Camino a Samarcanda
Soy el ángel gris que aparece en tus sueños
el mago negro
con el casco en la espalda
como un caracol cuya baba
es la única huella de su camino a Samarcanda
esto sucede cuando duermes
y yo insisto en jugar juegos de guerra
en la máquina inmoral de aqueste siglo
y luego si despiertas
busco el centro de tu talle
la perfecta crucifixión que hace tu ombligo
y bebo sin parar de aquel veneno
de tus pechos -cielo de serpientes-
que muero por poseer
entre el avispero
de tu boca
y la curva celestial de tu áfrica dorada
pero ninguna pesadilla ya te causa pavor
ni te intimida
mi cuerpo
libre del hueso que lo cubría
como la oruga expuesta
no tiene futuro de mariposa
y morirá
-no lo quiera el buda-
secándose en la hoja de la mora
derramándose en saliva
muy lejos de la seda.
La prueba
Hay dolor
agudo dolor
en la mínima distancia
de tu desatinado volar de mariposa
alborotada búsqueda sin rumbo
multicolor
como un adorno del sueño.
¿Qué te duele
-si es dolor de lo que hablar se alcanza
en tu cuerpo delicado
sin que mueras
translúcida y rasgada
más seda que la seda que tejiste?
¿Es que acaso has olvidado
tu antigua condición de oruga
el cuerpo lento
y la fértil baba?
¿No era por ventura
aquel gusano la fuente de ti misma
nido tibio
la hiladora?
Libre al fin
expuesta
te ves como anhelaste.
Ahora lo sabes
tiempo es que es tu tiempo
reloj de hoja de un solo día
No adviertes que de ti aguarda
ese único y efímero sol
si abres tus deleznables alas al viento
hermosa.
¿Qué te duele que no vuelas?
¡Qué te duele!
El engendro
Las palabras son inútiles
sólo la música penetra:
taladra, corta y araña
buscando el oprimido
centro proscrito.
El grande guarda para sí las sinfonías
en el cuerpo que torpemente se bambolea
desenfrenado
bebe de un solo sorbo el ácido muriático
para seguir una agonía interminable
donde las entrañas se deshacen.
Y entre los gritos esparce
torpe el alma
una o dos frases valederas.
No le pertenecen
son los extravíos del demonio interior
llamando.
Después alguien dice: es poesía
de reata alguien lo consagra
muy tarde
duda sin duda
cuando el cuerpo y el engendro ya partieron
como todos
hacia el oscuro universo del olvido.
Carta al Padre
En la casa
los objetos huelen a excremento
de este modo
quién querrá quedarse.
Y si uno persistiera
vería con gran incomodidad
que los muebles están fuera de lugar
deshechos y pesados
las ventanas tapiadas
y la misma puerta desvencijada
impeliendo a salir en vez de entrar
pues la casa es un lugar de naufragio.
De ahí los grandes esfuerzos que se hacen
por quedarse a velar dentro de la casa
impertérrito
mientras las aves vuelan en el cielo
la hierba crece en el vergel
y la lluvia no deja de regar con su aliento de agua.
Por eso te escribo
para revelarte que poco a poco
voy limpiando de inmundicia
nuestra casa
a ver si así un día
-pienso también en el jardín
y en las semillas que sembraste-
habrá de estar dispuesta
engalanada y primorosa
con su alfombra persa
y su alcoba depurada
donde el incienso arda hermoso
y las rosas se abran rojas
esperando tu regreso
iluminado –lo sé bien-
por la bella disposición
que irán a tomar todas nuestras cosas.
De cómo es el paraíso
En el paraíso han edificado tu casa
con la misma vieja puerta
y sus conocidos muros.
Delatando tu presencia y tu perseverancia
se levanta tal cual la ves cuando regresas
con los mismos faroles alumbrando desde adentro
y hasta la huella de tus pasos
aún marcados en la entrada.
Adentro
arrimados a sus rincones
los mismos objetos cotidianos
los muebles
las flores que los adornan
-unas lozanas
y otras marchitas
desnudando los pétalos del tiempo-
la biblioteca repleta con los fatigados libros
la ventana que da a la avenida
el poderoso árbol de mango
y su natural alboroto de pájaros
mientras un nacimiento
profundamente rosado
semejante al del sol
de todos los días
ilumina tus ojos y la mano de tu amado.
El paraíso tiene todo esto
y hasta se podría decir
que allí haces lo que siempre habitaste
en cada acto y en cada obra
rutinarias
a diferencia de su hálito
un manto de amor que cubre todas las cosas
eso que podemos llamar aroma de paraíso.
Sólo entonces
de repente
todo cambia
el mundo entero se hace tuyo
eres feliz
–como si alguien podría descifrar esa palabra-
y el cielo nace por todas partes.