El investigador, escritor, profesor y miembro
de la Academia Chilena de Lengua, Renato Cárdenas Álvarez, nacido el año 1949,
en Calen, isla grande de Chiloé, es una de las figuras más importantes del
panorama cultural chilote en los últimos treinta y cinco años. Durante dicho
periodo se ha encargado de investigar, estudiar y difundir la cultura del
archipiélago tanto a través de sus publicaciones como en programas culturales
de la televisión chilena. Entre sus numerosos libros se cuentan Manual del pensamiento mágico y la creencia
popular (1985), Los chono y los
veliche de Chiloé (1991), Diccionario
de la lengua y de la cultura de Chiloé (1994), El libro de la mitología (1998) y Chiloé, botánica de la cotidianidad (2005) A continuación se transcribe una
entrevista que tuve con él en Castro, el 22 de julio de 2006, que hasta ahora
permanecía inédita.
Trujillo: Desde hace un par de décadas por lo menos, el
país te conoce tal vez como el principal difusor de la cultura chilota. Por lo
tanto, hablar de Renato Cárdenas es hablar de Chiloé. Sin embargo, imagino que son
pocos los que saben de tus años de infancia en la costa de Calen y de tus años
de estudio en el Instituto San Javier de Puerto Montt. Por lo tanto, me
gustaría que comenzaras hablándonos de esos años de tu vida.
Cárdenas: Cuando tenía once años, partí a Puerto Montt a
estudiar en el San Javier, que me entrega un escenario diferente al de donde
vivía. Me acuerdo que lo primero que me llamó la atención fueron los olores de
los pasillos, olores que desconocía por completo. Los compañeros, porque había el tema de la autoridad por el
asunto del dinero, algo que yo tampoco había captado antes. Entonces estábamos
en un mundo muy competitivo desde las notas, el asunto de la pinta, complicado para
algunos de nosotros que seguíamos igual como nos vestíamos acá. Con Armando
Barría todavía lo recordamos cada vez que nos encontramos. Para él también fue
un desarraigo muy fuerte. Él venía de un hogar muy parecido al mío, de estrato
medio-bajo, medios campesinos.
El otro día estuve en Chonchi con
Tito Pinto que, aparte de ser profesor en Notuco, hace mistelas. Entonces
recordamos ese tiempo que es un periodo raro en el que te pasan como de Calen a
La Ciudad de los Césares, una Ciudad de los Césares que no era amable. Sin
embargo, eso significó introducirte a un mundo donde lo que se priorizaba era
el intelecto más que los afectos. Hasta entonces, yo vivía en un mundo de
afectos fundamentalmente, y allá uno tenía responsabilidades intelectuales.
Estuve seis años en Puerto Montt y por supuesto que en ese tiempo uno se adapta
y adopta esas normas que posteriormente son de uno también.
Trujillo: ¿O sea que en esos años en el San Javier ya
empezó a cambiar tu mirada a Chiloé y a tus afectos? ¿Cambió también tu
percepción de Chiloé al empezar a ver la isla desde afuera?
Cárdenas: Todavía creo que había un contexto general que
era similar. Paisajísticamente por ejemplo todo el territorio es lo mismo. Era
el ambiente nomás que había cambiado. Sobre todo el ambiente de las relaciones
cotidianas. Yo pienso que el cambio se produce mucho después, cuando yo retorno
de la universidad. Muchos años después. Allí me voy dando cuenta a través del
análisis de lo que fue la universidad. Esos análisis más científicos del
contexto, literarios, históricos. Así tú te vas dando cuenta de que estás
metido en un mundo que es un mundo de análisis para la universidad, y los ejemplos
se te van dando en la propia cotidianidad, pero en un primer momento no. El
primer momento fue fundamentalmente ir incorporando esos mundos; muchos mundos que
se van incorporando, formando parte de ti.
Yo tengo un
concepto ahí, muy aplicado en esta nueva sociedad chilota que es la
amortización. En el proceso de crianza de salmones, la última etapa es una
etapa en la que tienen que adaptar la biología de este pescadito a las nuevas
condiciones del agua salada, es decir, del mar donde van a vivir aproximadamente
un año y medio antes de ser faenados. Entonces durante unos meses (me parece
que son tres meses) les aplican la sal en distintas proporciones,
progresivamente. Ese proceso se llama amortización, La amortización significa
adaptar un pez del agua dulce, de la pileta, a un pez del mar. Eso mismo es
precisamente lo que nos pasa a nosotros y le pasa al chilote que sale. Yo
pienso que mi primera amortización fue ésa.
Trujillo: Imagino que tus años universitarios marcaron
la motivación de tu trabajo posterior en la literatura y principalmente en la
investigación.
