Poemas semiautomáticos
Descongélate
No tengo tiempo de ir hacia atrás, sin caer, para no tropezar, me voy al revés, miro a mis espaldas, no viene nadie, una mujer se asoma, nadie la ve, un caminante congelado en la calzada mirando a una joven que camina sin mirar a quien la mira congelado, otra vez, y otra, y otra, y otra. El tiempo se detiene, los monigotes del semáforo, el baile del ciempiés en mi antebrazo desnudo como un bosque de vello, un bello bosque de piel que se eriza al contacto con el insecto, bailarín de mi corte de nobles erizados del codo a los nudillos, de la camisa al anillo perdido en alguna parte, no lo busco, no tengo tiempo, sólo para comer y dormir, se cae la ropa tendida gracias a una ráfaga de viento perpendicular, que infla una sabana en el callejón sucio, y vuela la ciudad, con su mínima potencia de vela de barco doméstico eleva la vereda, el barrio, el camión de mudanzas, al peluquero, todos danzan en un foxtrot de gente elevada que ríe como con cosquiiiiillas en los pies. Es un día de nubles blancas, todo circula, todo crepita, trepidante, tráfago, trota, tirria a lo tísico que desprenden esas paredes del callejón negro del barrio de altos vuelos de palomas textiles. Y una vez, y otra vez, me tengo que ir, llego tarde, no tengo tiempo de caer en ese salto atrás sin protección de usted, que me mira cómo salto sin importarle qué hago, me voy ya, adiós, descongélate.
Yuengling rojo
Verde rojo, transparente el sabor dorado burbujea el campanilleo navideño en el aeropuerto azul, tan pantalla de destellos chillones cuando hay anuncios, ocre cro cromático de gente vestida de pardo piel mustia, todos apagados salvo sus lenguas rojas verdes rojas, papilas felices que crían palabras chillonas en una rutina mentira y afable marcando horas del día veintidós que vuelo y canta el hilo antimusical christmas veraniegos como un hit triste pero alegre que se repite y se repite, un año y otro, y otro; y yo lloro pestañas adentro con cada cosa que ocurre alrededor del diamante turquesa en el centro de mi calle principal dame sed para beber Yuengling verde, truenos de cerveza en los días pares que se acercan silenciosos pero con la verdad por delante.
Yendo a El Paso
Sólo escribo en aviones, traquetean mis dedos anquilosados, débiles como niños rotos, en signos azuladamente indecisos, un callado radar cardiovascular que lee la superficie de mi cosmos inverso, las colonias de un jueves ciego sobre nubes barbudas, periferias circulares en mis codos, en los lóbulos de mis sordas orejas, en fin, manchas en un lago de barro americano.
Escribo volando a una lentitud media de 0,1 millas por hora, tanto como caer al infinito, tan rápido que se ciega el pozo ciego de mis oídos. Jueves margarita, pétalos aduladores de una semana reparadora. Tradicional-mente no es así, ojos acuosos en un ardor tuerto, garganta recortada, con cañones sin pólvora, suben emociones ajenas del ombligo a la mandíbula que bate huevos en su tómbola de caballitos árabes de cartón piedra.
Todos vamos, yo vuelvo a quedarme, no importa la altura del vuelo, sí importan las aves que roncan.
--------
La antología del festival, Poesía en Villanova 2010 reune los presentes y otros poemas de Andrés González.