La poesía de Ariel Pérez, un espacio fronterizo
Entrevista con Ariel Pérez
Por Tania Delgadillo Rivera
La poesía es un “espacio fronterizo”, afirma Ariel Pérez, poeta y ensayista nacido en Santiago de Chile en 1960, en el seno de una familia progresista de izquierda, situación que lo llevó a trasladarse a Bolivia, donde reside desde 1983, condición que lo coloca –confiesa– en un espacio simbólico “del allá y del aquí”, lo que le permite transitar de manera libre, y sin fronteras, por las territorialidades del lenguaje.
En una conversación realizada en noviembre de 2010, Pérez revela aspectos que hacen a su recorrido por la poesía, sus percepciones sobre el quehacer poético desde esta condición fronteriza, sobre los elementos que configuran su mundo poético; comparte, también, su mirada sobre algunos poetas chilenos, así como de algunos bolivianos, y nos habla del diálogo –casi imperceptible– que de alguna manera se da entre estos, sin siquiera ellos saberlo.
Su larga estancia, y el hecho de haber producido la mayor parte de su trabajo poético en este país andino, plasmado en las imágenes que construye desde ese espacio fronterizo. Pérez es reconocido en la poesía boliviana; o como diría el poeta boliviano Humberto Quino, Ariel Pérez es “un poeta boliviano que tuvo la ocurrencia de nacer en Chile”.
Es así que su trabajo cobra relevancia en el ámbito de la poesía boliviana, habiendo sido seleccionada una de sus obras, “Al Sur de las Nubes” (1998), por la poeta Blanca Wiettüchter, el año 2004 para formar parte de la colección del “El Hombrecito Sentado” –editorial creada por ésta–, entre las 10 principales obras publicadas por esta casa editorial en los últimos años.
Asimismo, sus aportes a la cultura boliviana han sido registrados por el historiador y periodista Elías Blanco, y no sólo en el campo de la poesía sino también en otras áreas de la cultura como ser la comunicación y la producción audiovisual. Un ejemplo es el vídeo “Recorrer esta distancia” producción basada en la novela “Felipe Delgado” del poeta paceño Jaime Saénz que mereció el Primer Premio en el Concurso Municipal Amalia Gallardo el año 1987 y “Erika” (Segundo Premio en el mismo concurso el año 1989). Asimismo, sus contribuciones en el campo de la comunicación y el desarrollo, se han plasmado en reconocimientos internacionales, cuando estuvo a la cabeza de importantes instituciones de comunicación.
Ha publicado “¿Quién cortó las Araucarias?” (1985), “El último apaga la luz” (1991), “Decían los encuentros” (1994), “Muerte irregular” (1995), “Al sur de la nubes” (1998), “Cantos de Agua” (2003), “Algo sin sombra” (2007) y “Palabras de la Nada” (2010). Entre sus ensayos hermenéuticos figuran: “Un diálogo con el poema La Vida Nueva de Raúl Zurita, desde los postulados de Hans-Georg Gadamer”; “Una Gabriela para Lucila”, sobre Los Sonetos de la Muerte de Gabriela Mistral; “Más allá del más allá de todos los caminos”, sobre el poema Recorrer esta Distancia de Jaime Saénz.
Tania Delgadillo Rivera: ¿Cómo llegas a la poesía?
Ariel Pérez: En realidad la poesía llegó a mí, siendo adolescente. A través de la lectura descubrí que podía escribir, pues para mi la relación entre la lectura y la escritura es consustancial. Es así como descubro las potencialidades expresivas del lenguaje, tanto en mi condición de lector y luego como escritor. Creo que la necesidad de escribir empezó más o menos a mis 17 años, que es cuando comienza mi vida universitaria, y cuando siento el deseo de decir cosas de manera silenciosa, es así que comienzo a registrar preguntas y apuntes breves que, dado el contexto histórico de Chile de aquel entonces (1977), no podía hacerlas públicas y menos expresarlas abiertamente. Así fui reuniendo papeles, que al cabo de un tiempo -seis años después- pasaron por una dolorosa e implacable selección que en 1985 , dos años después de llegar a Bolivia, se transformaron en mi primer poemario: “¿Quién cortó las Araucarias?” en una clara alusión a la dictadura militar de Augusto Pinochet.
TD: ¿Por qué haces poesía? ¿Por qué la escritura?
AP: Siento una marcada necesidad expresiva. Creo en ella (en la poesía) en la poiesis como acto de creación. La poesía, para mí, es la forma más sublime del lenguaje escrito y a través de su desarrollo puedes llegar a expresar aquello que, de otra manera, sería imposible. Las imágenes y las metáforas, por ejemplo, llegan incluso a constituirse en realidades nuevas, en mundos propios, no sólo del poeta sino de la poesía como tal. La poesía llega a constituirse en una voz en sí misma, y no me refiero a la del poeta, que es otra, sino a la voz del poema, del yo poético. Esa voz es tan presente que incluso cuando tú lees algo, sientes que te va hablando interiormente, que se expresa por sí misma. Es ahí donde la poesía me interpela. En ocasiones, siento que es la poesía quien habla en mí y que dialogo con ella.
¿Por qué la escritura? Porque las palabras son infinitas e infinitas sus posibilidades de traducir el mundo y de crear mundos propios, también.
TDR: ¿Cuáles son tus referentes en la poesía chilena?
AP: Para mí los poetas que me han marcado son Vicente Huidobro, Pablo de Rokha, Raúl Zurita, Nicanor Parra, Pablo Neruda, Gabriela Mistral, Enrique Lihn, Gonzalo Rojas y Jorge Teillier, principalmente, porque veo en cada uno de ellos una mirada de Chile y una relación distinta con la poesía, y aunque cada una de esas miradas parecería divergente una de otra, para mí, en conjunto, configuran una visión mayor que me enriquece. Ellos me hablan desde la diversidad y de la diversidad de Chile; de distintos momentos de su historia; en cada uno de ellos veo un pedazo de la tierra (de la materialidad) y del espíritu de Chile.