Cárdenas: Al llegar a la universidad yo me encontré con
un factor muy importante que fui descubriendo a través del conocimiento del
barrio, de la población, que es el tema social. Yo creo que ése fue un primer
paso. En Calen, todos éramos iguales. A pesar de que unos tenían mejores
condiciones económicas que otros, todos teníamos una cierta vecindad en la que
no interfería el que uno fuera un poco más pobre. Sin embargo, en Puerto Montt
ya empecé a darme cuenta, y en la universidad, a partir del conocimiento que
teníamos sobre todo de las poblaciones. Eso fue marcando también un compromiso
en las actividades. Y allí pasas tú a tener también una mirada política, un
compromiso de partido político, y te vas involucrando, en lo que en los 70 - yo
llegué el 68- va a ser todo el proceso de la Revolución Chilena. Por lo tanto,
eso fue paralelo al proceso sistemático de las universidades, una especie de
universidad paralela que se va a producir en el proceso de transformación del
país. Y eso es lo que yo creo que me marca mayormente.
Ahora, en
esto del proceso de búsqueda, de creación, de valoración de la cultura popular
que es una parte más importante, y parte de un seminario que tuvimos que duró
varios años, con el que fuimos al Valle del Choapa. Fundamentalmente hay ahí un
profesor que tiene influencia en todos nosotros, que es Carlos Foresti, de la
Universidad de Gotemburgo. Hacía clases allá aunque ya estaba jubilado. Él era
un professor allá en esa universidad.
Don Carlos Foresti nos llevó a reconocer otro nivel de la cultura que era tan
docto como lo que nosotros conocíamos a través de los libros.
Entonces
nos llevó a terreno y ése fue un paso verdaderamente importante. Valorar,
encontrar los romances españoles en los cantos de la zona del Norte Chico de
nuestro país; encontrar la cuentística. Por ejemplo, toda la cuentística del
cuento maravilloso europeo ahí entre las cenizas de los fogones del Valle del
Choapa. Eso nos fue poniendo en otro nivel porque allí empezamos a bajar del
estrato al que uno lo sube la universidad y que lo lleva a niveles de
posicionamiento intelectual donde tú adquieres o te crees un mascarón de proa
de la sociedad. A través de esto fuimos ingresando a ese otro mundo y poniendo
como mascarones de proa también a estos anónimos protagonistas de nuestra
cultura popular. Ese fue un paso muy importante, y esto asociado a un trabajo
de creación que llevábamos allá, de un taller literario que teníamos en la
universidad. No se llamaba taller en ese tiempo. Grupo literario se llamaba, o
academia literaria y era de la Universidad de Chile. Esas academias nos permitían
expresarnos. En ese tiempo, nosotros teníamos la dicha de contar con tremendos
personajes. Tuvimos el gran Encuentro Latinoamericano de Escritores el año 69
si no me equivoco. Y eso nos significó codearnos con grandes nombres de lo que era
el boom.
En esos
años también fue fundamental la presencia de José María Arguedas que llegó a
vivir a esa zona. A Villa Alemana, si recuerdo bien. Era muy amigo de Nelson
Osorio que fue uno de los profesores que nos ayudó mucho en todo ese proceso:
primero, en generar un nuevo tipo de enfrentamiento con la realidad, pero a su
vez que sea literatura. En ese sentido fue muy estricto siempre y nos permitió
diferenciar lo que podía ser una historia que estuviéramos haciendo y una
ficción. Entonces, gente como José María Arguedas nos enseñó mucho, y también
influyó en mí en el hecho que él venía de de otro país, que él fue formado en
una sociedad quechua altiplánica, campesina, que tenía los mismos modos como
estructura que los modos que tiene el campesino chilote, o que tenía en ese
tiempo todavía muy vivos. Entonces yo iba haciendo comparaciones y me iba dando
cuenta de que había en América un nivel de realidad que no aparecía en los
libros ni en los diarios, y que era el que de alguna manera le daba la
identidad a este continente.
Esa es la
misma reflexión que hoy teorizamos, pero en ese tiempo era intuitiva. Entonces,
muchos otros pasaban por el Departamento de Literatura de la Universidad de
Chile de Valparaíso que tenía un cierto prestigio, tenía profesores con
conocidos de otras partes, de otras universidades, que siempre estaban
visitándolos. Eso fue abriendo una puerta de entendimiento y compromiso hacia
un quehacer. No solamente un compromiso político. De alguna manera, el
compromiso político se fue derivando hacia lo que uno sabía hacer mejor o lo
que uno iba aprendiendo a hacer mejor. Ésa fue para mí una etapa de universidad
importante.
Trujillo: En esa etapa, qué se te dio primero, el
acercamiento a la escritura o el interés por la investigación.
