The Scar (la herida)
un largo camino de ventanas
en la calle de piedras revueltas
el sol como un foco gigante
una planta con flores bermejas
golpea el corazón como una vaca
contra una puerta seca,
el aire es espeso y ardiente
como una serpiente milagrosa
en Bahia de todos los Santos
sube un beso contra un crimen
sube una mano con dedos oprimidos
sube una boca con su paisaje de barcas
apretadas y de colores vivos
en la violencia quieta de las rocas
se muele nuestro instinto, y nadie
mata a nadie, nadie termina una
historia que nadie comenzó,
no hay otra violencia que salpicar
las calles con nombres africanos
que una vez emigraron sobre los
hombros de los esclavos y ahora
brillan sin lágrimas o llantos,
varios siglos después
brillan esos nombres sin herida
esos dioses todopoderosos crean
su geografía, su destino interminable
por las calles del festival donde
yo llevo mi corazón
golpeando fatigado.
—Bahia de todos los Santos, Brasil, 2010.
(Salvador, Bahia, fue uno de los centros de esclavos más importantes en Latinoamérica en el siglo XVI.)
Acontece
es que voy a morirme esta noche,
de golpe voy a morirme entre dos rocas
mirando el agua verde, entre dos edificios,
dos espacios vacíos de una cortina vieja
que suda sus retratos en una casa sola
voy a morirme entre dos líneas y un punto
entre dos desniveles del lenguaje el de
todos, el propio, el íntimo para nombrar
las horas, esas palabras que se ganan
cuando la tierra colapsa y deja un polvo
seco de derrumbe sobre las direcciones
equivocadas de agendas que no crecen,
si estas sola así,
esos pecesitos inquietos como trozos de oro
titilando en el agua, saben también tu
historia, brillante y oprimida palabra
que no puede con la antropología singular
de los cuerpos que mueven otras tantas
historias, y con las soledades con restos
de nosotros.
La vida desde luego acontece
inexacta, profunda
desvatadora, bella.
(Sobre una hoja de papel en Bahia de Todos los Santos.)
Fama
Por la rua 7 de Setembro
se transporta una máscara para un museo
no lo sabe el niño que juega en la arena
para él nada muere, los días sueñan doce
madrugadas y después se despiertan
sobre párpados húmedos en almohadas
cargadas de un perfume humano,
y el tiempo cierra sus mapas solamente
cuando mira los árboles asustados cuando
llega el invierno, que no llega nunca
para el niño jugando en la arena
y la máscara, madera de árbol africano
producto de hoja podrida y luz y muerte
contiene una historia que solamente
saben los hombres del museo, cargándola
un rey famoso, con una cara bella como
un destino cierto, pulido en esa máscara
que observarán los visitantes admirados
pensando para siempre contra una pared
y la fama tal vez sea eso, un color de los
ojos que nunca sabremos, que quieren
quedarse y no pueden quedarse,
una inmortalidad imposible, contra
el nacimiento de astros y el fracaso de soles
rompiéndose como piedras doradas como
piedras extraviadas contra el borde
de esa puerta de vidrio en la avenida
del museo.
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La antología del festival, Poesía en Villanova 2010 reune los presentes y otros poemas de Gladys Ilarregui.