Si bien hay muchos otros, incluso más contemporáneos, ellos han llegado a constituirse en puentes que me acercan a Chile. Son poetas imprescindibles de la poesía chilena, y que están muy presentes también en la poesía boliviana. Se podrían fácilmente identificar sus influencias en algunos poetas bolivianos.
TDR: Siendo parte también de la poesía boliviana, como lector y conocedor de ésta, ¿Quiénes forman parte de tu mundo?
AP: Jaime Saénz, Blanca Wiettüchter, Arturo Borda, José Eduardo Guerra, Julio de la Vega y Humberto Quino entre otros, aunque varios de ellos ya no están entre nosotros, salvo el último, son poetas que me gustan mucho y que también creo que son fundamentales en la poesía latinoamericana, pero que lamentablemente son poco conocidos en Chile, debido a una suerte de asimetría, en las relaciones culturales entre uno y otro país. A propósito, hace poco terminé de realizar una selección de poetas bolivianos contemporáneos que se publicará en este mismo número de la revista (Naufragios), de modo que los y las lectoras de ésta podrán tener un panorama de las y los poetas que se encuentran produciendo actualmente.
TDR: ¿Cómo defines tu poesía y desde dónde hablas?
AP: Como una poesía que nace de un imaginario constituido por diferentes territorios poéticos y vivenciales, en ese sentido es una poesía fronteriza. Después de tantos años viviendo fuera de Chile, uno termina siendo extranjero aquí y allá, así como a la vez me siento de aquí y de allá, y esta condición tiene su referencia en mi poesía que se ha ido configurando desde una identidad que podría denominarla “fronteriza”, que tiene su propio territorio, su propia dimensión, su propio espesor, su propio universo y, por qué no, su propio lenguaje.
Es un espacio que une, no que separa. En ese sentido, podría decir que más que raíces chilenas o bolivianas, mi poesía tiene raíces fronterizas y es allí donde creo que ha encontrado su propia madurez.
Mi obra tiene su propia identidad. Y en ese ir re-escribiéndome y re-leyéndome (re-creándome), voy encontrando relaciones que para mí, de manera consciente, estaban veladas, y empiezo a descubrir, en otros poetas (que también considero fronterizos), caminos similares a los míos, y me reconozco en ellos.
TDR: ¿Dónde se ubica tu poesía en el contexto latinoamericano?
AP: Es parte de él, no sólo porque está escrita en este territorio que llamamos Latinoamérica, sino que, por el universo simbólico que la configura. Como te decía, algunas veces me descubro en otros poetas, creo más en los encuentros que en las coincidencias. Mi poesía si bien toca temas universales, tiene su propia voz, y ésta es, sin duda, parte del gran territorio y universo cultural que es América Latina, con toda su diversidad. Más que hablar de una “poesía latinoamericana”, “anglosajona”, “asiática”, etc., yo hablaría de lenguajes e imaginarios comunes.
Mi mundo poético se ha ido configurando con la presencia de las montañas, de las nubes, del agua, de Los Andes, las rocas y en particular con la de su gente, en la medida en que todos ellos se han ido metiendo en mí, por decirlo de algún modo. Otra vertiente es la relación espiritual con estos elementos y seres. Porque, la ciudad de La Paz, tienen una presencia importante en mi obra, es la ciudad que se entremezcla con sus montañas, con sus habitantes, su ríos y sus formas.
TDR: A propósito, háblanos de cómo tu poesía se ha ido volcando más hacia tu mundo interior, con rasgos de un recorrido espiritual, intimista.
AP: Lo que pasa es que mi propio proceso de maduración como ser humano, me ha ido permitiendo desarrollar esa mirada hacia adentro a la que te refieres. Ese viaje se ha transformado en esencial para mí. Creo que de algún modo se vincula con la necesidad de encontrar el propio origen de la poesía.
Otra vertiente que reconozco en mi poesía es la muerte, en sus diversos sentidos: muerte física, mística, y con el cuerpo de la muerte, es decir, con los muertos. En general, siento que mi poesía ha ido transitando un camino desde “el afuera” (mundo exterior) hasta “el adentro” (hasta lo más profundo de mi ser).
TDR: Pasando a otro aspecto de tu trabajo. Tienes algunos ensayos donde haces alusión a lo que tú llamas la voz propia del poema, como por ejemplo “Un diálogo con el poema La Vida Nueva de Raúl Zurita, desde los postulados de Hans-Georg Gadamer”, publicado en esta misma revista, donde realizas interpretaciones hermenéuticas. ¿Por qué la Hermenéutica?
AP: Porque permite desarrollar interpretaciones libres a partir de la interpelación que te hace directamente la voz del poema (el yo poético) a tu propio ser interior. Como decía, es una relación directa la que se establece entre la voz del poema y tú, lo que me permite a su vez tener la libertad de construir nuevos discursos, nuevas textualidades a partir de un poema. La Hermenéutica te posibilita decir cosas sin tener el temor de que sean correctas o incorrectas, pues cada nuevo texto es considerado como una nueva creación, que te permite abrir un nuevo espacio para la palabra poética. Así, en el propio acto de la interpretación también haces poesía, allí hay poiesis. Cuando dialogo con el yo poético de un poema, no me interesa la vida del poeta (no soy biógrafo), ni me interesa escribir o describir el contexto en el que se escribió el poema (pues no soy historiador), con esto no estoy diciendo que aquello no sea importante, pero no es lo que a mí me interesa, dejo ese camino para que otros lo transiten y lo construyan.