Del libro La iluminada circunferencia
Torneo 73
Tadeo Velásquez, central del Tricolor
y Amado Millán Manquilepi, del San Luis de Lin lin
jugaron su propio partido en Achao
Los cruzaron en la cancha más oscura y sin faroles
Podían intuirse hasta los descuentos
Habían metido un gol dicen, afuera del partido
Aunque nunca en su bendita inocencia gritaron por la UP
No ganaron la Libertadores ese año
y Teniente Rastrillo
precisamente no era uno de sus hinchas
Estuvieron me cuentan, frente a un arco vacío
esperando
una o dos Tarjetas
Más rojas que el horizonte.
Torneo en Meulín
En nuestra chalupa iba la esperanza junto al timón
un montón de rostros con la victoria
estallando en sus ojos
iba también la bandurria golpeada con el sueño
una pelota descosida por los tiros del día anterior
y camisetas recién lavadas
en la tina de Blanca Leviñanco
El sol abría su jaula para encender mariposas
al centro de la isla
En Meulín nos esperan caminos secretos
gritos furibundos como alzando la tempestad
música ranchera saliendo de la iglesia
y cerveza tatuada en el ángulo derecho del esquinero
Media hora dura el viaje al infierno
pero la travesía golpea más fuerte que la hoguera
Todo lo demás pasa,
Ni palabras ni resignación al desembarcar la nave.
Del libro Guaitecas
En mis propias Guaitecas
Te diré que he estado buscando mi isla en otras islas
Chonquis o Payos carcomidos por el bosquejo de una ruta misionera
sus peces brillantes en un ajeno mar transparente
Te diré que remo sin descanso por el lago de los huemules
desbordado por el semblante de glaciares
y ojos perdidos en los ventisqueros
Tres veces cayó el ombligo en la vertiente
tres veces rasguñaron el infortunio
y otro es el árbol que crece con la maleza
en guarniciones desconocidas
por eso no me dejo embaucar por el nuevo vientre de la luna
o seducir por palabras que hablan de ciénagas o remordimientos
Heme aquí habitado por el rencor
una sudorosa espiga en su ánima
raíces arañando el vaho de luces pobres
que emergen de la desembocadura
Cayó en mí el árbol que me cerca
Nadie abrirá el fósil destas palabras
Desorbitado en mi archipiélago
me he buscado como nunca
en mi propio campo de concentración
que arde sin encender la luz de la claridad.
La isla de los demonios
El hombre que construye el ataúd
es un viejo distante agobiado por la muerte
En el brasero se expurgan malos pensamientos
y se traen a la palestra los abuelos que ya no están
hijos que alguna vez partieron a la Patagonia
Sólo se sobrevive si “Dios es generoso” dicen los fiscales
porque no abandona la cosecha
y bendito el que no lea noticias del continente
Los perros ladran un ánima delirante
Florece un largo velo el destino endemoniado
Un sargazo brota entre la espuma y la desintegración.
Carta a mi padre desde el golfo
Aquí está la marea paralizando el tiempo
y habrá que despertar a la esplendorosa batalla de otro viaje
A veces el sol se esconde entre las olas
y la poesía es el único camino de regreso a las islas
Un embarcadero de botes y barcos aniquilados en los roqueríos
florecen luminosos hijos entre vertientes sombrías
Navegamos hasta sumergirnos en la noche
Prontamente partirá el último cauquil maldiciendo lo invisible
la abstracción enciende los reflectores
y las mismas islas reflotamos en el ocaso
Ahora no son veleros negros los que viajan
sino yates de vidrio o lanchones de polietileno
y con el aire no sabemos como morir
Padre solo no te vayas ni vares la lancha por un largo tiempo
nuestra memoria respira todavía el viento de Chaitén
el pequeño puerto de refugio sobre piedras dinamitadas
porque desnudo el hombre es una corteza torcida
confinado al zarandeo de las olas
Y si algún día te ven embriagado
o tendido sobre la hierba cuidando el panorama
sabes que estoy ahí
Y que no hay nada más que hacer
sino abrazar el espíritu que arrastra un delfín con tu reflejo.
Pumalín
Desde mi bote contemplo esta noche
Un farol enciende el inicio
Pasan desaparecidos cuerpos entre la niebla
y un cormorán con su canto el aire atraviesa
Puede que despierten los dioses al remar contra las rocas
y mísera sea la pesca de sardinas o jureles
La bahía es un habitante paseándose en la playa
y el idioma respira en su amanecer
No hay maravilla que no se encamine
con un barco lejano al horizonte
donde las palabras regresan con una botella vacía por la borda
A menudo volvemos allí
el puerto nos captura con la sombra de los pangues
La música y el vino pertenecen a las luciérnagas
Abandono de Punta Chonos
Cuando se van los parientes
se van también los árboles y sus casas
junto al fogón sólo queda el silencio sentado en la humedad
esperando por los amigos el final de la trilla
Dicen que la sonrisa es la de un buey herido
mientras el padre llora como si al hijo le quitaran
Se cierne sobre el frío el color de un bosque quemado
hermosos ropajes que limpiaron los pómulos de Dios
La soledad acompaña con una bandurria
Fluye el río tranquilo y lo llenan de espuma los pájaros
Lo que construimos toda una eternidad
es un bote vacío sobre la inercia
pero, ¿qué hay de los que salieron a correr
cambiando el tiempo en sus discursos?
¿qué hay de los que presumen carcajadas
con el propio sudor de un mal negocio?
Vehemente la hora que describe el festín del desangre
La travesía es una fuga hacia un perdido puerto
tras el destello de un relámpago
Varias veces la muerte
vi huir como un perro detrás del fogón.
No dejes de ir a Quenac
No dejes de ir a Quenac
La isla no irá por ti
Una costilla de ballena puede ser tu barco
peces extraviados que abrazan la tempestad con un hijo perdido
Sólo broma que agujerea la estopa en todo su esplendor
encontrarás en el mar
ni poder ni riquezas floreciendo anillos en los barrancos
Piedra Blanca es un faro desnudo avivando el roce del agua1
Puñelco evapora muerte respirando sobrevivencia
Huilque es un anzuelo que pende la circunstancia
Cada uno lleva su isla
Cada uno tripula su mascarón
El límite de un relámpago hallarás en el filo de sus cercos
y señales te harán queltehues afincados en la loma de los Gallardo
allí también la nube toma forma de dalca
predestinados a cruzar la Raya Chequián con remadores acéfalos
No dejes de ir a Quenac
La isla no irá por ti
El instinto puede ser tu barco.
Notas
1. Giorgio Seferis