Extractos de El desarraigo
EL RESUMEN
5. Sueño y Realidad
Ya no quiero seguir, pero el Destino toma este camino, y sigue llegando gente que me ayuda, y otras musas. Dejo en forma momentánea la música para viajar. No queda otra que hacerse cargo de lo que solamente uno sabe que uno debe hacer.
El libro gusta y descubro que no tengo hogar, o lo que es mejor, que nunca lo tuve y que debo construirlo.
Angustias, pesadillas, el yo circular que por inercia sigue. Y viajo, y me suelto y veo con los ojos del alma la frase de Silvio Rodríguez que vivo en a carne: la angustia es el precio de ser uno mismo.
7. Los gatos
Empecé a amar a mi gata, Hatim. El reflejo de las flores me trajo otro reflejo del duro aprendizaje: para amar hay que poner. La emoción y la euforia traicionan, y la negra de luna me confesó después de su libro que ella no podía quererme como yo la quería. Tiempito después en Santa Fe me contaron que el amor es de a dos. Pero cuando se vive en desconcierto no se puede entender el ser correspondido. Sigo buscando quien pueda sujetar la nave mientras montones me piden un pequeño paso en bicicleta.
8. El desarraigo
Como un vuelco de toda mi infancia me encuentro cara a cara con el producto de lo que queda de haber sacado de mí todo lo que no era. Dos días antes de empezar este libro, cuya existencia desconocía, hago el prólogo del inmediato anterior creyendo que por fin esta tormenta de soledad terminaría, pero no, aquí estamos, otra vez en el punto de partida, y me salvó el sinceramiento conmigo mismo.
El tiempo, que tanto detesto, me enseña que las personas lo toman en cuenta, que entender el tiempo ajeno también es parte del amor. Acá estoy, en casa, en la misma silla, de mi abuela, la única fallecida, a quién nombro poco porque dicen que no hay que llamar a los muertos. Quizá por eso vivo, porque llamo a El Amado y Él, con su gesto infinito, me regala escritos.
EL LIBRO DE ARAZ
5. Los labios
Nada may más seguro que una boca cerrada. Pero ellos habían nacido en años de metal y su lengua era muy filosa. Acá el viento y la hoja errante encuentran una semejanza, y si bien pueden herirse, deciden resignar sus discursos a la boca de la hoja que incesantemente pasa la lengua por las orejas del viento, que increíblemente se queda en silencio.
¿Hay que resignar el ser cuando se está acostumbrado a la esencia del viento? Quizá la hoja tenga menos posibilidades de vida que la brisa... ¿Teme el viento morir a su acostumbramiento?
Tenés miedo, le dice la hoja, que es él, pero yo cuidaré de tus angustias.
La hoja es demasiado pequeña para explicarle al viento que el aire se detiene y eso no tiene que ver con la muerte; bueno, sí, en realidad, morir implica volver a nacer.
Los labios vuelven a abrirse, antes y después del beso. Hay lengua, y como espadas se marcan con cicatrices las bocas que ya no serán las mismas.
OTRA VEZ
1. La mentira
Vamos y venimos. A veces tenemos certeza del camino, a veces la niebla tapa el sendero a recorrer, aunque cada vez es más certeza en mí que somos nosotros los que vemos la niebla. Vemos en otros ojos lo que buscamos, y en lugar de detenernos, corremos por el camino. Caemos en pozos, nos rompemos las piernas y el corazón, y seguimos corriendo escapándonos de nosotros mismos.
12. La armonía
Las notas siempre hacen regresar todo al supuesto comienzo. Es así, la vida regresa a la muerte y de ahí otra vez la salida. Nuestra compañía fue un pasaje en este viaje. No sé si habrá otros momentos. Quizá el dolor sea esperar. Quizá ser feliz sea saber que todo está. En esta terrible y aparente anarquía nos movemos pero todos somos uno y no a la vez, y esa es la otra parte que completa a la primera y se llena a sí misma.
14. Ayer
Fue otro viaje y mi primera lluvia. Fue tu primer libro y quedé huérfano de abrazo buscándote para darte lo escrito. No tengo nada y empiezo a ser, o creo. Nada es real. La segunda vez nunca es buena pero esta fue mejor; y ayer quedó en la nada pero me traje tu abrazo y busco ese anhelo que somos todos de encontrarnos constantemente, y los egos nos juegan el juego del Maya que Él ideó.
Ayer fue, hoy es, mañana...
EL DESARRAIGO
12. El perder
Cuando el diente de leche cae y uno deja de ser niño debe aprender a perder, pues la realidad ya no es la misma. O quizá sea la misma, pero uno ya no es el niño que tiene el mundo a sus pies. Para ser padre hay que dejar de ser hijo. Si todos supiéramos que quien se dispone a perder no pierde; como quien se dispone a ganar no gana.
La felicidad radica en recibir lo que se es, aceptando que la perfección descansa en ser imperfecto.
Él nos ama pues le damos lo que Él necesita al ser perfecto: nuestra incompletud, nuestro perder.
19. Las ideas
El cielo estaba repleto de nubes anoche. No se veían pero de algún lado provenía el agua que no salió justamente de vos. La calle se empañó con el agua y los charcos, que en la inseguridad, parecen mares.
La idea es una nube que empaña el cielo del sentir.
Repleta de tormentas y huracanes viniste a mí: ni el vino ni el valor que creí escondido tras el miedo te dejaron ser. Y te fuiste, otra vez, ahora en la hoja, con la idea de que yo también me iba.