Tres nombres para un lugar
(…)
Una niña pierde la conciencia de leche
reconoce
los diminutos vacíos del desamparo
corre por el bosque
rogando
que la boca de dios no se la coma
(…)
sin permanencia
sin hijo desde tu sábana
la muerte que te llama
te llevará
intocada
Fronteras de doble filo
I
Las gemelas nacen en un mundo par
aman por eso
el encuentro de las costillas
crecen en anverso y reverso
dejan siempre una silla vacía a su lado
no necesitan del agua para llamar a Narciso
ellas
las amantes de lo dual
inventan el cerco perfecto
danzan sobre el fuego de la balanza
hablan con tu fantasma
se ríen de tu sombra
y de tu miedo al doblez
Voces para el eterno
(…)
Hazme de nuevo
invéntame con otro barro
Sin costillas ajenas
créame antes de luz y agua
para nunca depender de ellas
antes de mares y cielo
para habitar todo el azul
antes de separar noche y día
antes de heredarme gobiernos
sobre animales, árboles, cuarzos
hazme otra vez
menos tuya
sin clavarme muerte o manzana
sin decirme que nada es cierto
hazme de papel
de palabras
Voces para los pasajeros
(…)
Te amo cuando bebes un vino
cuando una palabra maliciosa abre tu boca
cuando te pierdes lejos de las reglas
cruzas la calle en rojo
no me dejas abrazarte
no tan callada, tan ausente, tan sin mí
quisiera una carta negra en tu pasado
una aventura que me haga sospechar
un exceso, cualquier inseguridad
algo que me permita dudar
algo que me empuje a protegerte
te amo cuando pierdes la memoria
cuando no te afligen los aniversarios
das con los ojos y lo pides todo
te amo cuando creo
que todavía puedo inventarte
Hechicera
III.
Y un día tenía la muerte en los pulmones,
apresando el tránsito del respiro
mi madre tiende puentes al sol
y caza para mí un poco de aire
pero todo es vano
una vez habitado el umbral,
no se vive más, sin estar un poco muerta.
IX.
Váyase la luz, siga su camino
pueble la sombra toda esta devoción.
Como no dijeron qué víctima quería, Señor oscuro,
le traje mi cuerpo devorado por mi alma, insaciable.
¿Bastará?
Oración para la ciudad de La Paz
VI.
Dame en la mesa de tus hijos el amor que falta
mándame tus brujos para la vigilia,
con los demás amarra tu círculo de fuegos implacables
cerca, ciudad, encierra al enemigo
acorrala el pavor de sus ojos ante tu acecho
vibra tu trueno en sus oídos, ciega con terca niebla
hazle reconocerse en mi fragilidad
en turno de víctima propicia
y cuando toques su temblor
huelas su flaqueza
y presienta tu cuchillo el miedo aún tibio
acierta, empuña
hazme su implacable espejo.
(…)
XIII.
Quiero meter mi mano escribiente
en el hueco más hueco de tu cuerpo
y enterrar tu miedo con los llantos
y andarte torpemente hasta descubrir el deseo.
Porque te andaba yo a través de su cuerpo
y eran mis manos la inundación de todos sus pendientes
porque tardé en hallar sus gemidos en la espalda
su grito atroz e inclemente en mis rincones
hijo tuyo, lo había llamado, brujo, hijo de los lagos,
y todos los nombres quedaron nublados
el día que lo llevaste.
Quiero meterte en cada parte de mi cuerpo
recuperar mi amor y tu muerte.
Hija de Medea
29.
Anoche soñé con nosotras:
Yo asesinaba meticulosamente a una niña
mitad de su cuerpo era carne, mitad plástico de muñecas
(como las que arrullabas lejos de mi fraternal furia)
Extraje de su cuerpo
cada partícula del último órgano
(sin mueca alguna
con palabras en otro endemoniado idioma),
guardé su corazón como deuda en la ternura.
Lo puse sobre la mesa de trabajo.
Llegaron en ascensor cristalino
tres niños muertos, dormidos en la estaca final.
“Hay que acomodarlos” –dije.
Entonces los señores preguntaron por qué mi serenidad.
“Antes fui uno de ellos” –dije.
Entonces pude despertar.
40.
Abre la oscuridad, mamá.
Ciérrame los ojos.