Cárdenas: En ese tiempo la investigación era solamente
complementaria y era más investigación de la literatura. Ahí teníamos a Nelson
Osorio que era un monstruo en la manera como nos hacía trabajar. Yo fui primero
alumno suyo en clases, pero después en proyectos de investigación por el
departamento, y mucho, mucho trabajo durante los fines de semana en lugares
como el Roland Bar, que nos permitían amanecer allí conversando de cosas que
nos interesaban. Entonces, todos esos procesos, los procesos de la construcción
del país en esos momentos, también
van a ir ayudando porque nosotros teníamos que hacernos cargo de cosas.
Teníamos que hacer desde un afiche hasta cargar bolsas porque había un paro de
camiones.
Yo también
estudié paralelamente en Bellas Artes, entonces, ahí me interesó mucho el tema
de la gráfica y junto con eso ir haciendo revistas de literatura, panfletos de
literatura, hojas de literatura, y de esa manera nosotros íbamos haciendo vivo
todo esto. No eran papeles para guardar ni papeles para el currículum.
Trujillo: ¿Cuánto tiempo duró ese grupo? ¿Cómo
funcionaba?
Cárdenas: Ese grupo comenzó como en el 70 y duró hasta
el golpe de estado.
Trujillo: ¿Era un grupo pequeño y permanente o un grupo
cambiante?
Cárdenas: Había un grupo estructurado pero no había
ningún compromiso, lo mismo que pasó con Aumen. El que quería asistía. Era un
proceso muy libre pero además estaba complementado con otros grupos. Valparaíso
tenía una actividad muy fuerte. Yo me acuerdo que en el Chileno-Chino de
Cultura, en calle Condell, nos reuníamos los lunes a recitar poesía con gente
de allí del sector. ¡Qué sé yo! Eduardo Parra, Eduardo Embry, Zamorano
[1]
con sus malas ensaladas de ese
tiempo, o sea Las manos enlazadas.
Había mucha gente allá, de los cuales han sobrevivido algunos, por ejemplo,
Sergio Badilla, que se dedicaba más a la narrativa. Y no era de nuestro grupo
pero se juntaba con nosotros, como amigo, Juan Luis Martínez que era un poeta
un poco mayor, pero no mucho.
Trujillo: ¿Lo consideraban parte del grupo?
Cárdenas: No. No era parte del grupo. Era amigo y
llegaba por allí igual que Zurita. Revoloteaban por allí. Eran parte de nuestros
amigos políticos con los que nos juntábamos en el Café Cinema de repente. Era más dentro de un círculo que había en
Viña del Mar junto a Juan Cameron. Entonces, de repente aparecían por ahí la
Carolina Merino, hija del Almirante Merino, una chica que tuvo una fortaleza
enorme para salir airosa de esta cuestión. Había una actividad fuerte en
Valparaíso, especialmente en poesía y en plástica. De hecho, había dos Escuelas
de Bellas Artes en la región, una en Valparaíso y otra en Viña. Entonces, todo
esto se iba configurando porque aparecían muchas cosas ilustradas y esto viene
de un proceso consistente que es muy lindo en Valparaíso, que viene de la
revista Piedra que es una revista
entre teórica y de plástica, y de poetas. Jorge Osorio, que es el creador de
esa revista estaba ahí y muchos otros próceres de esos tiempos. Entonces ellos
ya tenían un paso dado. Nosotros fuimos los continuadores de un proceso muy
crítico. Piedra era un bolón que
tiraba a la sociedad. Entonces nosotros mezclamos de una manera intuitiva pero
muy equilibrada porque fue el proceso político puro y el proceso plástico y
literario. El proceso musical estaba como distante, vinculado a otras esferas.
No estaban muy involucrados.
Trujillo: Luego, aquí en Castro, viene Aumen y, posteriormente, como
ramificación o ampliación Los Talleres
Culturales Chiloé. A mí, que sigo recordando la experiencia de Aumen porque me era la más cercana, hoy
día me parece frustrante –y sé que a los aumenianos les molesta que lo
diga-; me parece frustrante que de esa enorme efervescencia de trabajo que se
realizó, y de ese gran número de poetas que hoy día hay aquí, no haya ni
siquiera un taller, ni un solo grupo donde se estén formando nuevos poetas.
¿Quedó algo de ese tremendo trabajo que hubo en los Talleres Culturales Chiloé? ¿Hay algo que hoy siga vivo, que siga
procesando de alguna manera la herencia de esa actividad?
Cárdenas: Claro que queda. Armazón, por ejemplo. De alguna manera, la Cathy
[2]
en Bordemar. Yo creo que eso quedó.
