Mosaico de identidades
Si es verdad que en este amasijo
de partituras autonómicas
tu yo se encoje en pose
de anticonquista, con cara de indecisión y luces de faros
cosidos de noche, como bradomín en decadencia,
igual, dime entonces cómo hilar las piezas de mi
ser a la deriva por poco que sepas de planos.
Si es que el dedal de Phoenix me robaste,
globalízame el mundo en una décima de segundo,
vuelve a desglobalizarlo, encógelo y retórnalo a su tamaño
natural,
porque, ¿cuánto dolor cabe en el arrugar de una sábana?
¿Cuánto placer en el desdoblar de la misma?
¿Cuánto temor en su envoltura epitáfica,
por tentar los dibujos, por vender garabatos
de lujo, por salir a escondidas cibernéutica,
por tenderme entre líos marañosos,
por comer de tus suspiros enlatados?
Manténme a dietas fronterizas (?),
Hazme un garabato tú y te lo compro.
Seducción de naranjas
En medio de enlaces de puzzles contramodelo
(¿a dónde ha ido a parar el patrón?)
poematizo el metasentido de tus azules
(plumas de cisne degollado)
soñados, palabreando a solas,
mientras te corrompes en seducciones de naranjas
(¿te has preguntado quizá como siente la vitamina C de
su pulpa desnuda?)
dada tus filosofías vegetales,
es un más allá fijo
el que domina los controles cero de tu morfología
si en una playa pacífica arenas nos sirven de silla
y tú contemplas el mar diluyéndote en composiciones químicas
cuando yo me fascino ante la hojas mojadas de letras
que de su sal emergen a modo de souvenir tachado
(censuras de menta)
y las sirvo con caviar preciado
y en tu mente de belleza antimetamórfica
tú, tú las rechazas por su pacífico componente
de océano
y yo, yo me disuelvo sorda en compuestos
de ácido sulfúrico en alto contenido.
Canción gitana
Por veinte duros, guapo,
te leo la fortuna por sólo
veinte duros.
Mira, lindo,
vamos, niño, sé bueno
Por veinte duros, sólo veinte.
Guapo, tus ojos se bañan al menos
en las aguas más profundas de la bahía
¡Ay, esa bahía de Cádiz!
Toma, una mata de romero
para ti, cariño.
No tengo leche
para mi niño.
(El transeúnte le da un billete de mil pesetas
al personaje bohemio).
¡Olé lo más bonito!
La virgen María protege esos ojos
y en sus rezos los cuida
con delirio materno
porque hoy escuchaste
una canción del cielo;
una llamada celestial,
un grito de una gitana tirada en el suelo.
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