambriento
de sangre, dictaduras y revolución.
De terrorismo avanzado,
lágrimas y luchas de religión.
Siglos XX y XXI: no creeros
tan modernos.
Estampas repetidas de sus tatarabuelos.
Eso sí, más tecnológicos y más higiénicos.
Un abanico de agua preciso
para airear las impurezas
que históricamente me habitan.
Quisiera ser un abanico de agua
para en mi aire purgante crear
cunas de Pocahontas, obreros, Acotirenes,
Lalanis, chinitas y Manolos Jiménez.
Hazme acuática y desaparece.

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© 2002 Cristina Sánchez-Conejero

UN ABANICO DE AGUA
CRISTINA SÁNCHEZ-CONEJERO
Poesía Inicio
1.
Cuento indio
2.
Mosaico de identidades
3.
Seducción de naranjas
4.
Canción gitana
5.
El abuelo de Punto com
6.
Una rana colgada de una percha
7.
En los portales de tus sombras
8.
Toma número uno
9.
Identidades prestadas
10.
Tintas corruptas
11.
Préstame una sonrisa
12.
Toma número dos
13.
En los confines de mapas amorfos
14.
Caleidoscopios electrónicos
15.
La plata
16.
La vida sigue
17.
Veneno
18.
Poesía para la guerra
19.
En la púa de tu éxito
20.
Canción del obrero
21.
Amanece
22.
Lalanis
23.
Hielo
24.
Toma definitiva
25.
La raza
26.
Un sueño
27.
Pisapapeles besando cristales
28.
Se buscan actores de mentira
29.
Dame pan y dime listo
30.
Cuentos chinos

 

 

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