También hay otros que andan sueltos por allí.
Trujillo: ¿Y en teatro?
Cárdenas: En teatro formamos políticos. De los que
recuerdo, René Vidal, por ejemplo, comenzó en un taller de teatro pero se
transformó en político. Tal vez le sirvió para eso. Oscar Millalonco, el Cufe,
es muy activo allá por Queilen. Para él es más difícil hacer cosas allá en el
campo, pero sigue haciendo trabajo teatral.
Lo que pasa
es que esto es igual a esos procesos que te señalaba antes, los de los años 70.
Esto de los Talleres Culturales es un
proceso esencialmente político, motivado por una situación. Entonces, la idea
que siempre ha estado presente en los que hemos andado juntos, como en el caso
de nosotros dos es que hay que tener el compromiso político pero no hay por qué
hacer mal las cosas. O sea, hay que llevar a que se tenga una aproximación a un
lenguaje estético, a la creatividad, sin necesidad de buscar o tener como
objetivo que van a salir artistas plásticos, poetas y músicos. Algo va a salir;
no todo. Eso yo creo que se ha dado en todo momento y en todos los momentos ha
resultado. Yo creo que es una forma de enfrentar el quehacer creativo sobre
todo a través de agrupaciones y de talleres, lo que es absolutamente válido. Yo
creo que es la forma, sobre todo en procesos políticos fuertes, que requieren
que la gente se exprese. Y yo creo que, por hoy, esta decadencia, esta suerte de
letargo en términos de actividad se debe a que estamos en una suerte de
pantanos políticos; pantanos de nuestra sociedad, en donde no pasa nada, y eso no
hace que la gente se anime. Pero cuando sea necesario, yo creo que eso va a
salir nuevamente.
Trujillo: ¿Cómo ves tú estos fondos y proyectos
concursables que se han dado todos estos años? ¿Han tenido verdadera
importancia? ¿Han ayudado a la aparición de nuevos nombres, de nuevos
creadores, o principalmente tienen aspectos negativos?
Cárdenas: Mira. Hasta ahora nunca habíamos tenido plata.
Si tú ves las estadísticas que muestran los gobiernos, es una muralla que va
subiendo, una especie de pirámide que va subiendo, y cada año hay más y más
dinero. Yo creo que hubo un primer periodo, todo lo que fue el FONDART - no
recuerdo como se llamó al comienzo - en que hubo una suerte de despelote, que
es tirar migajas, tirar proyectos, pero que no van encajados en una política cultural.
Yo creo que lo bueno de ahora es que se está pensando y se está tratando de
llevar hacia una política cultural. Sin embargo, aunque ya llevamos dos años
funcionando con el Consejo de la Cultura, verdaderamente no está funcionando.
Lo que está funcionando es el Consejo como una estructura administrativa, que
es precisamente lo que no se quería, lo que no se quiso hacer. Si se hubiera
querido hacer eso, se habría formado un Ministerio de la Cultura en el que se
resolverían los problemas de cultura a través de funcionarios. Pero la idea de
este Consejo de la Cultura es que esto se afirme bien como un aparato de estado
y no se le ha permitido, no se le ha dado lugar, y no se ha incentivado ni
apoyado el desarrollo de los Consejos.
El Consejo
es una estructura bien sencilla y bien interesante que consiste en siete
miembros en cada región y un aparato nacional que tiene una estructura
parecida. Siete miembros en cada región que no representan a la provincia sino
que se representan a sí mismos. Ni siquiera a áreas de la creación. Cuatro de
ellos son elegidos por bases, por estructuras existentes. Tienen que ser
reconocidos regionalmente como válidos y para eso hay todo un sistema de
inscripción previa. Y tres son del Estado: el Encargado de Cultura de la Región,
que es una suerte de SEREMI
[3]
designado
por el gobierno; el SEREMI de Educación, y un representante de las
municipalidades de la región, 42 en total, en el caso de la Décima Región
[4]
.
Entonces son siete personas que deben generar políticas para que funcione
culturalmente la región. Como apoyo tienen una serie de líneas de proyectos,
unos nacionales y otros regionales, que ahora son del orden de los mil
doscientos millones de pesos, y va subiendo. De verdad, va subiendo.
Pero qué
ocurre. Nosotros, los consejeros, pedimos que para que eso funcione haya una
reunión al mes, pero de acuerdo a la ley basta con tres reuniones al año.
