Selecciones de Como hemos llegado a esto (2010)
Sin darnos cuenta
Ajustar, hacer girar la llave:
creer que todo sigue ese sistema
sencillo de hacer preguntas,
sencillo de responderlas.
Sin darnos cuenta toma la vida
el ritmo de los telediarios.
De tanta decadencia de semáforos,
del par de calles hasta mi casa, de los edificios
desoladoramente eficaces queda
un sabor amargo en la garganta.
De la rapidez con que se sucedieron
hechos que creímos tan contrarios.
Y nos vemos envueltos en la maraña
de órdenes y de contraórdenes y de periscopios
y de relojes y de calendarios y desesperadamente
miramos la hora y preparamos nuestras clases.
No hay cena lista en el apartamento
donde intentamos convencernos de que todo
es algo meramente pasajero:
una forma limpia de ganar
el dinero con el que daremos rienda
suelta por fin a nuestros sueños.
Pero vamos posponiendo la excedencia.
Y el muro que creímos construir contra la muerte
lo destruyeron unos niños que jugaban.
Rara es la noche en que merece
la pena alguna película y sin darnos cuenta
mientras hacemos el amor pensamos
en las dos adolescentes que vinieron
esta mañana a nuestro despacho.
Salida
Recorrer poemas como quien fuma
primeros cigarrillos a la sombra
de los billares.
Con un impulso que no tiene nombre.
Buscarle nombres.
Ellos dirán quizás un día
cuando pasen los años sin sentido
que no tiraron su vida a la basura:
yo no supe ser mal estudiante.
Con dieciséis años buscaba
concursos literarios y pornografía. Ahora vomito.
Acepté la única base
que este certamen me exigió desesperado:
recorrer poemas como quien busca
despojos en las traseras de los Mc Donald’s.
Y luego andar haciendo por los bares
inútiles propuestas literarias,
revistas condenadas al olvido,
poemas en las puertas del servicio.
Que no se diga que pasé mis años
de más inocencia y descontroles
centrado en los estudios como otros:
lejano de cualquier melancolía
ajeno a los rumores de los ríos.
Termina sonando todo tan mediocre.
Recorrer poemas como quien lucha
por respirar en medio de la guerra.
Y luego, si te lo pide el corazón,
dejarte morir sin más rencores.
Fragmentos
Suelo pensar en las guerras y en los reflejos
que hay detrás de esos ojos, que hay detrás
de tus gafas de pasta,
para intentar comprender
cómo la indiferencia
se convierte en un arma tan poderosa.
Nacimos para ser esclavos, nadie espera
que tomemos decisiones importantes:
alfabetizar medianamente al encargado
de portar nuestro ataúd en el entierro.
Ante esta vida de promesas incumplidas
la ignorancia es un antídoto que no duele.
Estoy perdiendo esa facilidad
que tenía de insultar los telediarios,
yo que gritaba y hacía muecas
ante el más mínimo indicio de barbarie.
Con qué fuerza condenar todas las guerras
si hay días que soy capaz
de matar por un poema.