La novedad es raíz y respiro de la dinámica cultural. No es que todo lo que sea de alguna forma novedad en el vulgo momentáneo del siglo XXI tenga ya un valor superior de por sí, por ser nuevo, último, diferente. Es que el arte de imaginar, situar, ver, averiguar y desarrollar la novedad, como fenómeno suspensivo de la percepción, lleva a mayor integración de percepciones en un tejido de comprensión y táctica cultural y esencialmente humana.

Se trata de tocar ese punto en el aire cargado de vida, de un momento, de un lugar, de una población —sea de uno, de dos o de millones— en que se ve que la vida vibra, vive y que puede seguir siendo más y cada vez más, una extensión de la expansión como tal. Se trata de ampliar las influencias y de ampliar las ideas, de fomentar complicidades en campos retóricas que sin el próximo paso, sin la novedad visionaria, no llegarían a penetrar en el momento actual.

La tradición, por ejemplo, muchas veces se edifica en una campaña contra la novedad, recava en trincheras ideológicas que no forman realmente parte de la tradición en sí, pero que sirven los intereses de los auto-nombrados guardianes de la tradición, entendida casi por defecto como fuente de la decencia en sociedad. En realidad, la tradición también tiene que afirmar nuevos ritos y retos nuevos para seguir siendo convincente como tradición; se aplica a través de una frecuencia alterada de innovaciones y distorciones, para hacer parecer que no ha cambiado nada, por imposible que sea tal afirmación.

La novedad no es ni superflua ni juguetona de por sí: es un hecho, es la única manera de existir en el tiempo, rodeados siempre de una topografía cambiante y evolucionaria que presenta divisiones, implicaciones, obstáculos y dudas novedosas y que pueden, en el colmo de su poder, parecer repentinos. Al final, este proceso de redacción universal, que puede ser una membrana físico-temporal, quántica incluso, que se dobla y se complica para darnos mundo, vibrando en nuestra percepción y creando egos y otros y fricciones intelectuales... o puede ser algo más sencillo, el mero avance del tiempo, paso a paso, cerebral y relojeramente, exigiendo un avance parecido en las ideas.

Diferenciar entre la "ficción" de la novedad percibida y la verdad auténtica de un próximo paso en esta vida, o en la vida de este mundo, es una clave para poder sacar partido del proceso ineludible tempo-espacial y paralelamente psico-humano. Diferenciar para no llegar a pensar que una novedad puramente dadaísta, sin raíz ni contexto, sin ni expresión de la humanidad detrás —más que en la fascinación por lo último— sea de veras la versión más clara y convincente de la cosmología.

Ahí radica el gran fallo de las modas... en que como vicio la gente pueda aferrarse a algo que ni pretende ni es adecuado para proyectar una definción de otras cosas, porque sólo llega a ser un pequeño juego de pintar los bordes de algo no mencionado. Y ahí radica la necesidad de una habilidad profunda de diferenciación entre tales ficciones y la novedad compacta, brillante, inofensiva, que nos presta la vida como experiencia y como fuente del sentimiento de estar vivo.

Diferenciar entre la novedad artificial, el disparate equívoco, y la novedad auténtica, o sea, el paso hacia una sabiduría un milímetro más expansiva y relevante, hace aumentar la humanidad, aumentar la capacidad de ver y conectarse con la humanidad manifiesta de otra manera, en otro ser humano. Por mucho que un cinismo o un esperanzado "realismo" puede tentar la mente humana, como fácil respuesta a la vastedad confusa, este aumento de la conexión interhumana es más cercano siempre al deseo ideológico de cada renglón de la red social.

La novedad como obra social, como regimiento de las actividades, como estrictura o doctrina, es una de esas ficciones peligrosas, que pronto se convierte en anti-novedad, con explícito fin de romper la influencia de la libertad y de la libre elección del camino de cada uno. El cambio es bueno, y es necesario, la sociedad tiene que evolucionar porque no puede no hacerlo, porque sólo así puede asimilar la contribución de las nuevas generaciones. Pero la libertad tiene que ser servida por la novedad ideológica, porque son reflejos la una de la otra.

En fin, las sensaciones, las expresiones de vida interior, las referencias a la tradición ansiada, la nostalgia incluso, el sentimiento, la ambición, la compasión, la hermosura y el sufrimiento, son novedades ineludibles. Nos pertenecen porque forman parte del universo diferenciado que permite que hayan sistemas solares a lo más múltiple, vida como tal, aparte de la existencia mineral o química, y seres contemplativos que se sienten individuales, libres y humanos. [c]