Ahora, al menos en la Décima Región, hemos dispuesto eso. Dispusimos eso al
iniciar este periodo porque cada gobierno cambia al encargado. Entonces le
dijimos al encargado que nosotros no íbamos a funcionar como consejo si no era
así; que renunciaríamos. Así que era lo uno o lo otro. Por lo tanto, ahora
tenemos una reunión al mes, pero tuvimos que llegar a poner esa presión, y esperamos
salir adelante porque hasta el momento no se ha hecho más que la elaboración en
el papel de las políticas culturales. Pero política cultural en un papel es
sólo una línea de acción. Si tú no vas a terreno y no te reúnes con la gente de
la cultura, de plástica, de literatura, de cada provincia y ojalá con cada
comuna, no vas a poder tener un consejo funcionando. Pero el Consejo, para mí,
es una herramienta súper importante y planteada así, no como un ministerio sino
como un Consejo donde participan los funcionarios del Estado y también
entidades privadas, y particulares como nosotros.
Trujillo: Pasemos a tu trabajo personal. En este momento
ya vas en el libro no sé cuánto de tu literatura, de tu investigación sobre
Chiloé. Empezaste con temas literarios, con temas religiosos, con la cultura
popular y hoy día tienes aquí mismo un libro titulado Chiloé. Botánica de la Cotidianidad. Me gustaría que me hablaras de
lo que ha sido el desarrollo de tu trabajo desde aquel lejano Apuntes para un diccionario de Chiloé hecho en un montón de ediciones a mimeógrafo, con todas las manos sucias,
apoyados por Luchito Tirachini en el Politécnico, a este Chiloé. Botánica de la Cotidianidad. ¿Cómo ha ido desarrollándose
tu trabajo y qué viene después?
Cárdenas: Ésa es una escuela. Una escuela en la que
partimos juntos y que es la escuela que espero alguna vez vengas a terminar
acá.
Trujillo: Sinceramente, me encantaría que hubiera en
Chiloé un lugar donde pudiera hacer algo así.
Cárdenas: Ésa es una escuela. Tal como pasa en la
escuela regular donde tú empiezas en un grado elemental y después vas mejorando
y mejorando, vas entendiendo mejor las cosas, vas acumulando más información
para asociarla. Yo tengo una especie de computadora, una base de datos en la
memoria, que me permite acumular y procesar la información que me llega con u
trabajo específico, pero que me sirve para otras cosas y eso produce una suerte
de distancia. Tú te desapegas del objeto. Entonces, eso te permite, cada vez
que haces un trabajo, tener un soporte más grande. Este trabajo de botánica es
bien interesante. Lo hice con una especialista en botánica.
Trujillo: ¿Cómo fue tu conexión con esa persona?
Cárdenas: Desde los tiempos de la universidad, desde
Valparaíso, de la misma Universidad de Chile. Ella es un poquito mayor y tiene
algo escondido que nadie sabe. También es autora de novelas policiales. Ha
publicado tres. Carolina es la típica científica, muy estructurada, pero tiene
al mismo tiempo la aproximación que yo tuve con la cultura popular, a través de
las plantas. Ella es palinóloga, una
especialidad muy de científicos, pero la etnobotánica es su pasión secreta y ha estado desde los 80 acá en Chiloé trabajando con
estudiantes ese tema, y en eso estamos ahora. Yo inicialmente lo publicaría
solo. Lo envié a LOM y fue aceptado. Se iba a publicar con el sello editorial,
pero al momento de revisar el texto para la publicación me di cuenta de que
estaba muy débil en el tema de botánica porque yo no soy botánico. Todo lo
botánico era bibliográfico. Entonces yo le pedí una revisión a la Carolina y
ella me dijo, “mira, yo tengo el mismo trabajo.” Entonces nos asociamos y
confrontamos los materiales. Teníamos lo mismo pero se agrandó en términos de
áreas de trabajo porque ella había trabajado mucho en sectores de las islas
donde yo no había trabajado tanto. Trabajaba con unos veinte estudiantes cada
vez. Entonces, lo rico del trabajo es que se confrontaron perspectivas
distintas, se enriquecieron, y ella analizó la introducción de cada ficha. Eso
ha permitido entregar una aproximación a cada árbol, cada planta y cada musgo
de Chiloé desde una perspectiva humana muy interesante porque es como la gente
de acá ha visto y usado cada planta. Utilizaciones mágicas, madereras,
artesanales, etc. Así que este libro es el resultado de mi asociación con una
científica y ha resultado muy bien.
Trujillo: Hablando de este trabajo y otros más que has
hecho con otros coautores, hablar de Chiloé hoy, después de todos estos años,
evidentemente es hablar de Francisco Coloane, de Renato Cárdenas, de Rodolfo
Urbina, y pienso que también de Aumen, como un mito del cual todo el mundo
habla, todo el mundo sabe, pero muy pocos realmente conocen. Por lo mismo, para
un foráneo, chileno o extranjero, llegar a Chiloé es en alguna medida llegar a
esos nombres, al trabajo tuyo, al de Urbina, a la literatura de Coloane y a una
serie de nombres relacionados con Aumen. Tras esta introducción, ¿cómo ha sido
la recepción de este trabajo tuyo tan importante para Chiloé, en Chiloé?
