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Zachary Hayes
Vol. 2, No. 2, Invierno 2010-11 : Poesía

los que viven ahí, adentro

es una cagada
el hecho de que
soy el silencio
y los que viven
adentro hablan
pero estoy en
el silencio
ahogado por
parte de los que
viven adentro
¿por qué no soy
un adentro?
no estoy ahí
y no hablo

ya te conocí silencio
no querría mirarte
más, no te había
pedido que me
pegaras
quiero hablar quiero
hablar quiero decir
algo sensible y sensual
quiero meterme en lo
sencillo lo perdonable,
no en ti, así que
basta no te aguanto
déjame ver palabras
no voy a comerlas
no soy un criminal
basta, suéltame ya.

 

en la tarde

perdí la sonrisa
cuando sentí el sol
porque estoy solo


una línea de carritos

agüita agüita
me sale agüita y
le señalo a la gente
“un a...” pero
significa la sed
agüita y sed sentadas
afuera del
supermercado,
sordomudas todas
y sólo se pueden señalar
aunque no se entienden nada
estos sentados, agüita y sed
como carritos
una línea de carritos al
lado de la pared
y pasan una línea de olas
y pasa por fin sonidos
y olas entre ellos
pero no se notan

 

la lengua callada

una lengua que uno
se necesita hacer callar
estar callada
por los murmullos
de una jaula-sombra
infinita y oscura
como la estrella densa
que come el espíritu

se van yendo el mar
el silencio, las olas
todos los gritos
hacia la gran fortuna
que se llama la muerta-vida
cielo temblando rechazado por dios
y las montañitas volcánicas que
se despiertan fuertemente
para comer la luz

lamento que no he hablado
un recuerdo me ató
el autor profundo
que me hizo sordomudo
profundo...sí, vivo...sí
pero de alguna manera
un suicidio poético que
me hace temblar
como las hojas frías en
la nieve, que me comían
la piel, el membrillo
de mi lengua con sus dientes.

 

“…through a glass darkly”

camino por las piedras que quedan
y veo las de obsidiana,
me reflejan una imagen borrosa
como los primeros pasos torpes
al yo

hay un casco en la tumba,
profunda, abajo, adentro hay magma
y veneno, y tornillos en mí,
soy atado al repetirme en los pasos
torpes, al yo borroso, grueso y
planchado hasta el punto que
me construyen un montón de vidrios,
con curvas sin sentido

me entierro en estos vasos,
los que manipulan la luz para
esconder los contenidos en bocas
de la noche, cada vez más vidriada,
en estómagos de piedra
cuando uno se pone a repetirse.

 

las palabras y la tinta

me aburren de ida y vuelta
soy vueltero, pero muy
vueltero, con alas de cera
y sol abajo,
tatuado por mi hombro
o cómo dicen algunos, hay
noche en las palabras
y la tinta
hay noches en lo dormido
como una lapicera en la cabeza
que tal vez se estrelló y se duerme
en mí, oigo sus suspiros,
me dicen algo y oigo “sal”

la tinta negra siempre corre de
mis oídos, pasa por mi nariz y la
parte entre la nariz y los labios,
siento los pechos de mi mama
y siento un llanto con mocos mojados
por este lugar

me hace acordar de ella, la lapicera
que me pintó el hombro y la de la
cabeza, estrellada y tocando
horizontes de mis pensamientos,
una ilusión de volar en recuerdos
hasta que prueba la tinta que corre
adentro, y me choca la inmovilidad

sin anteojos, estoy sentado en un disco

hay un poema en mí cuerpo,
pero él no me deja decirlo.
y de ahí hay voces en la sombra
quizá está la gata.
me acercan con sus palabras
brotando de un fuente que no veo
ni me ven de ahí.
estoy loco de parálisis,
laburo con ojos cerrados,
sin anteojos y todo me parece
disco.

están los versos en el cuerpo
mío, quizá murmulla la gata
adentro aunque no se me escapa.

me miro bailando en una disco,
no se mueve, estoy sentado.

se mueve el poema adentro

he de decir algo pero él no me
deja decirlo.
sentado en parálisis, sin anteojos
y todo me parece una disco.

 

con palos y con palitos

hojas brillantes están por callarse, en el
puente, en la cima más alta, mi corona
cerebral, están con mis recuerdos,
están por los pinos y un perro al que le dí
el apellido “Super Nova”
y el diablo de New Jersey
un chico nada más,
un cuento que suspira
a sí mismo entre un mundo verde

con palos, y con unos palitos más
construimos casas, fosos
por ríos del barro, nos hacían
barrer de todo
que me manchaba el barro
un jugador más en los juegos
puteados de chicos
no es una guerra
como las bombas cayendo por Bosnia
que lamentaba detrás de un sillón
en el sótano
es otro juego, nada más.

 

cuelgan hojas, ojazos (a Roberto Juarroz)

ojazos, cerrados y anchos
tomando sol como los del cerezo
pacificados por los pies de
seres-edificios, prehistóricos,
grandes
me viene la palabra sakura
y se me perdió en el circulo
temporal

cuelgan hojas
cuelgan ojazos
reflejados por tres espejos
triangulares
organizados, la palabra que
habla de si misma y los seres
adentro, hay mas en el fondo
también lo soy, un espejo grande
para que no haya lugar
donde “tocar a las cosas
con las cosas”

 

cosas que hago para no comer

puchos por ejemplo me calman el tiempo,
y me transportan a Fran, mi hermano
y me aumentan la energía,
escribo en cuadernos con papel
cremoso y la tinta me llena la panza
con palabras que se transforman en
olores de lapicera para perderme
el gusto por el almuerzo,
puchos después de pajearme
porque son doble hervido de
potencial perdido para niños,
vergüenza, placer y más placer
por una muerte lenta...bueno...
son cuarto hervido

pago bajo, espejos y bolsillos
vacíos en espejos que pertenecen
a pantalones que se cuelgan mejor
por huesos flacos, comida rica
se transforman gustos en snobismo y
ya-no-puedo-comer-eso

la soledad, inactividad, un morbo,
nostalgia, enfermedad, náusea
las palabras se pueden inducir la náusea
películas, películas pesadas, instrumentos
musicales, casos constantes de estar
colgado, mate, café y té gratuitos
siestas, llamadas, solicitaciones
los avisos, vagabundear
géneros, erecciones, pereza
que soy lo único, que soy
terco, claridad, hacerse la vida
profunda, la muerte, dieta, y limpiar
antes de almorzar.

Zachary Hayes. Nacido el Día de Reyes en 1988, crecido con los pinos en un pueblo bastante chico en Nueva Jersey al lado de donde se estrelló el Hindenburg, Zachary Hayes se graduó de Villanova University en mayo de 2010. Le gustan Los Beatles y las películas de Wong Kar-Wei. Hace dos años que lleva una copia de Howl de Allen Ginsberg en el bosillo de su chaqueta.

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