SITIOS FUGACES
(Poemas inéditos)
Muertos que transitan
a Jorge Torres
Ciertos muertos se llevan sus objetos preciados
o vuelven
para dejarlos caer
cambiarlos de lugar.
Lloran en los rincones
por el retrato de la amada.
Abren cajones giran llaves encienden luces
Y, sin embargo,
nada les devuelve el ardor.
Les parece carne la página de un libro
sangre, la luz que atraviesa los visillos,
músculo el brazo del sillón.
Sólo ellos, ciegos y terrosos
son puro residuo evanescente.
Furor de yegua
Pasa una manada de potros
por el río corriendo
las crines erizadas
restallando el agua contra el lomo.
Espumarajo y caricia
en el lomo mío ahora
bañándome a toda prisa;
todavía en el hedor
y con el aire espeso.
La flor de la dicha
Aquí, a orillas de la mesa
con la ventana entreabierta
y una tetera silbando monocorde,
el instante despliega su andamiaje.
Descanso el rostro sobre el brazo
y me dejo recorrer por esta paz.
Ya antes de todo, ahí
en ese sitio
estaba concentrada la plenitud.
El fuego, la luz, los objetos amados
reunidos en capullo
se abren sin aspavientos.
Es la flor de la dicha
que estalla unos segundos
y perfuma, al extinguirse,
los demás momentos del día.
Desprendimiento
La gran explosión
nos condenó a lo singular
solitos flotantes mínimos
sumergidos en el caldo absoluto
deseando otra vez
el Enlace.
Miniatura
Me veo de espaldas a los postes
que sostienen el muelle.
Como las doncellas de estampas infantiles
que esperaban la embestida del toro
rezando iluminadas.
Así me veo.
No estoy de blanco. Ni arrebolada
por el amor eterno:
firmes las piernas sobre la arena
mi palpitar se acompasa en el rugido
de ese mar
que habrá de descuajarme.
EN NOMBRE DE NINGUNA
(2008)
Basura
Ahora tenemos aquí
una bolsa negra que contiene un niño.
Sabemos que sufrió.
Que se retorcía.
Que se le pegaba el nailon
en la abertura de la boca.
No alcanzó a reír.
No alcanzó a colgar
de la ternura de un pezón.
Boca de río
Ay del cuerpo abierto en canal
despojado de su niño
en operación de urgencia
(sobre la mesa de la cocina).
Ay de la que se entierra un palillo
o un tallo de apio o una rama de espino.
Ay de la que se toma una taza de cloro.
Ay de la que se acuesta boca abajo
mientras su amiga le salta encima.
Ay de la boca de río que la contiene
y de esa agua ya para siempre turbia.
Aquel cuyo espanto le obliga a volver la vista
habrá de inclinarse y anegar sus ojos
ante la niña de vientre hinchado.
Habrá de dolerse.
Ahora no es tiempo de amarrar la lengua.
En nombre de ninguna
Se suceden en procesión
hacia el altar de la sangre
estas jovencitas
con sus crías en bolsas negras.
Hay otras debajo de las tablas del piso
y enterradas con las flores del jardín
En pecado mortal
están las hijas de la patria.
Actúan ellas en nombre de ninguna.
La sombra de la hija
La sombra de la hija va cosida al costado
y murmura que nadie se muere la víspera.
Su ácida compañía es oleaje
en el mar espeso y opalino de la sangre.
Repite también que es falta grave
no dedicarse al amado, abandonarlo
en su ser finito, su pobrecito efímero.
Esta sombra pide ser sorbida
fusionada en mí. Ser amada de veras.
Le parece mezquino este gesto mío
de alargar la mano
y arreglarle un mechón
que cae sobre sus ojos.
Pequeño retrato de la ascensión de un ángel
Dormido, de suave talante
sostiene una piedra en cada mano.
Allá abajo, en la terrosa humedad
una orla dorada rodea su cuerpo.
Las raíces susurran
los insectos suspenden su carcoma,
para contemplar la dulzura de este ángel.
(a pesar de los ojos abiertos
de sus labios coloridos
de su corona de flores frescas,
ya no está con nosotros)
Ahora que hemos visto cómo consiguió un nombre
cómo se hizo de una familia siendo ya cadáver,
ahora puede aflojar sus alas falsas
y dejar que la lluvia estropee el traje prestado.
Ahora es cuando se eleva entonando coplas
planeando sobre las cabezas de los asistentes.
Si no fuera por las cuatro velas encendidas
por las flores y el lavatorio debajo de la mesa
podríamos engañarnos:
esa cabeza reclinada en la almohada
ya no está con nosotros.
Quisiera el pequeño llevarse
hasta sus restos mortales
(para qué dejarlos, alivianados ya de su peso)
El nacimiento fue un breve paso.
En vuelo rasante pasó a recoger
un gesto de amor cualquiera
y dejó una cicatriz
esta línea finísima en el útero.
Misterios Gozosos
(Descansa en tu ala ahuecada)
Ese soplo que fuiste
se ha sumado a nuestro aire.
Tu nuevecito pulmón tiene ahora
el fuelle trabado.
Silencio en las cavidades.
Falta una mirada sobre las cosas:
la tuya.
Unos gramos perdió el universo
(aquí, donde todo es pérdida)
Cómo van a pesar tus obras
al final de los tiempos
cómo te van a pedir cuentas.
Adormecidos por el olor de las flores
el calor de las velas, el aguardiente
un poco ebrios
podemos ver cómo se acerca la barca
que viene a buscar al niño.
Los portadores tambalean
yendo al embarcadero.
Cegados por la luz del día
apenas notarán el traje descolorido.
Descansa y contempla
cómo los elementos se encargan
de borrar hasta tu nombre en la cruz.