Cárdenas: Está empezando a difundirse. Es el tema de los
tiempos. Yo me he sacado la cresta diez años para publicar un libro y me saco
la cresta, porque también me saco la cresta, un mes en hacer un documental y
soy famoso por el documental pero no por el libro porque la televisión es
fuerte. Pero igual, yo creo que uno tiene que ir asumiendo estos elementos de
la tecnología, de las comunicaciones, pero irlos asumiendo con normas propias
porque lo otro es venderte. Yo no quise nunca participar en cuestiones de
televisión porque eran terribles. Sin embargo, cuando empecé a conocer El Sur del Mundo me di cuenta de que es
otra perspectiva; gente que está trabajando igual que nosotros pero lo hace con
las imágenes audiovisuales, y eso ha permitido que yo ya esté casi diez años
con ellos. Y ahora el programa en pantalla crea otra perspectiva; sin embargo,
la rigurosidad con la que trabajamos es la misma. A la gente de acá, al
chilote, le gusta ver su imagen, verse en los libros. Se siente casi engreído
cuando esto se va dando. Entonces, yo tengo sobre todo con la gente del campo
una relación muy fuerte. Acabo de encontrarme con un señor Cárdenas de la isla
Tac que no me quería soltar porque habíamos estado haciendo un trabajo con Tac,
y nosotros lo pasamos bien haciendo nuestro trabajo. No vamos solamente a
recoger información, también generamos amistades. Entonces, yo creo que por el
trabajo que se ha hecho acá, que hemos hecho algunos, no deberíamos decir que
uno no es profeta en su tierra porque uno ha sido reconocido por la gente,
sobre todo con la amistad. Y eso es muy importante. La gente del campo a uno lo
quiere.
Trujillo: A mí no me cabe ninguna duda de que este
proceso que iniciamos el año 75 ha hecho que el chilote se vea a sí mismo de
manera distinta. El chilote es una referencia propia, se ha valorado. Yo
recuerdo que cuando era chico, mi madre, que era muy chilota y campesina, se
molestaba mucho cuando alguien la llamaba chilota, porque el gentilicio siempre
era usado de manera despectiva. Era muy ofensivo. Pero después de nuestros
años, el ser chilote empezó a ser un motivo de orgullo; empezamos a sentirnos
fuerte y orgullosamente chilotes.
Cárdenas: En Santiago, tú sabes, uno quiere andar rápido
y, por ejemplo, va a una oficina pública y te quieren poner en la cola, con tu
numerito y todo, pero si tú dices, ‘mire, yo vengo de Chiloé,’ inmediatamente
te dan un trato más deferente.
Trujillo: De eso precisamente quiero hablarte. De cómo
el chilote se ve y de cómo el santiaguino o el chileno de otro lugar lo ve.
Porque, por ejemplo, el año 75 cuando fui a recibir ese premio del Taller de
letras Ariel, los tipos no podían convencerse de que yo fuera de Chiloé.
Aceptaban que estuviese trabajando allá, pero no podían creer que el ganador de
ese premio nacional de poesía fuera chilote. El año 91 ó 92 vine con estudiante
norteamericano a Concepción. Pasamos a Santiago y Eduardo Peralta nos invitó,
como público, a un programa de televisión llamado El Desjueves. Estuvimos en primera fila y todo fue maravilloso
hasta la parte final en que se entregaba el premio al personaje más odiado de
la semana. Aquella noche, el premio recayó en “El Fanta”, un infausto personaje
ligado a los servicios secretos de la dictadura. Y, bueno, a ese personaje se
le dio el premio que se le otorgaba a lo más malo de la semana. Nada más ni
nada menos que “El gorro de lana.” Salí de allí tremendamente molesto y
abrumado al darme cuenta de que en mi país se había acabado la dictadura pero
no habían cambiado nada los prejuicios contra el provinciano y, en particular, contra
el chilote. ¿Ha cambiado algo esa percepción de Chiloé y su cultura?
