Te reclamo
“Para quién no permanecería aquélla, la anhelada”
—Rainer María Rilke
¿No te he lucido
desde el principio
como un abrigo
cómodo, viejo y gastado,
saboreado la dulzura
de tu fruto inefable,
respirado
día tras día
tu aroma efímero?
¿Por qué
entonces
me apremias con el terror de la anonimia,
abandonado, deambulando
entre los espacios cósmicos del escepticismo?
Ahora mismo
te reclamo
con el grito milenario de las piedras lunares,
te rebautizo
en nombre de los nombres de las cosas,
te reaprieto
contra la solemne desnudez
de la sombra en el desierto.
Así, sólo así serás mía,
mía para siempre…
Por favor,
quien la encuentre
que sepa que es mía
y de ningún otro,
y que no me la quiten
bajo pena de muerte.
{Cuando se me abren tus horizontes}
Cuando se me abren tus horizontes
siento tu llamada hacia el inmenso mar de las voces pasadas,
antes de sentirme desintegrar en la sombra de un grano de arena;
de este grano de arena,
desprendiéndose
silenciosamente
del inexorable desmoronamiento
de tus castillos en el aire…
Dios existe porque se me cura esta herida en el dedo.
Yo existo porque he visto a mi muerte
cultivar flores en los campos del olvido.
{Busco antes de morirme}
Busco, antes de morirme
un momento eterno;
no en el airoso ritmo de caballos de nube,
contemplados a la distancia silenciosa de alas metálicas,
sino en el retumbo de corazones
resbalando por cañones de un cráneo vivo.
Busco, antes de morirme
la mano calurosa de una verdad;
no en la muda rendición de la carne,
conservada, cual secreto enmohecido, en bolsillos del olvido,
sino en el momento exacto en que rompe la semilla
el himen de la tierra con su gemido vertical.
Busco, antes de morirme
los círculos concéntricos de una sonrisa azulina;
no en la monótona agonía de las olas del mar,
llamadas como tortugas hacia el horizonte,
sino en la mueca mística del delfín;
no en el río que recoge lágrimas de una nostalgia moribunda,
sino en el hueco infinito de una nota musical;
no en la mirada indiferente de la jirafa,
sino en el curtido olor de una acera recién mojada.
¡Oh muerte, lo dejas todo tan perfilado!
Derramado en la calle como el cansancio gris de una lluvia invernal,
o la sombra silenciosa de una mejilla
pisada por los zapatos de charol de un recuerdo.
Cuando yo me muera,
buscadme en la indefensa resignación
del niño camino al mundo de los sueños,
o en el gong funerario de estas paredes antisépticas.
Dame, ¡Dios mío!, antes de morirme
un momento perfecto,
bajo el eterno silencio de una flor,
inmerso en el retumbante grito de un amor agonizante.
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La antología del festival, Poesía en Villanova 2010 reune los presentes y otros poemas de Salvatore Poeta.