Silva Start Page

Ingredientes: dos ojos verdes en una cara de niño. Dos cucharadas de azúcar. Una cucharada de miel. Una sonrisa que derrita los hielos más congelados de cualquier refrigerador. Un paquete de orgullo. Cinco galones de locura. Tan sólo una pizca opcional de comunicación. Ausencia total de cualquier limosna electrónica. Un vaso de agua fría. Dos besos igual de fríos. Una lluvia de frenesí en el delirio poético de una noche bilingüe. Ácida, helada en el desvarío blanco de un sino protervo. En la excusa dulce de la vuelta cálida (deje encendido el horno), en el sonido turbio de un calor al contacto de dos pieles, en el mismo. Un corazón de corcho. Una mariposa que muera de celos agitando las alas en el genocidio de una impertinencia febril. Una sospecha en la sombra nevada que al calor se encoge. El susurro débil entre un beso excusado, en el esplendor de una lluvia de diciembre, la respiración entrecortada, el sonido delator de los labios que se cruzan y se abrazan en una timidez seca. El sueño centrífugo de Lloyd Wright sobre una cascada de Bear Rum. Líneas radiales por doquier, desate cruel de pasiones que convergen en el negro auriga de una lógica ausente. Alcaparras. Comino. Dos barquillos de nata. Una herida. La corteza de un limón sobre la herida. Ella en el esplendor más pleno de su sangrar. Ella con pretensiones frustradas de una femme fatal. Él habiéndolo sido en la utópica hipótesis de una mujer -pimienta-. De traición a consciencia, medio litro. Litro, porque la traición es líquida. Y se adapta en su volumen al recipiente que lo contenga. Dos pollos jóvenes dibujados. Frutos de un carboncillo que veloz se mueve entre los dedos, dibujados. Porque ambos están cogidos con las pinzas de una emperatriz cuyo imperio se deshace con cada una de las rodajas de kiwi que por besar al limón se mueren. Canela en rama. Porque es dulce y frágil. Tres cubitos de hielo. Porque son fríos en su antítesis y no saben a nada. Como el acróstilo que se cae en cada verso leído. Como los quiasmos aburridos que resbalan de tus labios. Como el aire que al azar se escapa de mis manos, como el absurdo de una estética persa inválida, en su carne, ... como él.

Modo de elaboración: se elige una mirada azul que deslumbre la negativa. Se corta en un solo plano horizontal, colindante con las lágrimas que como de un cuentagotas se deslizan. Se toman unas pestañas rizadas y oscuras que destaquen la profundidad de la mirada, ahondando en la perspectiva, creyendo sin creer en la hipótesis de una posibilidad mañana. Asegúrese de que añade la cantidad exacta de azúcar. No se pase. Mi nene prefiere la sal siendo dulce. Se amasa todo con la huella profunda de los aeropuertos. Efectiva, en su azar calculada, tajante. Haga circular transeúntes sin la interrupción de lo sensible -no llore-. No oiga absolutamente nada. Todos hablan pero usted no entiende, no descifra, no habla... Enfríe la mezcla en el bullicio de las salidas y las entradas. Vuelva a calentarla. Congélela!

Adelgácela!

Escúrrala!

Divídala!

Macháquela!

Deshágala!

Destrúyala!

Receta caníbal para morir.

Una devoración de amor.

Lista para servir.

 

© 2001 Cristina Sánchez

 

UNA DEVORACIÓN DE AMOR
CRISTINA SÁNCHEZ-CONEJERO
Poesía Inicio

Portada Literatura Portada