Cárdenas: Sí ha cambiado, pero tiene que ver con que tú
te impongas a una globalización, te impongas a las políticas nacionales de
aplastamiento donde hay un centro y una periferia. Tiene que ver con eso. Si tú
te impones y empiezas a insistir e insistir, a poner tus cosas en el escenario
nacional o en escenarios más amplios todavía, finalmente la gente va a tener un
trato distinto. Hay que ser achorado, si no te van a aplastar. Hoy, yo diría
que se ha invertido esa percepción. Yo uso de repente mi condición de chilote
para lograr algún tipo de prebenda como eso del ingreso a una oficina pública
diciendo que soy chilote. Eso no pasaba antes. Eso significa no sólo ponerte en
el plano nacional, sino ponerte bien. Tú sabes, en Chiloé se ha gestado desde
esos años, las utopías de los 70 hasta ahora, se ha ido generando un tremendo
repertorio de poetas, escritores, músicos; la misma historia y todo el trabajo
de Ciencias Sociales se está haciendo a otro nivel. El folclore ese de “El
gorro de lana” ya no entra. Incluso los conjuntos tienen mucho cuidado al
presentar su repertorio. El folclore como objeto es peligro porque, a veces, es
el que genera esta suerte de irrisiones; da lugar a que te hagan irrisión. Yo
creo que hay un avance profesional en la presentación de Chiloé.
Por otro
lado, se ha insistido mucho, no en lo anecdótico de Chiloé sino en la esencia,
que es en el fondo la síntesis del proceso. Entonces las cosas no van sueltas
sino que responden a un contexto mayor. Responden a la historia, responden a
procesos sociales. . El mismo “gorro de lana” responde a una situación que
tiene que ver con la economía de Chiloé.
Trujillo: Antes de volver a lo tuyo, recuerdo nuestros
primeros años de vuelta aquí en Chiloé, año 75, yendo a trabajar al Liceo Ramón
Freire, de Achao. Allí me encontré por primera vez, cruzando el canal Dalcahue,
con un hombre que era tremendamente importante. Amador Cárdenas. Y cruzando en
la balsa, cuando hablé con él por primera vez pensé que era español. Después
nos hicimos muy amigos, y tú especialmente porque compartiste muchos años con
él, qué podrías decirme de la importancia de Amador en lo que es el folclore y
la recuperación del folclore en Chiloé.,
Cárdenas: El no sólo tuvo las “eses” sino también la
tozudez española. Es difícil pensar en Amador porque todavía está muy fresco en
la memoria. Por darte un ejemplo, el año pasado se grabó el primer disco de
cantores campesinos de Chiloé, un tributo a don Jerónimo Barría, un compadre de
Amador. E violinista de ese grupo, Juanito Barría, que era parte de esa
familia, había muerto. Entonces, el violinista para la grabación fue un hijo de
Amador, David. Dieciséis años tenía cuando se estaba grabando eso y es uno de
los mejores instrumentos que suena allí. Eso ya te demuestra lo que hizo
Amador.
Cuando
vivió en Achao hizo que Achao cantara. Cuando se fue a Quellón hizo lo mismo,
llegando a generar la organización de un gran festival ahí. Y eso es parte de
ese mismo legado. De modo que entre las cosas fundamentales que hay que
agradecer a Amador están la calidad, constancia y persistencia de su trabajo.
Si no hay constancia y persistencia no se consigue nada. Eso es lo mismo que
ocurrió con Aumen. La maravilla de Aumen fue la persistencia de reunirse dos
veces a la semana. Si no, no habría pasado lo que pasó. Entonces los procesos
se dan así. Los procesos resultan cuando uno los cree y en ese creerlos los va
creando. Y en el caso de Amador es eso. Él fue aquí en Chiloé una figura que
generó mística a través del trabajo que hacía. La gente lo ve y lo imita. Es
una mística increíble la que él desarrolla desde Achao. Incluso hay una
anécdota que tal vez no se sepa. Estábamos en primera fila en el gimnasio de
las monjas y es el Primer Encuentro de Conjuntos Folclóricos del Magisterio.
Estaba Amador a mi lado y se interpreta el Himno a Chiloé. Recuerdo que nos
miramos, nos levantamos y se levantó todo el gimnasio. Fue la primera vez que
vi a la gente de pie al escuchar el Himno a Chiloé. Desde entonces se empezó a
hacer un hábito y hoy es como nuestro Himno Nacional.
Son cosas
que van pasando y que van canalizando tu cultura en los tiempos que
corresponden, haciéndola efectiva en el siglo XXI. Y eso creo que es un poco el
rol básico de un animador cultural. Hacer visible y válida la cultura que viene
de atrás, la que te genera. Lo que yo digo con una frase de Carpentier, “ser
original consiste en trabajar con los orígenes, en conocer los orígenes.” De
esa manera tú vas a poder generar distintas expresiones, no solamente en el
plano de lo tradicional sino que en tu propio quehacer. Y tu propio quehacer,
como en el caso de Pedro Rubén Azócar que ha publicado una novela que viene
saliendo y que es una novela que no tiene nada de folclórico; sin embargo, yo
leí esa novela y es una novela chilota a diferencia de Gente en la Isla que es una novela escrita en Chiloé, con todos los
personajes y todas las cosas, pero esta otra es una novela hecha en Chiloé con
toda la textura, todo el sonsonete chilote, y todo lo fonológico, lo fonético y
lo léxico que emerge de acá. Eso es como nosotros llevamos a nuestra propia
cultura. A nuestras culturas locales, a nuestras aldeas, a hablar en escenarios
universales.
Trujillo: ¿Te acuerdas que por allá por el 76 fuimos a
ver a don Francisco Coloane a la casa de don Pancho Mansilla? Él hablo
largamente con nosotros que íbamos con dos muchachitos del taller, y nos dijo:
“Yo no sé escribir poesía. A mí no me sale un verso. Hay niñitos que escriben
hermosos poemas, pero a ustedes les corresponde escribir la gran novela de
Chiloé porque todavía nadie la ha escrito.” ¿Te parece que sería bueno
organizar un concurso anual o bianual de novela de Chiloé? ¿Crees que sería una
buena manera de motivar a que los escritores se interesen por meterse en el
tema?
Cárdenas: El tema de la novela es jodido porque para
escribir una novela se requiere de una vida de trabajo en la literatura. La
gran novela de Chiloé se va escribir cuando tenga que escribirse. Tenemos que
empezar a crear dentro de Chiloé nuestras propias películas. En este momento
estamos diseñando una situación mixta, gente de afuera y gente de adentro;
estamos haciendo cuatro películas acá en Chiloé. Tal vez una quinta venga
pronto. Estamos haciendo documentales. Ya no todo es hecho en Santiago. El
equipo técnico a veces es de afuera o parte del equipo técnico. Estamos
haciendo poesía hace mucho tiempo. Estamos haciendo narrativa. Y yo creo que
así debe ser. Tenemos que generar desde adentro y no por un proceso chauvinista
o nacionalista sino porque tenemos que utilizar nuestro lenguaje. Me gustó
mucho la novela ésta; me está gustando mucho porque todavía no la termino. Me
gusta porque es una novela con lenguaje chilote; no de ahora porque él se fue
más atrás, a comienzos del siglo XX. Entonces él va a generar un aporte. Otros
han generado aportes en otros sentidos. Patricio Manns hizo unos aportes
increíbles en la estructura de la novela, pero también en la novela de Chiloé.
Yo creo que en un momento se va a hacer eso. Ahora, el tema de los concursos y
las publicaciones son incentivos básicos. Yo mismo empecé a hacer poesía y a
hacer literatura porque gané un concurso literario cuando estaba empezando.
Entonces, eso hizo que yo me la creyera. Yo creía que eso que estaba haciendo
no era literatura pero un jurado dijo “eso es literatura y tiene un premio
usted.” Y por eso mismo creo que son importantes las publicaciones. Cuando
nosotros publicábamos a los chicos de Aumen,
ellos seguían escribiendo. Son inyecciones muy importantes.
Por eso, la
importancia de generar una colección o una editorial regional que permita que
la gente que está escribiendo y que está generando una literatura interesante
pueda publicar. Ésa es una actividad del estado, una obligación del estado.
Trujillo: Una infidencia ahora, y espero que me la
respondas. En los primeros años del taller, tú siempre decías que para ti la
poesía era como un resfriado. Es decir, había periodos en que venía y periodos
en que se iba. ¿Se te acabó el resfriado o sigues resfriado todavía?
Cárdenas: Claro que no. Ése es un resfriado que va y
viene. Lo que pasa es que no estoy haciendo poesía específicamente sino que es
una actitud. Para mí, la poesía ha sido un pilar fundamental para construir el
resto. Está allí, pero no he vuelto a sentarme pensando voy a escribir un
poema.
Trujillo: ¿Cuál es el próximo proyecto después de Chiloé. Botánica de la Cotidianidad?
Cárdenas: Esos son dos libros: Botánica… y otro libro de los Animales que todavía está sólo en la base de datos. Pero lo quiero trabajar con un
equipo de personas.
Trujillo: ¿Hay aquí una variedad tan grande de animales
como para escribir un libro?
Cárdenas: Absolutamente. Lo que pasa es que en esto de
la etnozoología no importa que sean
animales que estén en todo Chile. Por ejemplo, el chucao es un pájaro que
habita en los bosques húmedos de todo el sur de Chile. Sin embargo, aquí el
chucao tiene un asentamiento especial y la gente le ha dado un significado diferente.
El grito del chucao no es lo mismo en Valdivia que acá. Entonces, el elemento
del contexto es muy importante. Importa mucho cómo se humaniza el animalito o
el ave en una cultura específica, y eso es lo que hay que rescatar.